El arzobispo emérito de Corrientes destacó que el culto que el Pueblo le profesa a la Virgen María se hace signo en los innumerables santuarios marianos de muy diversas y venerables advocaciones.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, consideró que “es preciso, a la luz de Caná y del Viernes Santo, confirmar el valor de la devoción mariana en la Historia de la Salvación”.
“Es significativo que en los testimonios de conversión a la Iglesia Católica - por parte de algunos cristianos no católicos - desempeñe una especial influencia la presencia de María”, destacó. “Ciertamente el Espíritu Santo cuida y alienta la fe del Pueblo de Dios y su práctica. El Magisterio de los apóstoles, y de sus sucesores, ejerce su servicio discernidor, avalado por el Espíritu Santo, y destinado a servir y a garantizar la fidelidad de los creyentes”, agregó.
Monseñor Castagna sostuvo que “en varias ocasiones, durante más de veinte siglos, la identidad misteriosa de María ha sido objeto de pronunciamientos dogmáticos solemnes. También lo es el culto que el Pueblo le profesa”.
“Signos son los innumerables santuarios marianos de muy diversas y venerables advocaciones, concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- Jesús adelanta la hora de su manifestación. En Cristo, se cumplen las promesas formuladas por Dios a través de los Profetas. Los testigos acreditados de la Palabra son reemplazados históricamente por Jesucristo, la misma Palabra encarnada. La escena de la sinagoga de Nazaret posee una fuerza argumental irrebatible. En la celebración de aquel sábado Jesús desempeña la función de lector de la Escritura, que corresponde a ese día: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. (Isaías 61, 1-2) Una oportuna ocasión para presentarse e iniciar su misión. No había llegado la hora y, no obstante, la adelantó por respeto a su Santísima Madre. Supo leer, en el movimiento compasivo de ella, la ternura de su Padre. De esa manera se da a la tarea de encarnarla en la naturaleza humana, que el Espíritu Santo formó para Él - sin concurso de varón – en el seno virginal de María.
2.- Una creciente e inspirada “marianización”. Ante aquella escena no será posible ocultar el rol intercesor de María. La historia posterior lo corrobora. Una parcial lectura de las Escrituras ensombrece lo que la fe del pueblo devela con claridad. Existe una “marianización” en la Iglesia, Pueblo de Dios. Muchos cristianos, católicos y no católicos, ofrecen reparos a las crecientes manifestaciones de esa “marianización”. Como si Cristo fuera despojado de su única misión mediadora. Tal actitud se inspira en el desconocimiento de la “participación” - por parte de María, de los Santos y de la Iglesia misma - de la única misión mediadora de Jesucristo. Muchos Santos, yo diría la totalidad, han avanzado rápidamente en el camino de la santidad, impulsados por una ferviente devoción a María. El Magisterio de la Iglesia no ha dejado de ocuparse del tema, urgido por la misma vida piadosa de los creyentes.
3.- El amor tierno y servicial de María. El origen de su misteriosa influencia en la Historia de la Salvación arranca de su predestinación como Madre de Cristo. Dios la prepara, sin ser consciente ella de esa preparación, por ello se sorprende ante el saludo del Arcángel Gabriel: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo”. (Lucas 1, 28-29) Jesús es el primero en confiar en el amor tierno y servicial de su Madre. Ante su delicada insinuación, el Señor no duda en cambiar los planes iniciales. Como desdiciéndose y, no obstante, confirmando su obediencia a la voluntad del Padre, imparte directivas oportunas y prácticas a los servidores. Así inaugura su excepcional misión. En ese marco de comportamiento debe ser situado Caná y el milagro que a Él lo acredita - como Mesías de Dios - ante sus discípulos. Innegable acontecimiento histórico y su auténtica interpretación profética.
4.- Influencia providencial de la Madre. Es preciso, a la luz de Caná y del Viernes Santo, confirmar el valor de la devoción mariana en la Historia de la Salvación. Es significativo que en los testimonios de conversión a la Iglesia Católica - por parte de algunos cristianos no católicos - desempeñe una especial influencia la presencia de María. Ciertamente el Espíritu Santo cuida y alienta la fe del Pueblo de Dios y su práctica. El Magisterio de los Apóstoles, y de sus sucesores, ejerce su servicio discernidor, avalado por el Espíritu Santo, y destinado a servir y a garantizar la fidelidad de los creyentes. En varias ocasiones, durante más de veinte siglos, la identidad misteriosa de María ha sido objeto de pronunciamientos dogmáticos solemnes. También lo es el culto que el Pueblo le profesa. Signos son los innumerables santuarios marianos de muy diversas y venerables advocaciones.+
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