El arzobispo emérito de San Juan de Cuyo, monseñor Alfonso Delgado, presidió el sábado 17 de junio el acto de sucesión episcopal de la Iglesia arquidiocesana a monseñor Jorge Lozano.
En su despedida, agradeció a los fieles y pidió a Dios “que este agradecimiento esté presente en mi corazón a lo largo de mi vida”. A continuación, el nuevo obispo presidió la celebración de Corpus Christi en el atrio de la catedral y animó a los fieles a “tener un solo corazón y una sola alma puestos en Jesús”
En una celebración llevada a cabo en la catedral de San Juan, el arzobispo emérito, monseñor Alfonso Delgado, entregó este sábado 17 de junio el báculo y el mando de la arquidiócesis a sus sucesor, monseñor Jorge Lozano, quien luego presidió la celebración de Corpus Christi.
Al conocerse que el papa Francisco aceptó la renuncia de monseñor Delgado, quien cumplió la edad establecida para los obispos, la comunidad arquidiocesana de San Juan de Cuyo se reunió en el atrio de la catedral para participar del acto de sucesión episcopal.
En sus palabras de despedida, el ahora arzobispo emérito manifestó: "Quisiera expresarles cuánto los admiro y cuánto he aprendido de ustedes en estos años sanjuaninos. Pido a Dios que este agradecimiento esté presente en mi corazón a lo largo de mi vida. En ese recuerdo incluyo a todos los sanjuaninos, a sus instituciones y a sus autoridades".
“En estos años he percibido la capacidad de querer, y de quererse cada día más, de la gente de esta hermosa y agreste provincia cuyana. Es un afecto que se queda muy pegado en el alma. Con el correr de los días, mi hermano Jorge Lozano irá teniendo la misma experiencia que yo he vivido. Sé que ustedes lo acompañarán con fe y entusiasmo en su tarea pastoral como nuevo obispo diocesano. Y todos juntos seguirán haciendo crecer y extender el servicio evangelizador de la Iglesia para llegar a todos los corazones y, especialmente, a todos los confines y periferias humanas”, aseguró.
“Dentro de unas semanas el Arzobispo emérito Alfonso continuará su tarea pastoral en el ámbito de la Arquidiócesis de Rosario. Pero como dice la tonada, es probable que alguna vez tenga que “volver a San Juan”, aunque sea en alguna visita”, agregó el arzobispo emérito.
Para finalizar aseguró que, confiando en la gran misericordia de Dios que nos enseñó Jesús, debemos llegar a encontrarnos (todos, sin que falte nadie) “junto al Señor, ‘en la vida para siempre’”, y recordó que “Dios mismo está empeñado en recibirnos con los brazos abiertos. Para eso envió a su Hijo Jesucristo, compartió nuestra vida y nos ha recordado que Él no vino a buscar a los justos sino a los pecadores, y nos redimió con su Cruz y Resurrección, nos dejó a su Madre bendita y a su Iglesia, la gran familia de Dios. ¡Él sigue tan cercano en la Palabra de Dios, en la Eucaristía y allí donde sus discípulos viven como Él nos enseñó!”.
Dirigiéndose a su sucesor, monseñor Delgado expresó: "Querido Jorge, sé que desempeñarás muy bien tu misión, con alegría, entusiasmo y la generosidad que te caracteriza. Que Dios te bendiga y acompañe siempre. Desde este momento, el primero en obedecer al nuevo obispo debe ser el obispo emérito. Con la gracia de Dios, me comprometo a acompañarte en lo que sea necesario, a seguir rezando por ti y por esta querida Iglesia y por el pueblo sanjuaninos. Les pido a ustedes que también recen por él y sepan acompañarlo en todo momento. Y al igual que el papa Francisco, también me atrevo a pedirles que recen por mí. Gracias, de todo corazón", concluyó.
El flamante arzobispo presidió luego la celebración de Corpus Christi, su primera misa al frente de la arquidiócesis. En su primera homilía, monseñor Lozanó expresó: "Hoy somos testigos de la sucesión de uno de esos ministerios: el del obispo, puesto al servicio de la comunión del Cuerpo y de la misión que Jesús nos encomienda. Doy gracias a Dios por estos meses en que he sido obispo coadjutor, que me permitieron empezar a conocerlos. Gracias a mi hermano Alfonso que me recibió con tanta cordialidad y afecto, y me ayudó a acercarme al camino que viene transitando la Iglesia en San Juan".
Iluminado por el Evangelio, monseñor Lozano señaló que “Jesús se nos presenta como verdadera comida y verdadera bebida, queriéndonos advertir de la existencia de falsas comidas y bebidas, que en realidad no sacian. Pueden tal vez dejarte lleno, pero no alimentado”, reflexionó, y destacó que “Jesús fue enviado por el Padre, para saciar el hambre y la sed de absoluto, de búsqueda de plenitud que agita nuestro corazón. Un alimento que proporciona Vida eterna”.
El arzobispo advirtió que “con frecuencia también buscamos alimento en ‘otras mesas’. En el dinero, en el éxito, en la moda, en la vanidad, la ostentación. Pensemos en esto: podemos comprar o alquilar luces de colores y equipos de audio, pero la alegría es otra cosa. ‘Se pueden organizar fiestas, pero no la alegría’. Ella es fruto del Espíritu Santo”, aseguró.
Sin embargo, “el Pan de vida y la Bebida de salvación, además de saciarnos, nos unen en comunión fraterna, nos hacen familia en torno a la misma mesa. Por eso “todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan”, afirmó.
Para finalizar, agradeció a la comunidad, y recordó “sepan que cuento con ustedes”. Guiado por las palabras de Francisco, añadió que “el obispo siempre debe fomentar la comunión misionera en su Iglesia diocesana siguiendo el ideal de las primeras comunidades cristianas, donde los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma. Para eso, a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos”, e invitó a “tener un solo corazón y una sola alma puestos en Jesús”.
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