“El camino sinodal es una oportunidad que nos da el Espíritu Santo para vivir una vida digna según lo que Dios desea para nosotros,” afirmó Mons. Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá durante la celebración de la segunda jornada del Encuentro que por convocatoria del Celam acoge del 29 al 31 de agosto a los participantes de América Latina y el Caribe en la primera sesión de la Asamblea del Sínodo.
Tarea personal y comunitaria
Tomando como punto de referencia la primera carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses, el prelado recordó que es necesario que hombres y mujeres de los cinco continentes puedan reflejar con sus actitudes que llevan una vida digna de Dios, por lo que presentó tres elementos de la Sagrada Escritura que considera pueden ayudar en ese camino además de acompañar los trabajos del Encuentro, iluminando los gestos de la vida fraterna y las reflexiones que surjan de este espacio de preparación al Sínodo. Coherencia, relaciones y gratitud, son estos tres elementos básicos.
Recordando el capítulo 23 de San Mateo que en sus palabras muestra una verdadera diatriba de Jesús contra la hipocresía y la apariencia, el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia insistió en que él nos hace una invitación, una exhortación que nos motiva profundamente a buscar la coherencia en nuestra vida. Reconociendo que se trata de una batalla de todos los días, un esfuerzo permanente, porque ninguno de nosotros puede decir que tiene ya el 100% de coherencia en su vida y quien lo diga seguramente ya estará, acabado, pleno o cercano a la gloria, cuando en realidad sabemos que se trata de una tarea personal y comunitaria. “Coherencia que brota de la conciencia de cada uno de nosotros y que le da rostro de coherencia de vida a todo el pueblo de Dios”.
Relaciones fraternas
En esta línea aseguró que es necesario preguntarse sobre las formas en las que deseamos vivir, trabajar y orar. “Es una coherencia que no solo se dirige hacia el ambiente moral dentro de la iglesia, sino en el relacionamiento social,” y ahí se refirió al segundo elemento las relaciones con los demás, particularmente con los que no creen, los que tienen temores frente al camino sinodal, experimentan dudas y hasta hablan mal de esta experiencia o del Papa.
Ahí insistió, en que es muy importante la coherencia de nuestra vida, una coherencia fraterna, guiada por el Espíritu Santo que desde dentro nos debe llevar a seguir caminando con Jesús, esa es la verdadera coherencia, caminar con él y que además debe traducirse en nuestras relaciones con los demás porque no es suficiente con la transformación de las estructuras eclesiales si nuestra actitud con los demás no presenta ningún cambio.
“Si el trato con las demás personas no habla de sinodalidad. Tenemos entonces la oportunidad, guiados por el Espíritu Santo de reformar, de renovar la forma como nos relacionamos dentro de la Iglesia de todas las vocaciones dentro del Pueblo de Dios y hacia afuera, la manera como servimos, la manera como nos entregamos a los demás, como los acogemos”. Para el prelado una espiritualidad de las relaciones valora lo que tenemos y lo pone al servicio de los demás.
Con relación al trato, recordó las palabras de Pablo en la Carta a los tesalonicenses: “los tratamos con lealtad, con santidad, con rectitud de vida”.
Libres del juicio
Pasando al tercer elemento de su reflexión se refirió a la gratitud a partir de San Pablo en la Carta a los Tesalonicenses donde aparece el pastor agradeciendo al rebaño a quienes recibieron el Evangelio, la Palabra, no como la palabra humana. «La gratitud debe hacer parte de nuestro camino sinodal, gratitud con la historia de salvación del Antiguo, del Nuevo Testamento, con estos 20 siglos de Iglesia, gratitud con aquellos que se esforzaron y que de pronto trabajaron antes del Concilio, en el Concilio y en el post Concilio según las necesidades de la Iglesia».
«Nunca con una mirada hacia atrás para juzgar, para decir que ellos eran una Iglesia de conservación, por ejemplo. La mirada hacia atrás debe ser para agradecer, porque por ellos estamos en el camino sinodal, mirada de gratitud que también debe extenderse a las personas que acompañan nuestros esfuerzos evangelizadores permanentemente. La gratitud con el Señor con su presencia, con su paciencia, con nosotros, la gratitud con el Espíritu Santo que obra, transforma, ilumina y quema si es necesario».
El arzobispo de Bogotá cerró su reflexión diciendo que «este camino sinodal que estamos viviendo, que no tiene retorno, que tiene avance con la fuerza del Espíritu Santo es una oportunidad que el Espíritu Santo nos da como Pueblo de Dios para vivir dignamente la vida que Dios quiere de cada uno de nosotros, insistiendo en la propuesta de la Palabra del día: coherencia de vida, relaciones evangélicas iluminadas por el Espíritu y gratitud, intención que puso a los pies de Nuestra Señora de Guadalupe, protectora y madre, compañera de camino de la Iglesia de América Latina nos llene de la alegría de caminar juntos como hermanos.
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