Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
Queridas hermanas y queridos hermanos, volvemos después de Ramadán con ánimos
Meditar y reflexionar, queridas hermanas y queridos hermanos, es una condición básica para nosotros como creyentes sinceros. Construimos viviendo y en esa vivencia necesitamos volver a nuestra propia experiencia. Nuestro mundo está condenado por la inmediatez, por la materialidad y la finitud. «Nada permanece», se nos dice muy convencidos de que poco o nada hacemos para alcanzar la conciencia plena (taqwa) de esta Creación. Todo tiene un precio, todo tiene que ser ya… y sin embargo esta actitud vertiginosa y mórbida atenta contra la propia actitud del creyente en la que re-conoce la realidad (haqiqa). El profeta Muhammad ﷺ en sus hadices siempre nos hacía ver como una simple frase, enunciada en un momento clave, podía ser la llave de todo el universo que se abría ante nosotros.
La khutba de hoy trata sobre esto en base a otro de los hadices que de la tradición compiló Shah Waliullah, que en este caso en todas las fuentes es sahih, y que dice así:
الدُّنْیَا سِجْنُ الْمُؤمِنِ وَ جَنَّةُ الْکَافِرِ
Al-dunyā sijnu al-mūmin wa jannatul-kāfir
El mundano mundo es prisión para el creyente y Jardín para el cafre
(Sahih Muslim, 2956; Jami‘ Tirmidhi, 2324; Ibn Majah, 4113)
Un hadiz lleno de hikma (sabiduría) en el que, nuevamente, de forma aforística sayyidina Muhammad ﷺ nos invita a plantear la experiencia vital desde una vivencia plena y vertiginosa. Cualesquiera de sus palabras poseen una hondura infinita y nos deberían hacer pensar. La frase casa muy bien con lo que la espiritualidad de todos los tiempos menciona: nuestro mundo limita al creyente y empodera al que es cafre. Sin embargo, hay un interesante juego conceptual tras las propias palabras que, aún, me parece más fascinante.
Todo es de una enorme ambigüedad, en este mundanal mundo (dunya) todo son apariencias y lo que parece tan firmemente que es una cosa, finalmente se muestra como otra. Es el caso de la vivencia del creyente (mumin) y del cafre (kafir). El primero vive costreñido por la aparente realidad que le encadena, el segundo —destructor por antonomasia— vive en aparente libertad y plenitud en un mundo que parece que potencia sus actos. Mas la realidad, de nuevo, no es lo que parece, como tampoco lo son las palabras de sayyidina Muhammad ﷺ, las cuales no tienen nada de fatalistas. Por eso, la ‘ibada está diseñada para reconfortarnos, purificarnos y refrescarnos a nosotros como creyentes. Y es que la aparente prisión quizás sea un espacio vivencial donde hacernos más fuertes ante las adversidades y la vertiginosidad de la realidad.
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Este hadiz se sitúa como una cura contra el fatalismo, pues su apariencia puede parecer terrible, pero guarda intensa esperanza para todos nosotros. El islam no es para nada fatalista, no es terrible, sino que busca, ante todo, la purificación del ser humano para que pueda sentir desde la ‘ibada el puro salam (estar pacificado).
Pero si el objetivo es alcanzar la paz, ¿por qué el creyente experimenta el mundanal mundo (dunya) cómo una prisión y el cafre lo vive como un Jardín? Pues porque todo es un combate simbólico por la conciencia, por alcanzar la realidad (haqiqa) y ser conscientes de la presencia de Allah, el Altísimo. Así nos dice, con un intenso texto, en el Corán:
¡Combate por el favor de Allah! Si es que quieres cambiar esta mundana vida por la próxima. Aquel que combate por el favor de Allah, pereciendo o venciendo, una excelsa recompensa pronto les otorgaremos. ¿Por qué no queréis lidiar por el favor Allah y por los oprimidos ya sean hombres, mujeres y niños cuando dicen: «¡Señor nuestro! ¡De esta ciudad de viles habitantes rescátanos! ¡Danos un paladín por Ti designado!»? Los creyentes lidian por el favor de Allah. Los cafres lo hacen en favor de los ídolos. Así que ¡luchad contra los aliados del Shaytan! En verdad, tan débiles sus ardides son… ¿Acaso no vistes a aquellos a los que se les dijo: «¡Refrenad vuestras manos! ¡Estableced la azalá y entregad el azaque!»? Así, cuando prescribimos el combate muchos tienen tanto más miedo a los hombres que a Allah y dicen: «Señor nuestro, ¿por qué nos ordenas combatir? ¿por qué no lo pospones para un poco más tarde?». Diles: «El gozo del mundanal mundo ínfimo es frente al de la próxima vida para cualquiera que sea consciente de Allah y no habrá injusticia, ni del tamaño de un cabello en el hueso de un dátil, siquiera». (Corán 4: 74-77)
Este combate simbólico, a través de establecer la azalá (purificación personal, física y espiritual) y entregar el azaque (purificación de los bienes) no es sino una metáfora de la propia vida y un ejemplo de que la prisión de esta mundanal vida se puede romper. Aquel que alcanza la realidad de Allah, Altísimo y Majestuoso, comprende en ese momento el significado de todo esto. El significado de prisión (sijnu) no es sino una prueba para superar las limitaciones y poner toda la confianza en Allah (tawakkul). La falta de gozo, ahora, se extinguirá en el creyente cuando la conciencia se alce sobre lo material. Sin embargo, los creyentes que no se atrevan a luchar contra sí mismos o por alcanzar conciencia dejarán de serlo e intentarán posponerlo viviendo continuamente en una cárcel. La cárcel de nuestro mundo contemporáneo está ahí.
Mientras que el cafre que ahora cree disfrutar de un Jardín, rodeado y amparado por sus ídolos como el materialismo, el hedonismo, el narcisismo, el consumismo, experimentará la auténtica prisión —no olvidemos que sijn es uno de los sinónimos del infierno— en la vida que habrá que venir. Prisión que ellos mismos construyeron con sus ídolos, acciones injustas —como dice la aleya— y su incapacidad para ver más allá..
Quiera Allah, Altísimo y poderoso, darnos la conciencia, el valor y la fuera para, a través de la ‘ibada purificada, luchar contra la prisión de la dunya y llegar a su presencia. Quiera Allah, Altísimo, protegernos frente al miedo y la pereza. Quiera Allah librarnos de cualquier cadena y darnos las paz, para que pacificados lleguemos ante Su presencia. Quiera Allah hacernos de los que siguieron a Su Mensajero ﷺ y alcanzaron el Jardín eterno que nunca se marchitará. Quiera Allah darnos la taqwa para no volver a temer a ningún ídolo ni humano. Quiera Allah darnos Allah. Amen.
Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, la luz de Su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).
Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.
Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.
Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.
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