El obispo de Santiago del Estero presidió la misa central de la fiesta en la Villa Mailín, a donde peregrinaron miles de fieles, y donde animó a edificar una Iglesia sinodal y que no excluya a nadie.
Miles de personas llegaron este fin de semana a Villa Mailín, en el sur de Santiago del Estero, para participar de la fiesta grande del Señor de los Milagros, una de las más convocantes del Noroeste Argentino (NOA), y suspendido en los últimos dos años por la pandemia de coronavirus.
La cruz del Señor de Mailín fue sacada el viernes del templo y trasladada hacia el árbol histórico, y desde ahí hacia el templete en donde quedó hasta el domingo, cuando se realizó la bajada en procesión para la fiesta central y misa presidida por monseñor Vicente Bokalic Iglic CM, obispo de Santiago del Estero, y concelebrada por monseñor Enrique Martínez Ossola, obispo auxiliar de Santiago del Estero; monseñor José Luis Corral SVD, el obispo de la Añatuya, y sacerdotes diocesanos y de la región.
En representación del gobierno de la provincia de Santiago del Estero, participó el vicegobernador Carlos Silva Neder; el ministro de Gobierno, Seguridad y Culto, Marcelo Barbur; y el comisionado de Mailín, Javier González.
“Hemos preparado este encuentro con un lema inspirado en la convocatoria del papa Francisco a un tiempo sinodal: ‘Señor de Mailín, ilumina nuestro peregrinar hacia una Iglesia renovada’”, recordó el prelado en la homilía.
“Siempre la Iglesia -inserta en el mundo- recibió cuestionamientos, incomprensiones, muchas veces opacados por el testimonio de nosotros, los cristianos, pueblo y jerarquía. Por ser una Iglesia santa y pecadora: necesita reformarse permanentemente”, consideró, y reconoció: “Muchas veces fuimos los pastores-guías que olvidamos nuestro deber de ser modelos para el rebaño y con nuestras actitudes dispersamos a las ovejas”.
Por ello, monseñor Bokalic señaló que se necesita “una profunda conversión personal y pastoral para responder a la misión que nos dejó el Señor” y trazó el perfil de cómo debe ser la Iglesia.
“Una Iglesia humilde y sencilla: que se sienta ‘servidora’ y nunca dueña de las personas y grupos humanos. Una Iglesia que se incline “para lavar los pies de nuestros hermanos. Una Iglesia que viva el poder como servicio: como signo profético no sólo con enunciados que quedan en palabras y denuncias, sino y sobre todo con actitudes y conductas de vida. Esto ante tantos testimonios cotidianos de los que buscan sólo el poder y quiere eternizarse en el poder. Iglesia cuya ‘pasión es el Evangelio’ y continuar el camino sin descanso hasta que el más lejano y marginado conozca y experimente el amor de Dios. Es el lema de vida de nuestra Beata Mama Antula: ‘llevar a Dios donde no es conocido su Amor’”, subrayó.
“Una Iglesia donde nadie es excluido, discriminado o mal visto, señalado: siempre de puertas abiertas para todos los que buscan la luz, el amor, la contención, el sentido de sus vidas y sufrimientos. De corazón abierto para aceptar la diversidad en carismas y dones y dejando que el Espíritu Santo nos ayude a integrar, alentar y armonizar. Vivimos tiempos que las brechas se van ampliando: de los pocos que tienen cada vez más y de una pobreza creciente -por la inflación, por la falta de oportunidades, por falta de trabajo genuino, que no genere sólo relación de dependencia sino que sea un trabajo humanizador que promueva la persona. Al mismo tiempo que la desigual distribución de los bienes, que éstos se pongan al servicio del trabajo y no de especulaciones políticas y dirigenciales”, puntualizó.
El prelado santiagueño destacó también que la Iglesia brinde el tesoro de la misericordia y la compasión, no sólo de palabras sino con gestos y proyectos concretos de inserción, cuidado y sanación de los hermanos, de los más afligidos y olvidados, que quedaron al margen de la vida, e invitó a pensar “en el creciente número de adictos, de los que quedaron sin escuela, casi 25 % de adolescentes y jóvenes, de los que deben emigrar del campo, porque no hay oportunidades de proyecto de vida o porque no se les defiende su derecho sobre la tierra en la que vivieron por generaciones”.
“Iglesia que no se abroquele en los centros y olvide las periferias: que escuche el clamor silencioso de los pobres que claman por el pan de las mesas y el pan de la Palabra. Una conversión de mirada: no mirar desde los centros sino desde las periferias para ir integrando a todos. Todos están invitados a la mesa de la Vida”, sostuvo, y agregó: “La Iglesia con estilo sinodal: que es caminar juntos, escuchando atentamente lo que el Espíritu nos señala en ésta hora: sin desesperanza, sin ansiedad, sin derrotismo y pesimismo. Iglesia que se sabe animada y guiada por el Espíritu y donde está el Espíritu allí hay vida”.
“Conscientes de pobrezas y carencias, pero aferrados a la Cruz: signo de vida, de amor, de esperanza. Transformada por el amor que brota del corazón herido y lleno de amor del Señor, para ser mensajeros de la misericordia, de la bondad, de la perseverancia en nuestra misión, de la cercanía a todos para anunciar, testimoniar y trabajar por hacer una sociedad donde podemos soñar y vivir nuestra condición de hermanos”, aseguró.
Por último, monseñor Bokalic expresó: “Queridos peregrinos del Señor de Mailín, Jesús ha triunfado sobre el pecado y la muerte. Su ‘fuerza es mayor que nuestra debilidad y que la debilidad del mundo entero’. Con María experimentemos su alegría: nuestro Señor esta junto al Padre a quien amaba infinitamente”.
“Permanezcamos en espera de la venida del Paráclito como los discípulos en el Cenáculo junto con María. Que nuestra Madre, Madre del Consuelo, Reina de nuestros corazones haga de todos una familia unida en el amor y la paz”, concluyó.+
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