El obispo de Cruz del Eje presidió la misa de clausura de la Semana Brocheriana y animó a que "aprendamos todos de Brochero, nos inspiremos en él, sigamos sus ejemplos".
Cientos de fieles y peregrinos de la diócesis de Cruz del Eje participaron de la misa de clausura de la Semana Brocheriana que presidió el obispo de esa jurisdicción eclesiástica, monseñor Ricardo Araya, el viernes 26 de enero en el atrio del santuario del santo patrono del clero argentino ubicado en Villa Cura Brochero.
Concelebraron la Eucaristía, el arzobispo de Córdoba, cardenal Ángel Rossi SJ; el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva; el obispo auxiliar de Orán, monseñor Claudio Castricone; el obispo de Santo Tomé, monseñor Gustavo Montini; el obispo de Villa María, monseñor Samuel Jofré; el arzobispo emérito de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez; el obispo emérito del Alto Valle del Río Negro, monseñor Marcelo Cuenca, junto con sacerdotes diocesanos y otros llegados de diferentes puntos del país. También participaron religiosas y religiosos.
En la homilía, monseñor Araya destacó: “Esta diócesis está cumpliendo 60 años y entonces le pedimos a Dios en esta misa que podamos guardar las huellas del Cura Brochero, esas que dejó durante sus más de 40 años de trabajo pastoral. Guardar las huellas del Cura Brochero”. “Uno guarda el Evangelio si lo practica, uno guarda las huellas de Brochero si las anda. Que estos 60 años sirvan para guardar celosamente el testimonio grandioso del Cura Brochero por estos pagos”, continuó.
El prelado recordó además que Brochero “inspiraba gran respeto y veneración”. “En general lo querían todos y resaltaban que siempre había sido muy caritativo, y que después de la misa salía a llevar yerba y azúcar a los barrios más pobres”, agregó.
“Nos hemos reunido para celebrar la misa, esto es celebrar haciendo memoria de Jesús, de su muerte y resurrección. Esto es celebrar la misa para gritar nuestra esperanza, nuestra esperanza está en el auxilio de Dios, en la intercesión de los santos y en las obras buenas de hombres y mujeres de buena voluntad”, subrayó.
“Quizá el último mensaje que nos dejó Brochero es que había aprendido que su salvación, la salvación que buscaba en los ejercicios espirituales, estaba estrechamente ligada a la salvación y a la suerte de los pobres”. “A los pobres había visitado, y si bien es cierto que había hecho acá la casa de ejercicios, había nombrado catequistas y bautizadores en los rincones más lejanos de este departamento”, comentó.
"A los pobres -dijo- había catequizado y acompañado espiritualmente, los había ayudado a sentirse amigos de Dios, les había enseñado a mirar la cruz y a pedir perdón. A los más pobres los había socorrido con los sacramentos y los había cuidado en sus necesidades básicas”.
En tanto, señaló que “un 26 de enero Brochero se fue, se fue pero quedó en el recuerdo de los vivos, en la memoria de la Iglesia santa, quedó escondido en los huecos y en las quebradas de estas sierras para seguir desde el cielo sirviendo a sus paisanos. El señor Brochero, a su modo y por gracia de Dios, sigue trabajando, sigue intercediendo por los pobres, por sus reclamos y por sus clamores”.
Finalmente, monseñor Araya deseó que “ojalá aprendamos todos de Brochero, nos inspiremos en él, sigamos sus ejemplos, especialmente los dirigentes políticos, sociales, religiosos”.
“Ojalá aprendamos los obispos, los sacerdotes, los diáconos, los hombres y mujeres de la vida consagrada que nuestro lugar en el mundo es estar en medio de la gente hasta el final, como Brochero, alentando con la Palabra y sacando del bolsillo y del corazón lo que Dios nos ha dado para que lo regalemos generosamente y sin esperar homenajes ni pedestales, porque todo pasa y solo queda el amor, solo queda el amor”, concluyó.
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