Mons. Ernesto Giobando asumió como obispo de Mar del Plata

Mons. Ernesto Giobando asumió como obispo de Mar del Plata

El inicio de su ministerio fue con una misa en la catedral diocesana. "Subamos a la barca para remar, trabajar, rezar, confiar, sufrir y alegrarnos juntos, y darle una mano al que se hunde", animó.

 

Monseñor Ernesto Giobando SJ inició su ministerio episcopal en la diócesis de Mar del Plata este sábado 22 de febrero, durante una celebración eucarística en la catedral de los Santos Pedro y Cecilia. 

La misa fue presidida inicialmente por el arzobispo de La Plata, monseñor Gustavo Carrara, quien luego entregó el báculo al nuevo pastor. Concelebraron la Eucaristía, el arzobispo de Córdoba, cardenal Ángel Rossi SJ; el nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk; el arzobispo emérito de Buenos Aires, cardenal Mario Poli; el actual arzobispo de la arquidiócesis porteña, monseñor Jorge García Cuerva; el arzobispo de Bahía Blanca, monseñor Carlos Azpiroz Costa OP; el obispo de Chascomús, monseñor Mauricio Liébana; el obispo-prelado de Cafayate, monseñor Darío Quintana OAR; los obispos auxiliares de La Plata, monseñor Jorge González, monseñor Alberto Bochatey OSA y monseñor Federico Wechsung; los obispos auxiliares de Buenos Aires, monseñor Alejandro Giorgi, monseñor Pedro Cannavó, monseñor Iván Dornelles, y monseñor Alejandro Pardo; y el obispo emérito de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, además de otros obispos, todo el clero diocesano y sacerdotes de otras diócesis.

Participó asimismo de la celebración el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof; el intendente local, Guillermo Montenegro; el senador nacional Maximiliano Abad; y la presidenta del Concejo Deliberante, Marina Sánchez Herrero. También se hicieron presentes el ministro de Gobierno bonaerense, Carlos Bianco; la jefa de asesores del mandatario provincial, Cristina Álvarez Rodríguez; el intendente de Mar Chiquita, Walter Wischnivetzky; el intendente de Villa Gesell, Gustavo Barrera; y diputados y senadores de la región, a los que se sumaron otras autoridades municipales, de entidades educativas, fieles de diversas comunidades parroquiales, seminaristas, religiosos y religiosas, consagrados y consagradas, y autoridades de diversas fuerzas de seguridad. 

Luego de la lectura de las letras apostólicas, monseñor Giobando agradeció la presencia de cada una de las personas en el templo y, en sus primeras palabras como obispo diocesano, recordó que, "hace poco más de un año, llegué a esta diócesis como administrador apostólico por pedido de la Santa Sede y hoy asumo como pastor de esta Iglesia particular. Los invito, como dije en las primeras homilías, a que contemplemos los dos relieves del altar mayor".

"A la derecha de ustedes, podemos contemplar la escena de la tempestad calmada. Confiemos en que, en el medio de las tormentas, el Señor siempre está, y que de toda crisis salimos mejores o peores, pero nunca iguales. Cuántas veces pasamos tiempos de tormentas o tempestades. Superamos las tormentas y las tempestades confiando en el Señor, aún a pesar de nuestra poca fe", subrayó.

"El otro relieve- dijo- es el de la pesca milagrosa. Durante todo este año recé ante este mar intenso, esperando que el Señor me dijera y nos dijera, esperando como rebaño suyo y como Pueblo de Dios: 'Naveguen mar adentro y echen las redes", enfatizó.

 

Destacó asimismo, una vez más, que "Jesús es mi amigo y es nuestro salvador, y poder anunciarlo predicando su Evangelio a todas las naciones y pueblos, es la tarea más hermosa que me haya podido tocar. Poder hablar de Él, poder perdonar por Él, poder celebrar la Eucaristía con Él, es la mayor riqueza y consuelo. No soy digno de semejante regalo, pero aquí estoy y aquí estamos, para compartir su santísima voluntad".

"Subamos a la barca, que, si bien nadie está obligado a hacerlo, los que quieran hacerlo, una vez arriba, hay que remar juntos, trabajar juntos, rezar juntos, confiar juntos, sufrir y alegrarnos juntos, y que podamos darle una mano al que se hunde", continuó.

Y manifestó: "La Iglesia, hoy pastoreada por el Papa Francisco, me confía el timón de esta comunidad, en una barca que no es mía, ya que tampoco las redes ni esta cátedra son mías, como los talentos confiados, los fieles de este rebaño, los sacerdotes, los sacerdotes y alumnos, ni los consagrados ni consagradas, que tampoco son míos, porque no los puedo poseer y manejar a mi arbitrio. Yo soy de ustedes y, juntos, somos servidores de Dios".

Animó también a que "roguemos juntos a que este sea el año de la esperanza".

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