En una emotiva ceremonia, presidió una misa de acción de gracias concelebrada con seis obispos y unos 30 sacerdotes en la basílica de San José de Flores, acompañado por numerosos familiares y amigos.
Una emotiva celebración fue la misa de acción de gracias por los 50 años de sacerdocio de monseñor Ruben Frassia, obispo emérito de Avellaneda-Lanús, que se ofició en la basílica de San José de Flores el viernes 24 de noviembre al mediodía.
“Me emociona la cercanía, presencia, fraternidad, de los hermanos obispos y sacerdotes, religiosas, los queridos fieles, amigos, hermanos, familia, en este lugar que me ha recibido como mi casa”, dijo monseñor Frassia, que en los últimos años celebra misa y atiende confesiones en esa basílica.
En la homilía, monseñor Antonio Marino, obispo emérito de Mar del Plata, recordó que se conocían desde hace muchas décadas, desde chicos en la parroquia porteña de Nuestra Señora de Balvanera, y al mencionar las bodas de oro sacerdotales de monseñor Frassia –ordenado el 24 de noviembre de 1973 en la catedral de Buenos Aires por el cardenal Juan Carlos Aramburu- manifestó la alegría por “cincuenta años de fidelidad conjunta de Jesucristo y del instrumento humano por Él elegido”.
“El adolescente y el joven que sentía las llamadas del Señor -y que por eso ingresó en el Seminario-, con el paso de muchos años se convirtió en sacerdote, y ahora viene a cantar, con la convicción que surge de su experiencia, la fidelidad del amor divino que no ha cesado de acompañarlo a lo largo de un extenso camino”, dijo.
“Nos une el amor a la Iglesia tal como es y como ha sido a lo largo de su historia de veinte siglos. Amamos la Iglesia real, sin condiciones, porque ella es inseparable de Cristo, quien la adquirió al precio de su sangre y la hizo su esposa para siempre. Ni los escándalos, ni los pecados de sus miembros en el pasado nos hacen retroceder, como tampoco las tensiones inocultables del presente nos quitan la alegría de la esperanza.”
Con monseñor Frassia y monseñor Marino concelebraron la misa el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo emérito de Buenos Aires; los obispos Marcelo Margni, de Avellaneda-Lanús; Oscar Miñarro, auxiliar de Merlo-Moreno; Virginio Bressanelli SCJ, emérito de Neuquén, y Juan Carlos Romanín SDB, emérito de Río Gallegos, y unos treinta sacerdotes. Entre ellos, el párroco de San José de Flores, presbítero Martín Bourdieu, y monseñor Antonio Aloisio, párroco emérito de Santa Julia, que estaba en silla de ruedas.
Al final, monseñor Frassia contó que hace cincuenta años su padre lo llamó para hablar con él. Y le dijo: “Mirá, Rubén, vos vas a ser sacerdote. Te quiero decir que vos ya no te pertenecés… No te engrupas. Los curas son como los artistas: hoy la gente los levanta y mañana los tira con tranquilidad. No te confundas. Vos estás para los demás. Si te llaman para ir a confesar, vos vas; y si te piden una misa, un matrimonio, nunca digas que no y nunca digas que estás cansado.”
“Y si alguna vez te hacen una fiesta…”, continuó el padre. “¡Qué! ¿no puedo ir?”, preguntó el joven. “Sí, porque no es para vos; porque no se la hacen a Rubén Frassia, sino al padre Rubén Frassia, que es lo que vos representás”, apuntó el padre.
Frassia dijo que ser sacerdote es un misterio de Dios, que irrumpe en la vida de una persona; que toca a la persona, y también a la familia. “La gracia que Dios dio a este elegido repercute en su familia”. El obispo agradeció a los suyos: “Siempre me comprendieron, me tuvieron paciencia. Mi familia siempre me respetó, respetó a un sacerdote en la universalidad; se dieron cuenta de que yo estaba para muchos, para los demás. Ellos aceptaron esa realidad y me ayudaron, me acompañaron”.
Al manifestar su agradecimiento a su familia, destacando que estaba su hermano, se le quebró la voz, y la gente lo cubrió con un aplauso. Mencionó a sus sobrinos, sobrinos nietos, amigos, parientes, sin citar nombres, lo que no hubiera sido posible.
“La vida de un sacerdote Dios la va haciendo –continuó- y Dios hace crecer la paternidad sacerdotal. Fue muy fuerte para mí: no vas a tener hijos pero sí vas a tener muchos hijos espirituales”. Recordó lo que le viene al corazón de un sacerdote, todos los lugares donde estuvo: el seminario; San Cayetano, de Liniers; Roma; obispo auxiliar de Buenos Aires, obispo de San Carlos de Bariloche, 19 años en Avellaneda-Lanús…
Volvió en su evocación a la parroquia de Balvanera. “Cuando al padre Carreras (Jorge Carlos, que luego fue el primer obispo de San Justo) le fui a decir que Dios me llamaba para ser sacerdote, él se puso a llorar en el confesionario; me agarró la mano, me hizo el gesto típico del sacerdote cuando tiene la hostia consagrada…”
“Realmente es extraordinario, 50 años, una vida”, dijo. Recordó con agradecimiento a tantos que lo acompañaron, a muchos que ya partieron y a quienes encomienda en la misa.
Una numerosa concurrencia participó del oficio religioso, concluido el cual muchos se acercaron a saludar afectuosamente al obispo que celebraba sus bodas de oro sacerdotales.
Monseñor Frassia presidirá otras dos celebraciones: una misa el domingo 3 de diciembre, a las 11, en el santuario de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers, y otra celebración eucarística el sábado 9 de diciembre, a las 10, en la catedral Nuestra Señora de la Asunción, en la ciudad bonaerense de Avellaneda.
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