En su primera carta pastoral, el obispo de Rawson anima a vivir la Cuaresma con un espíritu de desprendimiento, haciendo presente la revolución de la ternura, intentando instaurar así otra cultura.
“Quisiera que empecemos estos primeros años generando entre nosotros un cambio cultural”: con estas palabras, el obispo de Rawson, monseñor Roberto Álvarez, inicia su primera carta pastoral, en la que propone a la comunidad diocesana una “metanoia” o conversión, inspirada en documentos del Papa Francisco y en los Salmos.
Un cambio de mentalidad, plantea, “que nos hace preguntarnos si cuando nos expresamos y desenvolvemos, cuando nos vinculamos, nos estamos cuidando”. “Cuidarnos quizás sea el mejor modo de encarnar hoy los valores evangélicos”, expone, y “puede ser la columna vertebral que inspire estos primeros años de nuestro caminar como diócesis”.
Citando al Papa Francisco, señala que la cultura del cuidado supone una perspectiva de una extrema delicadeza sobre la vida de los demás, y sugiere que, “desde esta perspectiva, es que podemos vivir el valor cuaresmal de ‘desprenderse’ como una verdadera liberación”.
“Asumir el ‘descuido’ sobre el cultivo de uno mismo y la revisión de cómo cuido a los demás, es un fantástico comienzo para nuestro cambio cultural”, propone, y añade: “La conversión es un cambio en la mentalidad y en la mirada; transformar en apertura, en encuentro con el otro y en acogida,el deseo constante de dominar y someter”.
Un buen modo de vivir este tiempo de Cuaresma, sugiere, “puede ser desprendernos de modos de funcionar, de roles predeterminados; ahondar en este tiempo sobre por qué reacciono, pienso y opino de tal o cual manera, que me ahoga e intoxica el ambiente familiar, comunitario y ciudadano”.
“Sólo la fraternidad, como el vínculo que emerge cuando por el bautismo nos sabemos todos hijos de un mismo Padre, puede ayudarnos en este cambio cultural”, considera, y propone “que el salmo 142, leído desde la fraternidad, que ventila los aires tóxicos de la competencia, el estilo patriarcal y el individualismo informático agresivo o egoísta, sea nuestro desprendimiento para lo que queda de esta Cuaresma”.
Cuidarnos, prosigue, será “cambiar los marcos de análisis de lo que nos rodea; percibir como ‘invaluable’ aquello que el mundo considera sin valor; porque cuidarse es decirle al otro que su persona –con todos sus despliegues y todas sus roturas–, así como es y como está, es querida por Dios”.
“Por más ínfimo y pequeño que nos parezca, en cada gesto de cuidado, en cada espacio donde con delicadeza expresamos la alegría del Evangelio, estamos haciendo presente la revolución de la ternura, intentando instaurar otra cultura”, concluye.
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