El obispo de Nueve de Julio destacó que el prelado fallecido "defendió con todas sus fuerzas los valores esenciales a la humanidad, a la fe cristina y también a nuestra cultura".
El arzobispo de Buenos Aires y primado argentino, cardenal Mario Aurelio Poli, presidió la misa de exequias de monseñor Alfredo Horacio Zecca, arzobispo titular de Bolsena, fallecido el viernes pasado a los 73 años, celebrada este lunes 7 de noviembre en la catedral metropolitana de Buenos Aires.
Concelebraron el arzobispo emérito de Tucumán, cardenal Luis Héctor Villalba; el actual arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Alberto Sánchez; el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea; entre otros 25 prelados y alrededor de 60 sacerdotes.
Participaron, entre otras autoridades, el director nacional de Culto Católico, Luis Saguier Fonrouge; el rector de la Universidad Católica Argentina, Miguel Ángel Schiavone, casa de altos estudios de la que monseñor Zecca fue rector; el secretario académico de la Universidad, doctor Gabriel Limodio; varios decanos y profesores de la Universidad, así como el doctor Alberto Parselis, que fue vicerrector cuando monseñor Zecca ejercía el rectorado. A un costado, había tres jóvenes alumnos del Colegio Santo Tomás de Aquino, que depende de la UCA, con banderas de la Argentina, del Vaticano y de la Universidad. Una gran cantidad de fieles, muchos de ellos alumnos de Mons. Zecca, colmaron la catedral metropolitana para darle su último adiós.
La homilía fue predicada por el obispo de Nueve de Julio, monseñor Ariel Edgardo Torrado Mosconi, quien recordó que “en medio de esta sensación tan humana y cristiana, porque nuestra concepción de la muerte nada tiene que ver con una histórica resignación, hemos venido a renovar nuestra esperanza en esta Eucaristía y encomendar a nuestro querido hermano y amigo, el arzobispo Alfredo Horacio Zecca”.
En esa línea, el prelado pidió recordar al fallecido obispo desde tres aspectos: como creyente, como maestro y como pastor.
Respecto de la primera dimensión, destacó la imagen de “aquel chico, hijo único de una familia de barrio y monaguillo de la parroquia porteña de Santa Rita. Allí quedó grabada la impronta de una religiosidad familiar y parroquial dándole contenido a su espiritualidad y a su vida toda. Una fe sencilla y muy concreta. Fue esa práctica religiosa la que lo acompañó y sostuvo toda la vida, nutrida luego por la celebración cotidiana de la santa misa, el rezo del Breviario, el Rosario, la confesión frecuente”.
El obispo de Nueve de Julio destacó de monseñor Zecca que “su intelecto preclaro, su historia académica y los cargos pastorales que tuvo que llevar adelante no cambiaron en nada ese niño creyente de piedad simple y llana”. “Jamás quiso pasar ni adoptó la pose de un gran académico o de alto prelado”, agregó.
En la segunda dimensión, monseñor Mosconi recordó al difunto monseñor Zecca como “maestro”. “Alumno del colegio marianista de Buenos Aires. Allí fue despertándose su vocación en la docencia, ahondada luego en los años de estudio, investigación y enseñanza. Fue destinado como profesor en la facultad de Teología, de la cual fue secretario y luego decano. Fue durante una década rector de la Universidad Católica Argentina”, puntualizó.
En esa línea, continuó, “quienes lo conocimos de cerca sabemos muy bien que vivió con genuina y auténtica vocación su dimensión académica. Cómo no recordar la claridad, contundencia, sencillez y convicción con la que trasmitía el saber de sus clases”.
Por su parte, y como aspecto final, monseñor Mosconi subrayó la dimensión de pastor: “Monseñor Zecca tuvo clara y sentida conciencia de su llamado al sacerdocio. Fue sacerdote de todo corazón. Su personalidad y destinos ministeriales no caben, claro está, en el estereotipo de cura de parroquia. Su dimensión tan clara de que Dios lo llamaba a vivir su ámbito ministerial en la academia y la cultura. Desde ese púlpito predicó la Buena nueva, desde esa cátedra enseñó la fe cristiana y en ese areópago dialogó cordial y vehementemente con creyentes y no creyentes”.
“Monseñor Zecca tuvo la capacidad de conformar un verdadero equipo sacerdotal de formadores en el seminario de Buenos Aires. Igualmente, en su iglesia arquidiocesana de Tucumán, el seminario y la formación permanente fueron motivos de dedicación y desvelo”, señaló.
Finalmente, monseñor Mosconi expresó: “Querido Alfredo, querido amigo, recorriste el buen combate y perseveraste en la lucha. Gracias por lo que nos diste, podés ir en paz. Que Jesús, pastor de los pastores, te reciba en sus brazos”.
Finalizada la misa, monseñor Antonio Marino, obispo emérito de Mar del Plata, tuvo a su cargo el responso final y posteriormente los restos de monseñor Zecca fueron trasladados en procesión hasta la cripta de la catedral metropolitana, donde quedarán hasta que sean trasladados a la catedral de Tucumán, para su definitiva sepultura.
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