El arzobispo platense destacó que la clave para ser cristiano "es tener ese encuentro vital que transforma y cambia la vida para bien, de una vez para siempre".
El arzobispo de La Plata, monseñor Gabriel Mestre, ofreció los tradicionales tres puntitos para reflexionar a la luz del Evangelio dominical y sintetizadas en tres palabras: deseo, encuentro y transformación.
Deseo “¿qué quieren...?”
Con respecto al primer punto, recordó que la pregunta que Jesús “nos hace hoy para entrar en nuestra interioridad, para descubrir cuáles son nuestros deseos más profundos. Qué deseo de cara a la vida, a mi vida, a mis valores”.
“Tengo que descubrir qué hay dentro de mi corazón y dejarme hacer la pregunta de Jesús. Somos invitados a tomar contacto con nuestros deseos buenos, más o menos y, también, deseos malos. Uno podría transformar el refrán popular, retraducirlo para este tema y decir: Dime que deseas y te diré quién eres”, aseguró.
En ese marco, invitó a preguntarse internamente: “¿Cuáles son los deseos más profundos de mi corazón? ¿Qué estoy anhelando hoy? ¿Qué busco, en definitiva, con lo que hago o dejo de hacer en mi vida? ¿Qué lugar ocupa Dios en mis búsquedas cotidianas? ¿Hacia dónde tiende mi vida? ¿De qué cosas tengo hambre y sed en mi corazón hoy? ¿Qué quiero y deseo de mi futuro?
Encuentro “¿Dónde vives?... Vengan y lo verán...”
En el segundo punto, monseñor Mestre recordó que en la narrativa bíblica “la pregunta de los discípulos es vital y la respuesta de Jesús es más vital todavía. Ellos no le preguntan cuál es su doctrina, cuáles son sus exigencias... Le preguntan dónde vive, dónde habita. El Señor no les responde señalando un lugar, un espacio concreto sino que los invita a tener una experiencia personal de encuentro con Él”.
"Ésta es -manifestó- la clave para ser cristiano: un encuentro vital. Dirá magistralmente el papa Benedicto XVI: No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
“El discipulado cristiano se define por un encuentro, por el encuentro con el Mesías, Jesucristo, el Hijo de Dios”, agregó.
Sobre la importancia de ese encuentro, animó a reflexionar: “Mi religiosidad: ¿Es vital?, ¿o tiende a ser solo ‘formal’? Mi vida de oración: ¿Está marcada por el encuentro personal con el Señor?, ¿o acentúa solo determinadas doctrinas y preceptos que debo cumplir? ¿Cómo puedo acrecentar mi vida de encuentro vital personal con Dios? ¿Predomina en mi espiritualidad “hacer experiencia de encuentro con el Señor”?
Transformación “Tú eres... Tú te llamarás...”
“Jesús le cambia el nombre a Simón, ahora se llamará Kefas. Como ocurre en varios textos de la Escritura, el cambio de nombre implica una misión que transforma totalmente la vida del verdadero discípulo del Señor”, señaló el arzobispo platense.
En tanto, aseveró que la mirada del Señor, como ocurre con Pedro, “también hoy a nosotros nos transforma y nos cambia la vida para bien de una vez para siempre. Aquí está presente la conversión inicial, la conversión primigenia y, también la conversión cotidiana, la que se da de forma constante y se sostiene por la gracia de Dios en el día a día”.
“Como dice el documento de Aparecida, el proceso de deseo y encuentro que termina en la transformación es la síntesis única del método cristiano. Por eso no lo olvidemos: deseo, encuentro, transformación”, enfatizó.
Y finalizó: "¿Me dejo transformar por el encuentro con Jesús? La experiencia de encuentro personal con el Señor: ¿Me cambia la vida para bien? ¿Estoy en verdadero camino de conversión? ¿Dejo que la gracia de Cristo me sostenga y rescate en mi proceso de conversión? ¿Busco vivir la dinámica del deseo, el encuentro y la transformación como síntesis de mi vida cristiana?".
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