El arzobispo destacó la importancia que tendrá la sinodalidad en el camino al Tercer Sínodo en San Juan. "Vamos a sortear unas cuantas dificultades. No será un 'camino parejito'", anticipó.
Monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo, reconoció que "varios señalan que la familia está en crisis; y algo de eso hay", pero planteó: "Sin embargo, en la mayoría de las encuestas se indica que, ante un problema importante, es a la familia al primer lugar al cual se acude".
"Es el refugio, consuelo, aliento. Por eso también las heridas en los vínculos familiares son los más difíciles de sanar y sobrellevar", subrayó.
"Desde hace siglos se habla de la Iglesia con la imagen de la familia de los hijos e hijas de Dios. '¿Qué nos da la fe? La fe nos da una familia, y nos libera del aislamiento del yo'. Esto nos enseñaba Benedicto XVI al inaugurar las sesiones de la V Conferencia General en Aparecida en 2007", recordó.
El arzobispo sanjuanino consideró que "tener esta imagen como referencia nos hace sentir acompañados; sabemos que no estamos solos, sino que nos encontramos todos en la misma barca".
"Las decisiones más sencillas las va tomando cada miembro, pero cuando se trata de cuestiones fundamentales y que van a afectar a todos, hace falta la escucha atenta, el diálogo abierto y sincero, el discernimiento sereno para asumir las mejores decisiones. De esto se trata la sinodalidad", explicó.
"A la vez, ser familia implica cuidar a todos, especialmente a quienes son más débiles. Protegemos a los más frágiles, los tratamos con mayor delicadeza y comprensión", puntualizó.
Monseñor Lozano afirmó que "es importante reconocer que no todos tienen el mismo ritmo de trabajo ni de caminata. Cuando salimos a pasear o a comprar, caminamos para ir juntos, aunque algunos tengan fuerza para ir más rápido".
"También implica desafíos. Hace falta cultivar la virtud de la paciencia para comprender y aceptar a cada quien en el propio y peculiar modo de ser. No siempre pensamos lo mismo ni coincidimos en los intereses e inquietudes. Pueden darse, como de hecho sucede, fricciones y desencuentros que provocan heridas que no siempre sanan de modo adecuado", expresó.
"Entre los mismos apóstoles hubo situaciones de tensiones y discusiones, antes y después de la Pascua. La comunión no se logra poniendo piloto automático, ni es resultado del azar. Es fruto del Espíritu Santo que conduce y anima a la Iglesia", señaló.
Tras citar los consejos de san Pablo a los primeros cristianos, aseguró: "Mi fragilidad hace frágil la comunión. En la familia de la Iglesia estamos, a un mismo tiempo, santos y pecadores. Todos hombres y mujeres atravesados de debilidad y con la fuerza del Espíritu Santo que nos alienta en la comunión". "Hay dos dichos populares que nos viene bien considerar: 'cuando uno no quiere dos no pueden', 'dos no pelean si uno no quiere'. Pensalos, y vas a ver que esconden una gran sabiduría", propuso.
"No hay que engancharse en discusiones estériles que desgastan mirando el ombligo. No hay que responder a las provocaciones", sugirió.
"En el camino al Tercer Sínodo en San Juan vamos a sortear unas cuantas dificultades. No será un 'camino parejito'. Hace falta poner nuestra mirada en Jesús", concluyó.
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