Con la intención de rezar por la paz y la fraternidad en la Argentina, el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió este sábado una misa en el santuario nacional de Luján.
Con una misa presidida por el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, la comunidad se reunió este sábado en la basílica y santuario nacional de Nuestra Señora de Luján para rezar por la paz y la fraternidad en la Argentina.
Asistieron a la Eucaristía el presidente de la Nación, doctor Alberto Fernández; el expresidente Eduardo Duhalde, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof y la vicegobernadora, Verónica Magario; el jefe de gabinete de Ministros de la Nación, Juan Luis Manzur; el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y demás autoridades nacionales, provinciales y municipales, entre ellas el intendente de Luján, Leonardo Boto -quien tuvo la iniciativa de celebrar esta misa- y el intendente de Mercedes, Juan Ignacio Ustarroz.
Concelebraron la Eucaristía el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, el rector de la basílica, presbítero Lucas García; el vicario general de la arquidiócesis, presbítero Lucas Figueroa; miembros del clero de la arquidiócesis y sacerdotes representantes de la pastoral de las Villas y Barrios de Emergencia.
Monseñor Scheinig comenzó su homilía destacando que estamos en un tiempo extremadamente delicado. "La paz social está frágil y amenazada y somos responsables de asegurarla y cuidarla", señaló.
Por este motivo, explicó, "cuando el señor Intendente de Luján me invitó a presidir esta misa, y me compartió su deseo de hacer una convocatoria amplia, 'hacia todas las fuerzas políticas y sus representantes, a nuestras hermanas y hermanos de otras confesiones cristianas y religiosas, para reconocernos y encontrarnos en esta oración por la ansiada paz social y el diálogo entre líderes', sentí que era una muy buena iniciativa y le dije que sí".
"Además, lo hacemos en el día en el que todos los obispos de la Argentina estamos animando a una sentida oración por la paz y la fraternidad, y en el contexto de la colecta Más por Menos cuyo lema es: 'Aliviando el dolor de hoy, alimentamos la esperanza'", añadió.
"¡La oración por la paz y la fraternidad es urgente! Y este es el espacio indicado para rezar por la Patria. La Iglesia católica y todos los credos estamos para ser servidores de la paz y de la fraternidad. Y nuestro primer y principal servicio es la oración. Creemos que la oración de los que estamos aquí, ya es un hecho de paz y de fraternidad", subrayó el prelado.
"Este lugar sagrado es como un concentrado de la Patria, porque aquí vienen millones de peregrinos, de todos lados, de todas las edades, de todas las realidades sociales, los partidos políticos, los movimientos sociales e incluso de diferentes confesiones religiosas. Y vienen porque aquí esta Ella, nuestra Madre, 'que es la garante de la unidad del pueblo argentino', como señaló el papa Francisco. Nadie se queda afuera de esta casa de María de Luján. Nadie debería quedarse afuera de la casa que es nuestra Patria amada. Mucho lamentaría que se malinterprete este gesto. La Virgen de Luján es Inmaculada y cualquier mala intención, lejos de mancharla a Ella, nos mancha aún más a nosotros mismos", aclaró el arzobispo.
"En la época de Jesús, por muchas razones, el clima social que se respiraba era de fatalismo", recordó. "El fatalismo, es un aire que todo lo contamina y que conduce a vivir en una sensación de irremediable desgracia, de conflicto permanente, en el que no hay ni habrá salida".
"Se crea así una atmósfera viciosa, en la que cada uno se encierra en sí mismo o en el pequeño grupo y en esa forma salvaje del 'sálvese quien pueda'", advirtió. "En esa realidad concreta de su tiempo, pero también hoy, Jesús viene a traer una novedad, un cambio total de paradigma, otra lógica de vida, y así rompe ese círculo letal del fatalismo", enfatizó.
"Jesús nos llama a no encerrarnos, por el contrario, invita a que nos abramos y entremos en una relación diferente con Dios y con los otros. Jesús propone otro modelo de convivencia en el que todos podamos salvarnos, que consiste en 'el abrazo hacia el otro', no en el rechazo", destacó.
