En Corpus Christi, el arzobispo sanjuanino animó a renovar el compromiso de vivir en comunión con Cristo y con los hermanos y deseó que sea "impulso para compartir con los más necesitados". Carta semanal de monseñor Lozano
“Despedirse sin partir. Inventar una nueva manera de quedarse. Estar cerca, muy cerca. Se encuentran los amigos más íntimos a Jesús, que habían pasado tres años recorriendo pueblos, predicando, sanando, siendo testigos de las maravillas de Dios, de los gestos de ternura que provocan fascinación. Ellos estaban cayendo en la cuenta de la gravedad de la hora; unos más que otros. Y no faltó el traidor que quiso sacar tajada”.
Así describió monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo, aquella Última Cena de Jesús con sus discípulos y en la que instituye la Eucaristía, un sacramento que “es a la vez misterio de fe y fuente de gracia”.
El arzobispo sanjuanino destacó que la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, también conocida como Corpus Christi, es una de las fiestas “más importantes y significativas de nuestra fe”.
“Esta solemnidad nos invita a reflexionar profundamente sobre el misterio de la Eucaristía, en la que Cristo se hace presente de una manera real y tangible en medio de nosotros”, subrayó.
“La Eucaristía es comunión de amor. Al recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, no solo nos adherimos más íntimamente a Él, sino que también nos unimos más profundamente a nuestros hermanos y hermanas en la fe”, aseguró y agregó: “La comunión eucarística nos transforma, nos fortalece y nos llama a vivir en el amor, siguiendo el ejemplo de Jesús. Nos hace comunidad”.
Monseñor Lozano recordó que “en cada Misa, cuando el sacerdote pronuncia las palabras de consagración, el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo”.
“Este milagro, conocido como transubstanciación, es algo totalmente nuevo y único. Es una manifestación del amor infinito de Dios, que quiere estar cerca de nosotros, acompañarnos y sostenernos en nuestro caminar diario”, indicó.
“Jesús se entrega por amor a toda la humanidad y a cada persona en particular. Su sacrificio en la cruz y su presencia en la Eucaristía son la prueba de su amor incondicional. Nos invita a abrirle el corazón, a recibirlo con fe y devoción, y a dejar que su amor transforme nuestras vidas”, sostuvo.
El arzobispo afirmó que la procesión del Corpus Christi, una tradición en muchas comunidades, es “una manifestación pública de nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía” y profundizó: “Al caminar juntos, llevamos a Jesús por nuestras calles y plazas, proclamando su amor y su deseo de paz a todo el mundo”.
“Que en esta fiesta del Corpus Christi renovemos nuestro compromiso de vivir en comunión con Cristo y con nuestros hermanos. Que sea impulso para compartir con los más necesitados”, concluyó.
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