El obispo de Río Cuarto recordó que "solamente del amor pueden surgir cosas buenas para los demás", al tiempo que animó a ver en el otro el rostro de Dios, para hacer nuestra esta forma de vida.
“Hoy nos encontramos con un Evangelio muy sencillo, muy particular, y a su vez muy difícil de vivir, porque es el centro de nuestra fe”, comenzó explicando en su homilía el obispo de Río Cuarto, monseñor Adolfo Uriona, quien presidió este domingo una misa en la capilla del Seminario Mayor Jesús Buen Pastor.
Reflexionando sobre las palabras de Jesús, el prelado señaló que “amar a Dios es lo primero de todo, es lo fundamental: el amor a Dios con todo nuestro corazón, teniéndolo a Él como meta principal, superando tantas formas de idolatrías que hoy nos tientan por todos lados”
En ese sentido, indicó que “amarlo con todo el corazón significa entregarle toda nuestra vida a Dios, ser para Dios”. “Esto vale no solo para los seminaristas que están en formación, para nosotros que somos sacerdotes, sino para todo fiel cristiano”, añadió.
“El prójimo es la imagen de Dios, en él brilla la imagen de Dios. Especialmente en el pobre, en el abandonado, en el marginado, en el menospreciado, hay un especial brillo de la imagen de Dios”, indicó, explicando que “si queremos vivir la síntesis de todos los mandamientos, esto hay que ponerlo en práctica en nuestra vida cotidiana”.
A su vez, destacó que la celebración eucarística “es lo que nos da fuerza para vivir este mandamiento”, porque “se necesita evidentemente una gracia de Dios, una gracia que proviene de nuestra vivencia en el Reino de los cielos y que tenemos que pedir con todo nuestro corazón”, sostuvo.
Por último, el obispo de Río Cuarto señaló que “solamente del amor pueden surgir cosas buenas para los demás, solamente del amor puede surgir el bien”. Por eso el mundo de hoy, cada vez más agresivo, competitivo, violento, necesita “que nosotros hagamos nuestra esta forma de vida, como el Señor nos pide en este Evangelio”, concluyó.
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