Seguidamente, el prelado se refirió al Evangelio en el que Jesús, ante un grupo de justos y otro de pecadores, narra la parábola del Padre Misericordioso, que espera a su hijo menor para abrazarlo, perdonarlo y salvarlo, y que con la misma actitud dignifica a su hijo mayor, que no reconoce a su hermano.
"El Señor Jesús se está refiriendo a Dios, que como un Padre y una Madre, siempre espera a sus hijos y cuando nos acercamos a Él, hace de todo para devolvernos la dignidad perdida. Dios siempre nos abraza profundamente, no nos rechaza y en ese abrazo, no deja que nos sigamos encerrando en nosotros mismos. Su Amor, nos abre; su Amor, nos salva", aseguró.
"Nadie, ningún sector tampoco, debería identificarse con alguno de los hijos, porque todos en la vida tenemos algo de ambos. Como el hijo menor, todos podemos hacer el mal y también arrepentirnos, aunque a veces, esas experiencias crudas de la vida lejos de ablandarnos nos endurecen aún más y, si tomamos la decisión de acercarnos al otro, lo hacemos más por conveniencia que por la búsqueda de la fraternidad. Todos tenemos también un poco del hijo mayor, que por celos, enojos, heridas de la vida, justificamos las distancias, el desinterés, la insolidaridad", reflexionó.
La novedad, señaló monseñor Scheinig, lo que rompe ese círculo fatal en el que misteriosamente apostamos por hundirnos todos, "es el amor creativo y audaz".
"El desafío es salir urgentemente del modelo de los hijos para entrar en el modelo del Padre, que genera un amor de calidad, valiente y que frente a las realidades difíciles no se deja aplastar, sino que crea algo nuevo y distinto, original. 'La Patria requiere algo inédito'", exhortó.
"La novedad es animarse a abrazar al otro desde las entrañas, perdonarlo de corazón, empezar de nuevo las veces que hagan falta, romper las cadenas del odio, tener palabras, gestos y acciones que busquen dignificar a los otros y apostar por salvarnos todos. Otro tipo de convivencia social que garantice siempre la paz y la fraternidad", sostuvo.
Y tomando la figura del hijo mayor, enfatizó: "Este es el desafío más urgente de la historia humana que estamos transitando hoy: que nadie se autoexcluya y lo que es peor, que nadie ose excluir a nadie por ningún motivo. La fraternidad humana es la condición necesaria para que todos podamos salvarnos".
Y recordando la encíclica Fratelli Tutti, afirmó: "Si nos abrimos, podemos encontrarnos, escucharnos, dialogar, trabajar por el Bien Común, fortalecer la democracia y reconstruir con esperanza la Patria herida".
El prelado alertó sobre las actitudes de "quienes tenemos responsabilidades en los diversos ámbitos de la vida de nuestra Nación", porque "pareciera que nos quedamos anclados en ese modo de relación interesado que tienen los dos hijos y, con nuestras palabras, gestos y acciones, afectamos directamente la vida de muchas hermanas y hermanos creando un clima de fatalidad, angustia, desolación y un enfrentamiento que nos enferma a todos".
Porque los que sufren, advirtió,"no son las causas ni los proyectos sino las personas concretas, y debemos hacer todo lo necesario para evitar ese sufrimiento. Esa es una decisión ética que se toma en lo profundo de la propia conciencia que desea hacer siempre el bien y evitar el mal".
"¡Podemos sanarnos! ¡Estamos a tiempo! ¡Debemos sanarnos unos a otros! Debemos hacerlo por los más pobres, débiles y sufrientes, por los niños, por los ancianos, por las familias, por todas las personas de nuestra amada Patria. Debemos intentarlo de verdad! Recordemos por favor, que todos estamos en la misma barca y que nadie se salva solo", exhortó.
El prelado finalizó su homilía invitando a los presentes a rezar juntos la oración de San Francisco de Asís, el santo de la paz y la fraternidad universal
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