El arzobispo porteño, Jorge García Cuerva, presidió la misa "por una sociedad sin esclavos ni excluidos" en Constitución y condenó enfáticamente la existencia de "seres humanos mercantilizados, desfigurados en su dignidad y avasallados en su libertad".
“¡La trata de personas es un crimen contra la humanidad; es un crimen mafioso y aberrante!”, expresó el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, al presidir este martes la decimosexta misa en solidaridad con los excluidos y las víctimas de tráfico y trata de personas en sl playón de la estación Constitución de tres, en el barrio porteño homónimo.
La celebración eucarística llevó por lema “Por una sociedad sin esclavos ni excluidos”, y se enmarcó en el “Día Internacional contra la explotación sexual y la trata de personas”. Fue concelebrada por el vicario general de la arquidiócesis, monseñor Gustavo Carrara; por el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor José María Baliña y por otros diez sacerdotes de la arquidiócesis porteña.
Las actividades comenzaron al mediodía, con la instalación de la Carpa Misionera, y desde las 14 tuvo lugar la “Feria por la inclusión”, donde diversos stands exponían los proyectos productivos realizados por organizaciones sociales y eclesiales.
En su homilía, el primado de la Argentina recordó las palabras del entonces cardenal Bergoglio en el año 2005, en ocasión del primer año de la tragedia de Cromañón, y expresó: “A Buenos Aires le hace falta llorar. Porque al llorar, fabricamos lágrimas, y con las lágrimas limpiamos la mirada y vemos más claro; vemos los rostros concretos, con nombre y apellido, de seres humanos mercantilizados, desfigurados en su dignidad y avasallados en su libertad”.
En ese sentido, llamó a los porteños “a llorar tanta desigualdad; a llorar tanta exclusión; a llorar a tantos hermanos que deambulan por nuestras calles; a llorar a tantos hermanos esclavos del negocio de la droga; a llorar a tantos hermanos víctimas de la precariedad del conocido como trabajo esclavo; a llorar a quienes son víctimas de la trata, ese crimen que hace de las personas mercancía; a llorar a quienes ofrecen su cuerpo obligados por necesidad a sobrevivir”.
Haciendo referencia a las víctimas de las distintas formas modernas de esclavitud y trata de personas, señaló que “hay hermanos que piden que los miremos con los ojos llenos de lágrimas porque hacemos nuestro su dolor; que nos acerquemos, que vendemos sus heridas con ternura, con escucha, y con un compromiso profético”.
“Una vez más y desde esta plaza, triste reflejo de la injusticia y la marginación, gritemos sin miedo que seguiremos luchando por una sociedad sin esclavos ni excluidos, seguiremos comprometiéndonos estando cerca de las víctimas de manera constante y eficaz, seguiremos tratando de curar sus llagas abiertas y dolientes, que también son las llagas de Jesús; seguiremos adelante, a pesar del silencio cómplice y de los que miran para otro lado”, concluyó.
La misa fue convocada por las parroquias del decanato Boca-Barracas-Constitución, el equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia, las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor - Puerta Abierta Recreando, la Red Kawsay, el Departamento de Migraciones del Arzobispado de Buenos Aires, la Familia Grande Hogar de Cristo, la Fundación La Alameda, el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), el Equipo No a la Trata de la Comisión Nacional de Justicia y Paz (CNJyP) y la Comisión Episcopal de la Pastoral de Migrantes e Itinerantes (CEMI).
El entonces cardenal Jorge Bergoglio presidió las celebraciones entre 2008 y 2012. Su sucesor, el actual arzobispo emérito de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, encabezó varias de las misas sucesivas. Otras fueron encabezadas por el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, y las últimas ediciones estuvieron a cargo de monseñor José María Baliña.
El Papa Francisco impulsó también desde Roma este acto de fe y de denuncia ante el sufrimiento de tantas personas.
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