Mensaje de Shavuot del rabino Eliahu Hamra de AMIA

Mensaje de Shavuot del rabino Eliahu Hamra de AMIA

La entrega de la Torá, un evento histórico y trascendental. Hashem eligió entregarnos Su Torá de manera directa, no a través de profetas, mensajeros, señales ni milagros, sino en un evento público al que asistió cada miembro del pueblo de Israel como testigo. 

Por Rab Eliahu Hamra, Rabino de AMIA.

Este suceso tuvo lugar hace 3.336 años. El 6 de Siván, en el año 2448 desde la Creación del mundo, Hashem se reveló ante todo el pueblo en el monte Sinaí, y nos entregó el libro más sagrado del judaísmo. Este es el acontecimiento que constituye el fundamento de toda la religión judía.

Maimónides, en el capítulo 8 de las Leyes de los Fundamentos de la Torá, destaca la relevancia del histórico hecho del monte Sinaí: “Los israelitas no creyeron en Moisés, nuestro maestro, debido a los milagros que realizó (…). ¿Por qué creyeron en él? En el evento del monte Sinaí, donde nuestros ojos vieron y no un extraño, y nuestros oídos escucharon y no otro”. Por ello, Maimónides explica que Moisés inicialmente no estaba dispuesto a aceptar la misión de D-os para el pueblo de Israel, temiendo que no le creyeran, pues ¿qué prueba habría de que el Creador realmente le habló? Solo cuando D-os le informó que hablaría con él, frente a todo el pueblo en el monte Sinaí, Moisés aceptó liberar a los judíos de Egipto.

HAY UNA ÚNICA VERDAD

En la actualidad, se han popularizado los conceptos de “mi verdad” y “tu verdad”. Al hablar con una persona judía sobre la necesidad de cumplir con la Torá y sus mandamientos, a veces ésta responde ingenuamente: “Esa es tu verdad; yo tengo otra verdad”, como si fuera una cuestión de preferencia personal. Sin embargo, al preguntar de manera directa: ¿El hecho de la entrega de la Torá en el monte Sinaí ocurrió o no ocurrió? No se puede responder con “mi verdad” y “tu verdad”. O esto sucedió realmente, como se describe en la Torá, o lamentablemente nunca ocurrió. No hay lugar para más de dos opciones, y sólo una de ellas puede ser correcta y verdadera.

A menudo, las personas prefieren escudarse tras frases sobre las múltiples “verdades” y el derecho de cada individuo a elegir su propio camino. Para eliminar cualquier duda, D-os eligió darnos Su Torá de la manera más convincente: no a través de profetas, mensajeros, señales, milagros ni visiones nocturnas, sino en un acontecimiento público y sublime, al que asistió cada miembro de Israel como testigo. Nadie necesitó creer en alguien más; todos vieron con sus propios ojos la revelación Divina y escucharon con sus propios oídos los sonidos. La Torá fue entregada personalmente a cada judío, y D-os habló en singular: “Yo soy el Señor tu D-os”.

Este martes, en la festividad de Shavuot, recibiremos nuevamente la Torá. Para ello, debemos recordar la primera vez que la recibimos, cuando Hashem vino a entregarla a los hijos de Israel. Todos proclamaron unánimemente: “Naase Venishma” (“Haremos y escucharemos”). Esta declaración se ha convertido, desde entonces, en un símbolo de aceptación del yugo Divino y de dedicación a la voluntad de D-os: Primero hacemos y cumplimos (“Haremos”) y sólo después intentamos comprender (“Escucharemos”).

La aceptación que precedió a la entrega de la Torá nos enseña que cada uno de nosotros tiene una conexión personal y profunda con la Torá, independientemente de nuestra situación y experiencia de vida. Cada uno de nosotros estuvo presente en esa aceptación, ya sea en cuerpo o en alma. Esta dedicación a la voluntad de D-os nos muestra que estamos intrínsecamente vinculados a la santidad y a la voluntad Divina, cada uno según su capacidad y circunstancias.

Por ello, las palabras de D-os fueron dichas en singular, aunque todos los hijos de Israel estaban allí juntos. Según los sabios, cada uno escuchó las palabras de D-os de manera única. Esta es la gran verdad que el pueblo judío ha llevado consigo a lo largo de miles de años. La adhesión a esta verdad nos ha mantenido como pueblo, a pesar de todas las terribles persecuciones que hemos sufrido.

Gracias a nuestra constante adhesión a esta verdad, pronto mereceremos la culminación de la Misión Divina que el Creador nos ha encomendado, con la redención verdadera y completa muy pronto.

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