El obispo de Chascomús predicó en la misa de acción de gracias por la beatificación del "profeta de la esperanza", que presidió hoy el enviado papal, Card. Fernando Vérgez, en la basílica de Luján.
El enviado papal, cardenal Fernando Vérgez, presidió este domingo 17 la misa de acción de gracias por la beatificación del cardenal Eduardo Pironio, en la basílica santuario de Nuestra Señora de Luján, lugar fundamental en su vida, y donde descansan los restos del “profeta de la esperanza” y nuevo beato.
En la Eucaristía estuvo presente también el nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk, y fue concelebrada por el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig; el arzobispo de Bahía Blanca, monseñor Carlos Azpiroz Costa OP; el obispo de Chascomús, monseñor Carlos Humberto Malfa; el obispo de Nueve de Julio, monseñor Ariel Torrado Mosconi; el cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez; y el cardenal venezolano Baltazar Porras, entre otros clérigos.
Monseñor Scheinig recordó, además, que el 17 de diciembre es el cumpleaños del Papa Francisco, por lo que durante la misa se lo vivó y se rezó por sus intenciones.
En la homilía, monseñor Malfa reconoció en Pironio “un modelo de pastor, de vida evangélica y de luminosa fidelidad a las distintas misiones que le fueron confiadas en la Iglesia”, y recordó que el nuevo beato consideraba que Luján, donde acontecieron los momentos más importantes de su vida, “era el corazón espiritual de la Argentina”.
“Al vernos aquí, nos diría: ‘Siempre en la casa de la Madre se experimenta más hondamente el amor del Padre, que nos hace hijos; se escucha más dócilmente la Palabra del Hijo, que nos hace discípulos; y se recibe más profundamente la fuerza en el Espíritu Santo, que nos hace testigos’; por eso nosotros, desde el corazón fiel de la Virgen, entonamos el canto de alegría, gratitud y alabanza: ¡Magnificat! ¡Magnificat!”, destacó quien fue colaborador de Pironio en la diócesis de Mar del Plata.
El prelado definió a Pironio como “un santo de la puerta de al lado, de los que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios”, y proclamó, con el Papa, que “la santidad es el rostro más bello de la Iglesia”.
Monseñor Malfa citó al presbítero Lucio Gera, un “amigo entrañable de Pironio y un gran teólogo argentino”, que decía: “Para ver las cosas pequeñas, hay que acercarse a ellas; pero para ver las cosas grandes, hay que alejarnos de ellas. Solo vemos el perfil de la grandeza de un monte si nos distanciamos de él; obviamente, sin alejarnos tanto que lo perdamos de vista y lo echemos al olvido”, y completó: “Lo mismo nos ocurre con hombres de la talla humana y espiritual de Eduardo Pironio”.
“El beato Pironio fue un hombre del Concilio y un artesano de su recepción en América Latina, donde cultivó su visión de la Iglesia de la Pascua; una Iglesia de cruz y de esperanza, de pobreza y de contemplación, de profecía y de servicio. Una Iglesia misterio de comunión misionera en medio del mundo”, afirmó.
“Para Pironio, el único camino para un cambio verdadero pasa siempre por el corazón de las bienaventuranzas evangélicas”, destacó, y aludió a “aquella meditación para tiempos difíciles, como los que estamos viviendo los argentinos y muchos países de América Latina, en la que recordaba que son momentos que exigen fortaleza de espíritu, en dos sentidos: como ‘firmeza, constancia y perseverancia’ y como ‘compromiso activo, audaz y creador”.
Tras pedirle al nuevo beato que interceda por tantos jóvenes que “buscan saber para qué y para quién vivir; que buscan y esperan futuro, proyecto, sentido y dignidad”, sostuvo que “Pironio fue entre nosotros profeta y testigo: en su vida y en su muerte, nos anunció a Cristo, esperanza de la gloria”.
Monseñor Malfa terminó su reflexión repitiendo la oración que el beato le escribió a Nuestra Señora de la Nochebuena:
Señora de la Nochebuena,
Señora del Silencio y de la Espera:
esta noche nos darás otra vez al Niño.
Velaremos contigo hasta que nazca:
en la pobreza plena, en la oración profunda,
en el deseo ardiente...
En algún pueblo no habrá Nochebuena,
porque están en guerra.
En algún hogar no habrá Nochebuena,
porque están divididos.
En algún corazón no habrá Nochebuena,
porque está en pecado...
Señora de la Nochebuena,
Madre de la luz, Reina de la Paz,
Causa de nuestra alegría:
que en mi corazón nazca esta noche
otra vez Jesús.
Pero para todos:
para mi casa, para mi pueblo,
para mi patria, para el mundo entero.
Y sobre todo, fundamentalmente,
que nazca otra vez Jesús,
para Gloria del Padre.
Amén.
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