El arzobispo aseguró que el santo quiere que "tengamos una vida digna, con un trabajo que no sólo sea un modo de ganarse el pan, sino un cauce para el crecimiento personal y comunitario".
El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, presidió hoy la misa central en honor de San Cayetano en el santuario del barrio porteño de Liniers, donde le pidió al "amigo" santo que "nuestro bendito país sea una verdadera posada para todos, sin excluir a nadie".
"Volvamos a descubrir que somos hermanos y nos necesitamos; que la Argentina sale adelante con unidad, no con enfrentamientos ni con grietas. Volvamos a insistir en que, más allá de nuestras diferencias, nos une la fe; nos une nuestra Patria, que tanto amamos y tanto nos duele; nos une el futuro que le queremos dejar a nuestros hijos y nietos. Dejémonos de pelear, por favor, no le demos lugar al oportunismo. Que la intención de todos sea un pueblo unido que se pone la Patria al hombro. 'Viva la Patria! ¡Vida la Argentina!", improvisó, antes de dar la bendición final.
En la homilía, el prelado porteño había expresado: "Como peregrinos, nos volvemos a reunir en torno a San Cayetano, el amigo del pueblo, al que le pedimos un corazón más solidario".
"San Cayetano, el amigo del pueblo. Nuestro pueblo, desde las entrañas de fe más profundas, reconoce al patrono del pan y del trabajo como amigo, frente a ladrones que desde hace años lo despojaron de todo, como dice el Evangelio de hoy", aseguró, y completó con esta sentencia de santo Tomás de Aquino: "El verdadero amigo quiere para su amigo que exista y viva, quiere hacerle el bien, deleitarse con su convivencia, y finalmente compartir con él sus alegrías y tristezas, viviendo con él en un solo corazón".
El arzobispo porteño sostuvo que, "por todo eso, San Cayetano es nuestro amigo: porque quiere que tengamos una vida digna, con un trabajo que no sólo sea un modo de ganarse el pan, sino un cauce para el crecimiento personal y comunitario".
"También, porque quiere que todos tengan una educación de calidad que los haga protagonistas de sus vidas, verdaderamente libres de pensar y decidir, sin presiones ni condicionamientos", puntualizó, y agregó: "Por ser nuestro amigo, nos hace bien venir a visitarlo y poner nuestra vida en sus manos, compartiendo con él alegrías y tristezas".
"San Cayetano nos quiere gratuitamente, como nos quiere Dios, no nos pide nada a cambio. Le importa mucho nuestra vida; clama al Cielo con nosotros por mejores condiciones de vida para todos; porque, desde hace años, nuestra Patria está herida, despojada de casi todo, medio muerta, como el hombre de la parábola que bajaba de Jerusalén a Jericó y fue víctima de los salteadores", graficó, haciendo referencia al pasaje evangélico del buen samaritano.
Monseñor García Cuerva recordó lo que el cardenal Jorge Bergoglio decía hace años, refiriéndose a ese relato: "A los salteadores los conocemos. Hemos visto avanzar en nuestra Patria las densas sombras del abandono, de la violencia utilizada para mezquinos intereses de poder y división, y la ambición de la función pública buscada como botín".
"El hombre cayó en manos de unos ladrones; hoy, son manos manchadas de sangre por el narcotráfico que roba el futuro de generaciones enteras; manos sucias de corrupción y coima, que roban oportunidades; manos en el bolsillo del egoísmo y la indiferencia, que roban solidaridad", profundizó con sus palabras el arzobispo.
"Pero no nos queremos quedar reflexionando acerca de los ladrones de esperanza y dignidad, profetas de calamidades y tragedias. Porque hoy es 7 de agosto y estamos de fiesta, la fiesta de nuestro amigo san Cayetano. Le traemos como regalo nuestras peticiones y agradecimientos, y le pedimos, con el lema de este año, un corazón más solidario, porque experimentamos que, cuando la sociedad se fractura y se agrieta, son los esfuerzos solidarios los que vuelven a tejer fraternidad y compromiso", planteó.
"No queremos pasar de largo frente a tantos heridos al borde del camino de la vida, frente a tantos rostros concretos, víctimas de la exclusión. Hay muchas maneras de pasar de largo: vivir ensimismados, desentenderse de los demás, ser indiferentes, o discutir en escritorios cifras de pobreza y de indigencia, esterilizadas de lágrimas y humanidad", afirmó.
El arzobispo porteño aseguró que, "para el amigo San Cayetano, cada uno de los peregrinos es reconocido, escuchado, tenido en cuenta, llamado por su nombre. Un amigo no pasa de largo, no mira desde lejos; y esto no es un tema de ideologías o posturas partidarias; es un tema de estar o no cerca de la gente sencilla de a pie, la que se levanta temprano para ir a trabajar, la que lleva a los chicos a la escuela, la que la pelea todos los días para llevar el pan a la mesa familiar, la que sigue haciendo un esfuerzo enorme a pesar de todo".
Y citó nuevamente al Papa Francisco: "Lo verdaderamente popular, porque promueve el bien del pueblo, es asegurar a todos, la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello, insisto (sigue diciendo el Papa), en que ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo".
Necesidad de ser buenos samaritanos
Monseñor García Cuerva insistió en la necesidad de ser buenos samaritanos que curan heridas, porque, planteó, retomando otras palabras de Bergoglio de 2003: "No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, eso sería infantil, sino más bien hemos de ser parte activa en la rehabilitación y el auxilio del país herido, ya que, aunque golpeados, seguimos creyendo que el amor al prójimo y la amistad social son posibles, y que vale la pena ser buenos y honestos".
"El santuario de San Cayetano es como aquella posada del Evangelio: recibe a los heridos de la vida, recibe a los golpeados en su dignidad por la falta de trabajo y por una miseria lacerante y creciente, recibe a los que están profundamente angustiados y solos, recibe a nuestros jóvenes, y también a los abuelos", recordó.
El arzobispo deseó que "también nuestro bendito país sea una verdadera posada para todos, sin excluir a nadie", y puso un ejemplo: "En este tiempo, lo hemos demostrado acompañando bien de cerca a nuestros hermanos venezolanos, la comunidad inmigrante más numerosa en la ciudad de Buenos Aires, a quienes hospedamos con el afecto, la cercanía y la oración".
"Que ese modo de ser se nos haga costumbre: que desde el corazón todos seamos hospederos de la vida de los otros; todos hermanos, amigos de San Cayetano, que hoy, más que nunca, nos anima a la solidaridad con los más pobres y pide con nosotros paz, pan y trabajo", concluyó, y animó a los presentes a gritar juntos: "¡Viva nuestro amigo San Cayetano!, ¡viva el patrono del pan y trabajo!, ¡viva San Cayetano!, ¡viva la Argentina!".+
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