El obispo eparca de los armenios en la Argentina recordó a los mártires que fueron exterminados por los Jóvenes Turcos en 1915. "Estamos todos dispuestos a perdonar, pero queremos justicia", afirmó.
El obispo eparca de los armenios en la Argentina, monseñor Pablo León Hakimian, presidió la misa el domingo 23 de abril en la catedral Nuestra Señora de Narek, del barrio porteño de Palermo, para conmemorar el 108º aniversario del genocidio armenio. Concelebraron, el obispo eparca emérito, monseñor Vartán Waldir Boghossián SDB, y el párroco del templo, presbítero Gomidás Sebastián López.
Participó de la celebración el embajador de la República Armenia ante la Argentina, Hovhannes Virabyan; el grupo scout San Vartan del colegio Mekhitarista; Marco Gallo, de la comunidad de San Egidio; diversas instituciones armenias, y un grupo numeroso de fieles y miembros de la colectividad.
En la homilía, monseñor Hakimian agradeció la presencia del diplomático, instituciones y representes comunitarios "por haberse presentado en esta misa y por haber también traído a nuestra comunidad esta ofrenda floral para conmemorar juntos, no solamente con la oración, sino que también lo que sale de nuestro corazón que es una flor, lo mejor que podemos dar a nuestro mártires”.
“Todo esto es para Dios, pero todo esto es para Dios a través de aquellos que partieron de este mundo, a través de aquellos que dejaron un testimonio. Solo esto lo pueden sentir aquellos que lo vivieron en su propia sangre”, manifestó, y recordó: “Mi propio padre fue huérfano por culpa del genocidio armenio. Mis abuelos, que yo no llegué a conocer, fueron exterminados en 1915, y mi padre a los cuatro años de edad quedó huérfano, no sabiendo a dónde ir ni para dónde venir”.
El gran pecado del ser humano, dijo, “no es hacer el mal, sino que el gran pecado del ser humano nace del libro del Génesis, donde Dios le dice al hombre que disfrutara de todo lo que hay en el paraíso, menos de aquel árbol, el árbol del conocimiento del bien y del mal, y el hombre, en su gran orgullo de querer ser como Dios, comió de ese árbol y conoció también el pecado”.
“Nosotros como cristianos no tenemos que tenerle miedo ni a la muerte ni a la enfermedad, tenemos que tenerle miedo al pecado, y ese pecado se generalizó en el ser humano, en toda la humanidad, y tal es así que un día fue y paró en este lugar llamado Turquía, donde vivían muchos de nuestros padres y que históricamente era parte del territorio armenio”, agregó.
“En ese lugar, como en todas partes del mundo, el pecado original se derramó como la sangre que se derrama; ¿por qué?; porque un pueblo quiso ser más que otro, porque un pueblo quiso dominar a otro pueblo”, exclamó.
Monseñor Hakimian aseguró que “si hoy en el mundo continúan habiendo guerras, matanzas, injusticias, es porque el hombre quiere ser su propio Dios. Nosotros luchamos todos por una verdadera democracia, y el primer grande que nos enseñó la verdadera democracia fue Dios, nuestro Padre, que quiso poner orden en la humanidad”.
“Ese orden que llegó a través de Moisés, le dio los diez mandamientos, y cómo tenemos que convivir. Ojalá que todo el mundo pudiera convivir con esos diez mandamientos, no existiría más pecado en el mundo, no existirían más guerras”, sostuvo.
Asimismo, expresó: “Nosotros como armenios continuamos nuestra lucha, y parece que todavía ese pecado grave continúa en el corazón de algunos pueblos que rodean a la nación armenia, que no se conforman con lo que tienen pero porque nuestra nación es cristiana y tiene la identidad armenia. Todavía tienen ese deseo de ser los dioses de ese lugar”.
“El pueblo armenio fue elegido por Dios y nuestro pueblo dio su vida por la fe cristiana, y por muchos años defendieron la fe contra las otras religiones que existían en nuestra nación. Pero en 1915 fue el sello final, ese sello de exterminar al pueblo armenio porque no les convenía un pueblo cristiano, un pueblo diferente al pueblo turco que existía en aquel tiempo”, señaló.
Monseñor Hakimian afirmó que los armenios “seguimos una regla, seguimos las órdenes de nuestro Dios de ‘ámense los unos a los otros’, y cuando digo ámense los unos a los otros digo también perdónense los unos a los otros. Vamos a perdonar, sí. Estamos todos dispuestos a perdonar, pero queremos justicia. No podemos olvidar nuestro pasado, nuestra historia”.
Finalmente, pidió que “no tengamos vergüenza ni miedo de decir que soy armenio. No digamos soy hijo de armenio, digamos soy armenio. Esto es lo que nosotros tenemos que luchar para conseguir. No basta solo rezar, tenemos que llegar diplomáticamente a los lugares más importantes donde sabemos que el mundo puede cambiar, y el mundo puede cambiar cuando cada uno de nosotros podamos cambiar interiormente. Tenemos que dar ese ejemplo de un verdadero armenio que vive defendiendo su identidad”.
Al término de la misa se realizó una ofrenda floral en el atrio de la catedral, frente al monumento a los mártires de 1915; donde se entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino y el Himno de la República de Armenia, y se rezó una oración por aquellos mártires que vivieron esos años de persecución y exterminación.
La jornada culminó con el tradicional Madagh (comida compartida en homenaje a los difuntos), en el salón parroquial, donde además se compartieron bailes típicos de la colectividad.
El genocidio armenio fue perpetrado entre el 24 de abril de 1915 y 1923, cuando por lo menos 800.000 personas de ese origen fueron perseguidas y asesinadas de las más diversas formas por los llamados Jóvenes Turcos y por los agentes del gobierno del entonces Imperio Otomano.
Comentá la nota