Monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú, en el cuarto domingo del tiempo ordinario, brindó una reflexión sobre el evangelio dominical de San Lucas.
El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Raúl Martorell, en el cuarto domingo del tiempo ordinario, brindó una reflexión sobre el evangelio dominical de San Lucas.
El prelado señaló que Jesús es centro de admiración: “Él ya había estado predicando y ‘su fama se había extendido por toda la región’. Pero Jesús también genera rechazo. La gente de Nazaret -la ciudad donde creció- estaba admirada por la belleza de su predicación pero no podía aceptarlo como maestro y mucho menos como Mesías, porque era uno más del montón, era el hijo del pobre carpintero José, pertenecía a una familia humilde del pueblo, no era un personaje prestigioso ni uno de los poderosos de la alta sociedad”.
“El pueblo no supo reconocer en Jesús al Mesías prometido por Dios que tendría una gran predilección por los pobres de toda pobreza, de los ciegos de todo tipo de ceguera, de los oprimidos por toda clase de opresiones. No supo reconocer a Aquél que traía la salvación y la gracia de Dios para su pueblo”.
Asimismo, agregó que “Jesús fue pobre y compartió la suerte de los pobres: fue despreciado al igual que ellos, fue relegado y se le negó un lugar en la sociedad. Por más atractiva que fuera su persona y por más bellas que fueran sus palabras, eso no bastaba para que lo aceptaran. Y Jesús renunció a deslumbrar a este pueblo de dura cerviz con su poder. No hizo allí ningún milagro, porque sabía que si no creían en su palabra ‘no creerán aunque resucite un muerto’”.
Monseñor Martorell dijo que “Jesús al ver la actitud de sus compatriotas imagina un reproche por la ausencia de prodigios y de signos milagrosos y supone que le aplican el refrán: ‘médico cúrate a ti mismo’. Por eso se adelanta y les responde con otro refrán conocido en su pueblo: ‘nadie es profeta en su tierra’.
El obispo de Puerto Iguazú concluyó diciendo que “por medio de este refrán Jesús no está diciendo que los profetas siempre son rechazados en su tierra, como si fuera una ley inamovible. Simplemente pretende mostrarles lo que de hecho estaban haciendo con él, usando ese refrán que ellos usaban frecuentemente en las conversaciones cotidianas. Hay una verdad escondida en este refrán y es que muchas veces no es fácil descubrir la presencia de Dios en las cosas simples y normales de nuestra vida. A veces no nos damos cuenta que Dios nos visita en los acontecimientos o que Dios habla a través de las personas que Él pone en nuestro camino, en los sacerdotes o en los miembros de la Iglesia. No tenemos ojos de fe”.+
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