"La conversión personal y la reforma de las estructuras van de la mano, no se puede dar la una sin la otra", aseguró el presidente del Episcopado en la misa de apertura de la 124ª Asamblea Plenaria.
El obispo de San Isidro y titular de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, recordó a sus pares que, como pastores, hay que animar la fe de las comunidades, porque “es tiempo de hondura, porque vivimos un tiempo difícil”.
“¡Ojalá seamos testigos de una fe viva que irradia!”, exclamó en la misa de apertura de la 124ª Asamblea Plenaria de la CEA que, desde hoy y hasta el viernes, reúne a un centenar de obispos en la casa de ejercicios “El Cenáculo”, del partido bonaerense de Pilar.
Dos grandes desafíos
El obispo sanisidrense señaló que, en la agenda de trabajo del plenario, hay “dos grandes desafíos del mundo en que vivimos: el narcotráfico y las dinámicas de la comunicación contemporánea”.
“Ambos tocan de cerca la realidad de los jóvenes, sobre la que hemos reflexionado en las pasadas asambleas, pero además configuran profundamente la cultura en la que vivimos”, puntualizó.
“El miércoles continuaremos trabajando en el proceso sinodal, haciendo camino juntos, dejándonos iluminar unos a otros con este maravilloso método de la conversación en el Espíritu, a fin de alcanzar consensos; no se trata de conseguir mayorías, sino de discernir juntos lo que el Espíritu nos va mostrando”, detalló.
Tras destacar que, en ese clima, se comenzaron a revisar “las estructuras de participación episcopal para favorecer mejor nuestra colegialidad y nuestra comunión”, planteó una pregunta: “Los organismos de la Conferencia Episcopal, ¿funcionan adecuadamente para lograr ser una Iglesia sinodal y misionera?”
“Cuando determinamos nuestras responsabilidades en distintas funciones y servicios en la Conferencia Episcopal, reconocimos en el diálogo que, muchas veces, rápidamente pensamos en nombres, en lugar de pensar en actitudes, valores y los perfiles necesarios que puedan encarnar los diversos roles al interior de nuestro cuerpo episcopal, para ser una auténtica Iglesia sinodal en salida misionera”, rememoró, aludiendo a una reflexión surgida en la última reunión de la Comisión Permanente de la CEA.
“Reconozcamos que se trata de responder al llamado que el Papa Francisco nos hizo desde el inicio de su pontificado, especialmente en Evangelii gaudium, asumiendo el contexto particular de nuestro país”, indicó.
El presidente del Episcopado invitó también a sus pares a “hablar con franqueza acerca del modo en que vivimos la sinodalidad entre nosotros, ese nivel al que hizo referencia Francisco en su discurso de 2015, cuando habló de la sinodalidad de las conferencias episcopales nacionales y regionales”.
“Como pastores, somos garantes de la comunión y animadores de sinodalidad misionera en nuestras comunidades”, recordó, y profundizó: “Sabemos bien que la comunión es para la misión. Misionamos mejor en comunión sinodal, nos hacemos más sólidos y más creíbles. Esto nos toca en primera persona: ¿cómo vamos a predicar sinodalidad y corresponsabilidad, consensos y conversión de personas y cambio de estructuras, si nosotros mismos no estamos dispuestos a estas reformas y no las llevamos adelante?”
Animar la sinodalidad
Monseñor Ojea subrayó que “animar la sinodalidad es trabajar juntos, pensar juntos y discernir juntos; pero también es rendir cuentas, es dejarnos interpelar y cuestionar”, y graficó: “Se trata de vivir un liderazgo humilde y servicial al estilo de Jesús”.
“Es lo que las comunidades argentinas han pedido en el proceso de escucha plasmada en la Síntesis Nacional, de cara a la Asamblea de octubre de 2023 y, posiblemente, vuelvan a solicitarlo en la consulta que ahora mismo se está desarrollando en nuestras diócesis”, aventuró.
“Hermanos, nos encontramos ante el desafío de cambiar. De asumir el liderazgo de una forma nueva, tal vez distinta a lo que hemos aprendido en nuestra formación… O a la que hemos vivido como obispos en nuestras diócesis”, propuso.
El presidente de la CEA consideró que “esta reforma sinodal y misionera me recuerda a los cambios del Concilio Vaticano II, cambios que pusieron en crisis a muchas personas, que no reconocían en esos cambios la Iglesia en la que habían sido formados”.
“Estamos llamados a dar nuevos pasos que, tal vez, nos harán sentir menos seguros, porque tardarán en cristalizarse nuevas estructuras y nuevas modalidades”, pronosticó.
En este Año de la Oración, monseñor Ojea invitó a sus pares a “rezar desde nuestra pobreza, poniendo la intención del proceso sinodal de nuestra Iglesia Argentina”.
“El beato Eduardo Pironio hablaba mucho de la oración que se hace desde la pobreza, de la apertura a Dios que nos da el hecho de sentirnos vulnerables. Decía: ‘Cuando nos sentimos pobres, Dios se hace cercano e íntimo’. Nuestro beato fue un hombre que supo de crisis, de cambios y de desafíos eclesiales de todo tipo; pero su fe en el Señor, que conduce a la Iglesia, fue inquebrantable”, aseguró.
“La conversación en el Espíritu nos animará y nos dará luz para ver juntos qué tenemos qué hacer y cómo tenemos que hacerlo. La conversión personal y la reforma de las estructuras van de la mano, no se puede dar la una sin la otra”, sostuvo, y concluyó: “Que María Santísima, Madre de la Iglesia, anime este humilde cenáculo y nos ayude a pedir juntos un nuevo Pentecostés para la Iglesia en la Argentina”.+
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