No «barreras de división» sino «“ventanas”, espacios de conocimiento mutuo, de enriquecimiento recíproco, de comunión en la diversidad»: así imagina el Papa Francisco “las fronteras”, esas tierras de frontera en el centro de los fenómenos migratorios de masa que algunos quisieran “proteger” cerrando puertos, levantando muros o con un hilo de espinas; mientras que, al contrario, para él debería ser sobre todo «lugares en los que se experimentan modelos para superar las dificultades que los nuevos arribos suponen para las comunidades autóctonas».