Por el día del Pontífice, que se celebra en la fiesta de los santos apóstoles San Pedro y San Pablo, el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, presidió en la Catedral porteña una misa concelebrada con el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, y otros seis obispos, con la asistencia de diplomáticos de unos veinte países y autoridades nacionales, de la Ciudad y provinciales.
En la homilía, el obispo auxiliar de Buenos Aires Ernesto Giobando S.J. recordó que Pedro es la garantía de la unidad porque ejerce el primado de la caridad y animó a acompañar al papa Francisco con nuestra oración y buenos deseos, al tiempo que señaló: “¡Qué difícil es generar puentes cuando en las orillas hay tanto tembladeral”.
Por el día del Pontífice, que se celebra en la fiesta de los santos apóstoles San Pedro y San Pablo, el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, presidió en la Catedral porteña una misa concelebrada con el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, y otros seis obispos, con la asistencia de diplomáticos de unos veinte países y autoridades nacionales, de la Ciudad y provinciales.
En la homilía, el obispo auxiliar de Buenos Aires Ernesto Giobando S.J. recordó que Pedro es la garantía de la unidad porque ejerce el primado de la caridad y animó a acompañar al papa Francisco con nuestra oración y buenos deseos, al tiempo que señaló: “¡Qué difícil es generar puentes cuando en las orillas hay tanto tembladeral”.
“Rezamos por la unidad de la Iglesia”, dijo en muy breves palabras el cardenal Poli al abrir la celebración, que presidió el nuncio de Su Santidad. “Me siento feliz y privilegiado por haber podido presidir esta Eucaristía, por lo que expreso mi gratitud al cardenal Poli”, dijo monseñor Tscherrig antes dar los obispos la bendición final. Agradeció a todos su presencia y los invitó a que “sigan rezando por el Papa para que el Espíritu Santo lo guíe, le dé fuerza y alegría, y para que la Virgen de Luján lo acompañe con su amor”.
Concelebraron también la Santa Misa el obispo de Chascomús y secretario general de la Conferencia Episcopal, monseñor Carlos Malfa; el arzobispo emérito de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan;los obispos auxiliares de Buenos Aires monseñores Joaquín Sucunza, vicario general, y Enrique Eguía Seguí, provicario general, y el obispo auxiliar de La Platamonseñor Alberto Bochatey.
También concelebraron una veintena de sacerdotes, entre ellos, el rector de la Catedral, presbítero Alejandro Russo; monseñor Pedro Candia, que fue administrador apostólico del obispado castrense; el padre Felipe El Khazem, vicario de la eparquía maronita de la Argentina; el padre dominico fray Alberto Saguier Fonrouge; el vicario de la Prelatura del Opus Dei para la Argentina, Paraguay y Bolivia, presbítero Víctor Urrestarazu, y varios sacerdotes de esa prelatura.
En un costado del presbiterio, bajo un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, asistieron a la celebración el arzobispo Tarasios, de la Iglesia Ortodoxa Griega, y el obispo Vladika Gorazd, de la Iglesia Ortodoxa de Montenegro.
Autoridades y embajadores
Los bancos del templo estaban llenos y había casi un centenar de personas de pie. En primera fila de la nave central estaban el secretario de Culto de la Nación, Santiago de Estrada; el director de Culto Católico, Luis Saguier Fonrouge; la coordinadora general de Asuntos de Culto de la Cancillería, Claudia Russo Bernagozzi, y el director de Cultos de la Ciudad, Federico Pugliese. Más atrás estaban el director de Culto de la Provincia de Buenos Aires, Walter Giménez; el legislador porteño Eduardo Santamarina y una alta autoridad de la Policía de la Ciudad. En la otra primera fila de la nave central estaban, entre otros, el ex secretario de Culto Norberto Padilla y su esposa, Gloria Williams, licenciada en teología y directora adjunta de la Comisión Episcopal de Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones.
En un costado del crucero, estaban numerosos embajadores y representantes de embajadas. Entre otros, la embajadora de Italia, Teresa Castaldo, y los embajadores de Noruega, Colombia y la Orden de Malta. Allí se encontraba el prefecto nacional naval, prefecto general Eduardo Scarzello, y otros dos altos mandos de la Prefectura Naval Argentina.
En ese sector estaban también el ex embajador ante la Santa Sede Carlos Custer; el vicepresidente del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), Antonio Estrany y Gendre; el presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), Juan Manuel Vaquer, y el ex presidente Juan Pablo Simón Padrós; el ex senador José Antonio Romero Feris; el doctor Juan Navarro Floria, ex presidente del Consorcio Latinoamericano de Libertad Religiosa; el abogado Alejandro Fargossi y directivos de diversas entidades, como Claudio Epelbaum, que fue observador judío en el encuentro de Aparecida, por el Congreso Judía Latinoamericano.
Entre el pueblo, más atrás en la nave central se encontraban, entre otros, el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel; Andrea Poretti, de la comunidad San Egidio; los periodistas José Ignacio López, con su esposa, y Francesca Ambrogetti, el analista político Rosendo Fraga, la abogada Vilma Nora Alí.
Homilía
En la homilía monseñor Giobando citó a Pedro como roca y a Pablo como espada, que es como comienza el himno litúrgico de la solemnidad de ambos apóstoles.
Evocó la pregunta de Jesús: ¿qué dice la gente que es el Hijo del Hombre? Indicó que ese interrogante no buscaba un índice de popularidad ni cómo posicionar su imagen: “Al Señor le interesa qué dicen sus amigos: ¿Y ustedes, quién dicen que soy?”
"Es una pregunta clara, que los cristianos debemos hacernos –dijo-: ¿Quién es para mí Jesús? Toca a nuestra identidad de creyentes", precisó. Y señaló que la respuesta no proviene de la carne y la sangre, sino de Dios Padre, cuando Pedro responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Y Dios le da una misión: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Monseñor Giobando dijo que Pedro es la piedra basal, imagen de Jesucristo, la piedra angular que rechazaron los constructores. Señaló que sobre la tumba de Pedro no sólo se edificó en Roma una basílica sin que se edifica la fe católica, "con Pedro y bajo la autoridad de Pedro". Puntualizó que Pedro es la garantía de la unidad porque ejerce el primado de la caridad.
Señaló la tarea que le toca a Francisco, que lo está haciendo a su modo, a su tiempo, con la sabiduría que le dan los años; “hoy lo acompañamos con nuestra oración y buenos deseos”.
Invitó a pedir a la Virgen de Luján por Francisco y por la Iglesia, para que no olvide su misión de ser misericordiosa con los pobres y los pecadores. Cerró con el himno con el que había comenzado.
En la oración de los fieles se pidió por el Papa Francisco, para que siga siendo puente seguro entre Dios y los hombres, y por la Iglesia, presente en naciones y culturas, para que sea fuente de agua “para una humanidad sedienta de Dios”.
Un coro cantó al comienzo el Kyrie Eleison (Señor, ten piedad de nosotros) y luego el salmo que dice “El Señor me libró de todas mis angustias”. Al concluir la misa llenó el templo con las estrofas del himno Christus Vincit (Cristo vence).(Jorge Rouillon)
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