El arzobispo de San Juan contó cómo el haber ido al velorio del sacerdote en la villa despertó su vocación, y graficó aquel momento: "Me conmovió el llanto y el dolor de los pobres de esa comunidad".
El arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Lozano, recordó cómo vivió la noticia del asesinato del presbítero Carlos Mugica y cómo el haber concurrido al velatorio del sacerdote, realizado en la villa de Retiro, lo marcó e hizo despertar su vocación sacerdotal.
"Ante el cajón, me conmovió en lo hondo del corazón el llanto y el dolor de los pobres de esa comunidad. Mujeres, hombres, niños, jóvenes", contó en un artículo publicado en Infobae.
"Me quedaba como imagen la de un sacerdote entregado con generosidad, haciendo presente a la Iglesia entre los pobres, anunciando el Evangelio y comprometido en la promoción humana de su comunidad". "El lema que se está divulgando estos días reza 'El padre Carlos Mugica vive en el corazón de su Pueblo'", puntualizó, y concluyó: "Soy testigo de que ya era así antes del martirio".
Texto del artículo
Hay acontecimientos que nos impactan de modo profundo, pero las consecuencias las vamos percibiendo gradualmente.
El día que asesinaron al padre Carlos Mugica yo tenía 19 años. Estaba estudiando Ingeniería en la Universidad Tecnológica y trabajaba como electricista en una fábrica del barrio de Barracas en la ciudad de Buenos Aires. Participaba con otros jóvenes de un grupo universitario de la Acción Católica.
En la noche fuimos al velatorio en la Villa 31. Vienen a mi memoria recuerdos como en nebulosa. El frío, meter los zapatos en el barro, la oscuridad. Así nos fuimos acercando a la capilla, de a poco, entre la multitud.
Cuando llegamos ante el cajón me conmovió en lo hondo del corazón el llanto y el dolor de los pobres de esa comunidad. Mujeres, hombres, niños, jóvenes. Los monaguillos vestidos con sotanita negra y roquete blanco. Todos lloraban la muerte violenta de su pastor. Aún hoy cierro los ojos y vuelvo a recoger en el recuerdo el sentimiento de orfandad en ellos.
Luego… el camino al cementerio de una multitud a pie y los sacerdotes cargando en el hombro el ataúd con su hermano cura martirizado. Expresión de comunión con quien no se cortaba solo en su entrega.
“¿Y ahora?”. Ese interrogante se fue afianzando en mi corazón durante las semanas y meses siguientes.
Esa noche de hace 50 años marcó el inicio de los planteos vocacionales que en agosto de ese mismo año me llevaron a discernir mi ingreso al Seminario.
No recuerdo haber tenido contacto personal con el padre Carlos. Sí había leído algunos de sus escritos y notas periodísticas.
Me quedaba como imagen la de un sacerdote entregado con generosidad haciendo presente a la Iglesia entre los pobres. Anunciando el Evangelio y comprometido en la promoción humana de su comunidad. El lema que se está divulgando estos días reza “El padre Carlos Mugica vive en el corazón de su Pueblo”.
Comentá la nota