En la misa de despedida, el administrador diocesano de Río Gallegos llamó a romper con el "siempre se hizo así" y animó a la comunidad a abrirse a la novedad, ser hospitalarios y salir a las calles.
En una iglesia colmada, a pesar de las temperaturas bajo cero, la comunidad diocesana despidió a monseñor Jorge García Cuerva, administrador diocesano de Río Gallegos y arzobispo electo de Buenos Aires.
La celebración tuvo lugar este sábado 8 de julio, en el marco de la inauguración de la iglesia San Benito, en una misa concelebrada por el obispo auxiliar de Río Gallegos, monseñor Fabián González Balsa y los sacerdotes del clero dioceano y la participación de diáconos de esta jurisdicción eclesiástica.
Participó, además, el intendente de la ciudad, Pablo Grasso y referentes del Barrio San Benito, quienes al final de la misa le agradecieron a monseñor García Cuerva su dedicación y trabajo de estos años y le entregaron una placa honorífica.
En su homilía, monseñor García Cuerva señaló que en Río Gallegos fue bautizado obispo por el pueblo: “Me enseñaron a ser obispo y a dar mis primeros pasos como obispo y hoy parece que ya puedo caminar un poquito más solo y entonces la Iglesia me pide otra misión”.
A su vez, reflexionó sobre las lecturas del día, que invitan a romper con el "siempre se hizo así”: “En el Evangelio, Jesús nos habla también de la novedad, ‘vino nuevo en odres nuevos’. Nos está diciendo Jesús: ‘La novedad no es un parche, hay que animarse en serio a las cosas nuevas’”.
En ese sentido, invitó a sentir “que la novedad es esta comunidad que camina porque, como decía San Romero, Dios es novedad, Dios es evolución, Dios camina con su pueblo…”
Una segunda idea que el prelado destacó en su discurso fue el deseo de que “siempre ésta sea una comunidad hospitalaria, una comunidad que reciba a todos, una comunidad en la que nadie quede afuera”.
Y, en tercer lugar, pidió a la comunidad que “no se queden adentro, no dejen de ser callejeros de la fe”. “La Iglesia, la fe, la vida, se vive en la calle; acá se celebra”, sostuvo.
“Que el Dios de la novedad nos regale no solamente el hermoso edificio sino una comunidad como es esta, acompañada por laicos y religiosas; que el Dios de la hospitalidad, por intercesión de San Benito, nos haga siempre una comunidad abierta, entrada libre y que el Dios que camina, el Dios callejero, no los deje quedarse quietos; que siempre estén en la calle, que siempre, aunque, acá estén muy cómodos sepan que hay un montón de hermanos que los necesitan”, resumió.
Para concluir, el obispo expresó: “Yo me voy muy feliz. Cuando uno tiene que mudarse, creo que tiene que preparar dos valijas, la valija con la ropa, las cajas con los libros, pero también se lleva muchas cosas en el corazón. Es como el avío del alma, y en ese avío del alma yo me llevo un montón de cosas”.
También aprovechó la oportunidad para agradecer a los sacerdotes de toda la diócesis, a las religiosas, a los laicos, a las autoridades municipales y provinciales, personas “con las que pudimos articular y trabajar siempre en bien común de la gente, porque ese es el desafío de todos, poder trabajar unidos por el bien de los demás”. Finalmente, el prelado agradeció a Dios.
Después de la misa hubo una merienda de mate cocido y torta fritas que fue animada con la participación artística de distintos grupos de canto y baile de la ciudad.
Comentá la nota