En el marco de la semana de Pentecostés, el obispo de Merlo-Moreno, monseñor Fernando Maletti, envió un mensaje a la diócesis referido a los Hogares de Cristo.
En el marco de la semana de Pentecostés, el obispo de Merlo-Moreno, monseñor Fernando Maletti, envió un mensaje a la diócesis referido a los Hogares de Cristo.
Con un mensaje dirigido a la comunidad diocesana, el obispo de Merlo-Moreno y delegado episcopal para la Pastoral de Adicciones y Drogadependencia, monseñor Fernando Carlos Maletti, se refirió a los Hogares de Cristo.
“La Pandemia nos ha enseñado muchas cosas, en especial a que ser solidarios en el Amor que vale más que todo lo que podamos sentir como valioso (‘El Amor no pasará jamás’ 1 Cor 13, 1-13ª)”, comienza diciendo la carta.
“Es la experiencia de las ollas populares y comedores que, con el acompañamiento de Cáritas diocesana, pulularon y aún son presencia bien necesaria en las trece localidades de los dos partidos bonaerenses de nuestro territorio diocesano. No nos cansamos de esto y que siga adelante a pesar de desánimos, escasez de recursos o falta de tiempo. Se trata de lo dicho por la Madre Santa Teresa de Calcuta ‘hay que dar hasta que duela’”.
En esta línea, detalló, “hace tiempo que, fruto del visiteo a los hogares de Cristo y otros centros en el país (como delegado episcopal de la Pastoral de adicciones y drogadependencia) y en nuestro ámbito, vengo pensando en esto que a continuación les comparto”.
La Familia grande “Hogar de Cristo”, explicó, es una red de centros barriales que tienen como finalidad dar respuesta integral a situaciones de vulnerabilidad social y consumos problemáticos de sustancias psicoactivas poniendo en primer lugar a las personas y sus cualidades. Hoy en la diócesis de Merlo-Moreno hay ocho centros barriales; y en la Argentina son más de 200 en 19 provincias.
Lo característico es “recibir la vida como viene, porque toda vida es sagrada y valorable”, destacó. “El otro principio es ‘acompañar cuerpo a cuerpo, poner en práctica la parábola del Buen Samaritano, ayudar a los hermanos que sufren para que se pongan de pie’, con un Jesús ‘cercano, presente y amigo que nos abraza’”, añadió, citando a monseñor Carrara.
“Los Hogares de Cristo -continuó- son una familia que acompaña la dimensión educativa y los emprendimientos laborales. Son una familia que recibe, abraza y acompaña donde los jóvenes y adultos se sienten parte, se adueñan de ese lugar para sentarse en una mesa, y en lo cotidiano se va haciendo un Espíritu de familia. Ellos son protagonistas centrales en cada familia del Hogar de Cristo”.
“Esta es una propuesta que tiene que ver con una parroquia en salida y popular. En estos lugares el eje es la religiosidad y la espiritualidad cristiana. Plantear esto no es la contracara de una Iglesia oficial, sino más bien el sentido de una participación activa de la gente del barrio como sujeto y no como objeto de la evangelización”.
Citando al entonces cardenal Jorge Bergoglio, monseñor Maletti enumeró: “Las adicciones te hunden en el tobogán sin retorno de las tres “C”: calle, cárcel, cementerio; los Hogares de Cristo buscan generar una transformación para que se conviertan en casa, colegio, club”.
“El desafío de sacerdotes, religiosas, diáconos, laicos mujeres y varones que se ‘meten’ en esto es hacer algo con los niños, adolescentes y jóvenes que consumen sustancias (como el paco y otras). Es tratar con los muertos vivientes, con los ‘chorros’ y drogadictos, con el descarte de la sociedad (en el decir del papa Francisco)”.
“Las grietas que estamos padeciendo como pueblo desde antes, y ahora más, durante la pandemia -consideró el obispo-, están muy bien orquestadas y financiadas. Se buscan estratégicamente temas sensibles que se instalan en la agenda. Se organizan marchas y contramarchas, pero el ‘logro’ es profundizar en los problemas”.
“Discusiones muy elocuentes, discusiones interminables en los medios de comunicación, frases que suenan lindo pero que encierran solo parte de la verdad, estadísticas dudosas. En nombre de la inclusión, la justicia, la seguridad, se arman bandos para pelear por ideas. No se busca discernir la realidad, se confronta y se desautoriza al que piensa distinto. Siempre está la sospecha y la desconfianza por delante. Todos contra todos”, lamentó.
“Es por esto que la experiencia de los Hogares de Cristo nos debe entusiasmar. Son otras lógicas en las maneras de construir. Se recibe la vida de los que están más rotos que luego comienzan a transformarse en los protagonistas del espacio”, animó.
“Me llama la atención y es muy destacable la cantidad de voluntarios que se van sumando y el gran trabajo en redes que necesita el espacio. No hay tanto tiempo para discutir ideas, sino que es la realidad misma la que va uniendo tantas voluntades. Si uno es católico o evangélico, de tal o cual preferencia política… esto pasa a otro plano. No se trata de caer en un pragmatismo vacío, es una construcción distinta”, advirtió.
“Es tan fuerte -describió el obispo- el encuentro con los jóvenes destruidos por el gran negocio de las drogas, es tan intenso el dolor de las madres que perdieron a sus hijos o sienten que ya no se puede hacer nada por los que están vivos, es tan duro ver a una joven que consume con un niño en su vientre, es tan fuerte ser testigo de enfrentamientos, peleas, armas, sicarios, mutilaciones físicas y psicológicas casi sin retorno”. Por eso felicitó “a los que en nuestra diócesis de este desafiante tercer cordón del Conurbano, logran poner el cuerpo propio para asumir la vida como viene para redimirla con Jesús y la Virgen”.
“Esta es una experiencia que se hace bien de abajo, es una muestra de que podemos unirnos y trabajar en la construcción de una sociedad diferente en la línea de Laudato si’ y Fratelli tutti, de nuestro papa Francisco; Jesús nos convoca a vernos como hermanos”.+
Comentá la nota