Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 19 de enero de 2025
Al medio día del domingo 19 de enero, el Papa Francisco pronunció su alocución dominical ante unas 20 mil personas congregadas en la Plaza de San Pedro. A la alocución siguió el rezo de la oración mariana del Ángelus y también unas palabras con las que el Papa aplaudió el acuerdo de “alto al fuego” entre Israel y Hamas y la liberación de presos en Cuba, en el contexto del Jubileo 2025. A continuación la traducción al castellano de la alocución dominical del Papa:
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Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
El Evangelio de la liturgia de hoy (Jn 2,1-11) nos habla del primer signo de Jesús, cuando convierte el agua en vino durante unas bodas en Caná de Galilea. Se trata de un relato que anticipa y sintetiza toda la misión de Jesús: el día de la venida del Mesías -así lo dijeron los profetas- el Señor preparará «un banquete de vinos excelentes» (Is 25,6) y «las montañas destilarán el vino nuevo» (Am 9,13); Jesús es el Esposo que trae el «vino nuevo».
En este Evangelio podemos encontrar dos cosas: la falta y la sobreabundancia.
Por un lado, falta el vino y María le dice a su Hijo: «No tienen vino» (v. 3); por el otro, Jesús interviene haciendo llenar seis grandes ánforas y, al final, el vino es tan abundante y exquisito que el dueño del banquete le pregunta al esposo por qué lo ha conservado hasta el final (v. 10). Entonces, nuestro signo es siempre la falta, pero siempre «el signo de Dios es la sobreabundancia» y la sobreabundancia de Caná es el signo de ello (cfr. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, vol. I, 294). ¿Cómo responde Dios a la falta del ser humano? Con sobreabundancia (cfr. Rm 5,20). ¡Dios no es tacaño! Cuando da, da mucho. No te da un pedacito, te da mucho. A nuestras faltas el Señor responde con su sobreabundancia.
En el banquete de nuestras vidas – podríamos decir – a veces nos encontramos con que falta el vino: que nos faltan fuerzas y muchas cosas. Sucede cuando las preocupaciones que nos afligen, los temores que nos asaltan o las fuerzas perturbadoras del mal nos quitan el sabor de la vida, la ebriedad de la alegría y el sabor de la esperanza. Tengamos cuidado: Pero frente a esta falta, cuando el Señor da, da la sobreabundancia. Parece una contradicción: cuanta más falta hay en nosotros, más sobreabundancia hay por parte del Señor. Porque el Señor quiere hacer una fiesta con nosotros, una fiesta que no tendrá fin.
Oremos pues a la Virgen María. Que ella, que es la «Mujer del vino nuevo» (cf. A. Bello, María, Señora de nuestros días), interceda por nosotros y, en este año jubilar, nos ayude a redescubrir la alegría del encuentro con Jesús.
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