El obispo de Nueve de Julio presidió la Misa Crismal el 30 de marzo en la catedral de la ciudad, y animó a los presentes a renovar el entusiasmo apostólico y el dinamismo misionero
El obispo de Nueve de Julio, monseñor Ariel Edgardo Torrado Mosconi, presidió la concelebración eucarística de la Misa Crismal el 30 de marzo en la catedral de la ciudad.
Con participación de la totalidad del presbiterio diocesano y de numerosos laicos y consagrados, los fieles se reencontraron en esta manifestación de la Iglesia particular.
Previamente a la concelebración litúrgica, el mismo obispo dio la bienvenida a quienes iban llegando desde sus comunidades de origen, se proyectó un video haciendo memoria del acontecer diocesano a lo largo del pasado año y se agradeció tanto la presencia como el generoso y comprometido trabajo evangelizador que cada uno de los sacerdotes presentes ha llevado a cabo tanto en sus parroquias como a nivel diocesano.
En la homilía, el prelado evocó tres imágenes que ilustran y ayudan a comprender el aquí y ahora de la Iglesia local: la tormenta, las llagas y la reconstrucción.
Evocando la imagen de Jesús en la barca con los discípulos un atardecer de tormenta, tomada del evangelio de san Marcos, exhortó a profundizar la esperanza y la confianza, superando el desánimo y el desaliento en la vida y en la tarea concreta de la evangelización.
Luego, recordó que los pecados de los miembros de la Iglesia son un verdadera llaga, herida y enfermedad del cuerpo eclesial, y se curan con la gracia de la misericordia, en un sincero esfuerzo de conversión, penitencia y reconciliación tanto personal como comunitaria. “En el trasfondo, no podemos dejar de admitir una 'mediocridad' en la fe”, prosiguió.
Refiriéndose a san Francisco de Asís como reformador de la Iglesia, convocó a un esfuerzo entusiasta, responsable y sostenido por reconstruir, reformar y renovar cada ámbito de la vida diocesana, partiendo del propio y personal cambio de vida.
“Cabe preguntarse a esta altura: todo cuanto se hace en nuestra comunidad (catequesis, liturgia, caridad, eventos, proyectos, reuniones, y un largo etc.), ¿evangeliza realmente? Pero la renovación no se trata solamente de un cambio de planes, o de ‘tirar todo abajo’ porque se viene haciendo mal, o de apostar por la última novedad pastoral de moda: ¡hay que recuperar la pasión por evangelizar, el entusiasmo apostólico, el dinamismo misionero, el gusto por comunicar esa alegría que brota solo del Evangelio vivido!”, concluyó.
El rito eucarístico incluyó, como cada año, la renovación de las promesas sacerdotales por parte de los presbíteros presentes y la bendición del óleo de los catecúmenos, del de los enfermos y del santo crisma.
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