En la Iglesia prevalece la impresión de que los planetas no están alineados en la relación con el Gobierno. El manejo de la situación social y el aval del presidente Mauricio Macri a que se debata la legalización del aborto sacaron a la luz visiones enfrentadas con sectores del oficialismo, que en tiempos de crisis contribuyen a profundizar las diferencias.
El papa Francisco tiene muy buena relación con figuras de Cambiemos. A muchas de ellas recibió recientemente en audiencias privadas. La gobernadora María Eugenia Vidal, los ministros Carolina Stanley y Jorge Triaca y el propio secretario de Culto, Santiago de Estrada, quien anticipó a LA NACION que abandonará su función dentro de un par de meses, lo visitaron en las últimas semanas. A ello se suma la sintonía que la Iglesia mantiene con la vicepresidenta Gabriela Michetti y los senadores Federico Pinedo y Esteban Bullrich.
En la conducción de la Iglesia predomina, sin embargo, cierta desconfianza hacia el Presidente, por haber contribuido a que el aborto se debatiera en la Cámara de Diputados.
"Tuvo una actitud ambigua", resumió un agudo observador de la realidad eclesiástica, al recordar el contundente respaldo a la defensa de la vida desde la concepción que hizo Macri en el Congreso Eucarístico celebrado hace dos años en Tucumán y las sospechas de que su gobierno no solo facilitó el debate de la despenalización, sino que influyó en la votación final, cuando tres diputados pampeanos cambiaron su indecisión por el apoyo al proyecto. Muchos recuerdan, incluso, cómo se molestó en noviembre de 2009 el entonces cardenal Jorge Bergoglio cuando Macri no apeló como jefe de gobierno porteño un fallo judicial que convalidaba el matrimonio de una pareja homosexual en la ciudad.
El debate sobre el aborto tuvo un efecto colateral. Mientras abrió una grieta cada vez más perceptible en Cambiemos, generó una fuerte cohesión y unidad en los estamentos más diversos de la Iglesia. Desde los sectores más conservadores hasta los que conviven con las urgencias sociales de los más vulnerables se pronunciaron enérgicamente en contra de la iniciativa. Desde el arzobispo Héctor Aguer, por ejemplo, hasta los curas villeros, como el obispo Gustavo Carrara y el padre Pepe. En la visión de la Iglesia, la grieta que el aborto abrió en el oficialismo se extiende al escenario social. En razón de ello, mientras Vidal y Stanley son vistas como portadoras de una "sensibilidad social mayor", otros funcionarios "responden a una mentalidad marcada por la clásica actividad empresaria, a la que le cuesta atender los problemas desde la óptica del bien común".
La cercanía de Vidal y Stanley, sin embargo, no impidió que vivieran un momento incómodo en el último encuentro de la Pastoral Social, cuando el obispo Jorge Lugones alertó delante de ellas sobre el crecimiento del desempleo y de la grieta social. "En el Episcopado también hay estilos distintos y Lugones es un obispo frontal, con poca capacidad para establecer espacios de consenso", explicó una fuente episcopal, que diferenció al obispo jesuita de sus antecesores. Muchos obispos vieron con buenos ojos, en tanto, la presencia de la vicepresidenta Michetti en la misa en que hizo su presentación el nuncio apostólico León Kalenga Badikebele, de origen africano y nombrado por Francisco.
Con la convicción de que "nadie puede estar indeciso ante el aborto", como señaló el jesuita Ernesto Giobando, obispo auxiliar de Buenos Aires, la Iglesia concentra sus energías en la convocatoria a la misa que celebrarán varios obispos y sacerdotes en la Basílica de Luján el domingo 8 de junio, a las 11. Espera, así, realizar una fuerte movilización en contra del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, en medio de la discusión que se dará en el Senado.
En la Iglesia prevalece la impresión de que los planetas no están alineados en la relación con el Gobierno. El manejo de la situación social y el aval del presidente Mauricio Macri a que se debata la legalización del aborto sacaron a la luz visiones enfrentadas con sectores del oficialismo, que en tiempos de crisis contribuyen a profundizar las diferencias.
El papa Francisco tiene muy buena relación con figuras de Cambiemos. A muchas de ellas recibió recientemente en audiencias privadas. La gobernadora María Eugenia Vidal, los ministros Carolina Stanley y Jorge Triaca y el propio secretario de Culto, Santiago de Estrada, quien anticipó a LA NACION que abandonará su función dentro de un par de meses, lo visitaron en las últimas semanas. A ello se suma la sintonía que la Iglesia mantiene con la vicepresidenta Gabriela Michetti y los senadores Federico Pinedo y Esteban Bullrich.
En la conducción de la Iglesia predomina, sin embargo, cierta desconfianza hacia el Presidente, por haber contribuido a que el aborto se debatiera en la Cámara de Diputados.
"Tuvo una actitud ambigua", resumió un agudo observador de la realidad eclesiástica, al recordar el contundente respaldo a la defensa de la vida desde la concepción que hizo Macri en el Congreso Eucarístico celebrado hace dos años en Tucumán y las sospechas de que su gobierno no solo facilitó el debate de la despenalización, sino que influyó en la votación final, cuando tres diputados pampeanos cambiaron su indecisión por el apoyo al proyecto.
Muchos recuerdan, incluso, cómo se molestó en noviembre de 2009 el entonces cardenal Jorge Bergoglio cuando Macri no apeló como jefe de gobierno porteño un fallo judicial que convalidaba el matrimonio de una pareja homosexual en la ciudad.
El debate sobre el aborto tuvo un efecto colateral. Mientras abrió una grieta cada vez más perceptible en Cambiemos, generó una fuerte cohesión y unidad en los estamentos más diversos de la Iglesia. Desde los sectores más conservadores hasta los que conviven con las urgencias sociales de los más vulnerables se pronunciaron enérgicamente en contra de la iniciativa. Desde el arzobispo Héctor Aguer, por ejemplo, hasta los curas villeros, como el obispo Gustavo Carrara y el padre Pepe. En la visión de la Iglesia, la grieta que el aborto abrió en el oficialismo se extiende al escenario social.
En razón de ello, mientras Vidal y Stanley son vistas como portadoras de una "sensibilidad social mayor", otros funcionarios "responden a una mentalidad marcada por la clásica actividad empresaria, a la que le cuesta atender los problemas desde la óptica del bien común".
La cercanía de Vidal y Stanley, sin embargo, no impidió que vivieran un momento incómodo en el último encuentro de la Pastoral Social, cuando el obispo Jorge Lugones alertó delante de ellas sobre el crecimiento del desempleo y de la grieta social. "En el Episcopado también hay estilos distintos y Lugones es un obispo frontal, con poca capacidad para establecer espacios de consenso", explicó una fuente episcopal, que diferenció al obispo jesuita de sus antecesores. Muchos obispos vieron con buenos ojos, en tanto, la presencia de la vicepresidenta Michetti en la misa en que hizo su presentación el nuncio apostólico León Kalenga Badikebele, de origen africano y nombrado por Francisco.
Con la convicción de que "nadie puede estar indeciso ante el aborto", como señaló el jesuita Ernesto Giobando, obispo auxiliar de Buenos Aires, la Iglesia concentra sus energías en la convocatoria a la misa que celebrarán varios obispos y sacerdotes en la Basílica de Luján el domingo 8 de junio, a las 11. Espera, así, realizar una fuerte movilización en contra del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, en medio de la discusión que se dará en el Senado.
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