El arzobispo de Córdoba llamó a ser "los buenos samaritanos de hoy" y exhortó a que cada uno, desde sus responsabilidades, se ponga la "patria al hombro".
El arzobispo de Córdoba, monseñor Ángel Rossi, presidió el tedeum por el 25 de Mayo en la catedral Nuestra Señora de la Asunción, donde llamó a ser "los buenos samaritanos de hoy" y exhortó a que cada uno, desde sus responsabilidades, se ponga la "patria al hombro".
Participaron de la acción de gracias a la patria el gobernador cordobés Juan Schiaretti, la senadora Alejandra Vigo y el intendente capitalino Martín Llaryora, entre otras autoridades provinciales y municipales.
"Los argentinos estamos cerca de comenzar una nueva etapa, un nuevo punto de partida", dijo refiriéndose a las próximas elecciones nacionales y provinciales, y sugirió: "No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan: esto sería infantil, sino más bien hemos de ser parte activa en la rehabilitación y el auxilio del país herido".
"Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia religiosa, filial y fraterna para ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos", sostuvo.
"Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser Nación, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído. Hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia", agregó.
El arzobispo cordobés consideró que "las dificultades que aparecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza", por lo que pidió: "Renunciemos a la mezquindad y el resentimiento de los internismos estériles, de los enfrentamientos sin fin".
"No tenemos derecho a la indiferencia y al desinterés o a mirar hacia otro lado. No podemos 'pasar de largo' como lo hicieron los de la parábola", advirtió y afirmó: "Tenemos responsabilidad sobre el herido que es la Nación y su pueblo".
Monseñor Rossi dijo: "Se inicia hoy una nueva etapa en nuestra patria, signada muy profundamente por la fragilidad: fragilidad de nuestros hermanos más pobres y excluidos, fragilidad de nuestras instituciones, fragilidad de nuestros vínculos sociales…"
"¡Cuidemos la fragilidad de nuestro pueblo herido! Cada uno con su vino, con su aceite y su cabalgadura. Cuidemos la fragilidad de nuestra patria. Cada uno pagando de su bolsillo lo que haga falta para que nuestra tierra sea verdadera posada para todos, sin exclusión de ninguno. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, actitud de projimidad del buen samaritano", concluyó.
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