Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.
As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,
Un juma‘a más nos encontramos para meditar y reflexionar juntos antes de hacer la azalá. Seguimos pues con los cuarenta hadices que Shah Waliullah seleccionó para hacernos pensar y reorientarnos hacia la Sunna del Mensajero ﷺ que tan incierta es en esta época. El de hoy, en concreto, responde muy bien a esta situación. Así dice:
الْمُسْتَشَارُ مُؤتَمَنٌ
Al-mustashāru mūtamanun
El que aconseja es aquel que tiene la confianza
(Sunan Abi Dawud, 5128; Sunan Ibn Maja, 3745)
Como la mayoría de hadices que recoge Shah Waliullah nos encontramos ante uno que es aforístico. Su mayor virtud es la brevedad y la concisión, una impactante manifestación que se despliega, en lo interpretativo, de forma fascinante. Aparentemente un texto fácil que esconde algo más profundo y que, de nuevo, tiene que ver tanto con el akhlaq (la ética) como con la propia praxis espiritual del creyente. Ser quien obtiene la confianza (mutamanun) es algo más importante, a muchos niveles, de lo que podríamos imaginar. Igualmente aconsejar (tashawara) al que se refiere el hadiz no es tan sencillo como nos podríamos esperar. Aconsejar no es dar simplemente una opinión sino una acción que puede determinar la vida en el dunya (mundo mundano) o en el akhira (el mundo que ha de venir).
Este hadiz nos habla de como el aconsejar es un acto muy profundo porque se arraiga en la confianza y la empatía, en la escucha y en la mirada del otro. Una experiencia muy profunda e intensa fundamental para cualquier persona. Aconsejar supone poner nuestro propio yo al servicio de otros, intentando darle al otro una parte de nosotros mismos, convirtiéndonos en firmeza, seguridad o sostén para otros. Sayyidina Muhammad ﷺ nos sugiere también la importancia del secreto de la transmisión y de como debemos guardar la cuestión que la motiva.
Aconsejar exige la confianza del que recibe el consejo, pero, también, la confianza del que lo otorga. La humildad (khushu’) necesaria para prevenir que nuble la acción de ambos. El creyente sincero debe ser el primero que se atreva a aconsejar y a ser aconsejado desde el corazón (qalb). Debe descubrir que hay una ‘ibada oculta en el consejo sincero, en el que el creyente dona parte de sí para que el otro descubra a Allah, el Altísimo, en su consejo.
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Queridas hermanas, queridos hermanos el Corán menciona que el aconsejar desde la sinceridad (sidiqiyya) puede considerarse como uno de los puntos centrales de la vida de un creyente junto a la azalá o la clemencia. Así se dice:
Así que todo lo que se os da es gozo para la vida mundana, pero lo que Allah tiene para los que se entregan a su Señor es mejor y más duradero, ellos que evitan los grandes errores y las transgresiones, que cuando tienen ira lo acaban olvidando, que escuchan a su Señor, que establecen la azalá y buscan el consejo mutuo, que donan de lo que Nosotros le proveímos (Corán 42: 36-38)
Un consejo mutuo que simboliza esa humildad y confianza, el reconocimiento del otro como alguien digno de dar y recibir, como alguien que puede ser el camino para asumir en nuestra propia vida la rahma. Por otra parte, supone un ejercicio de ética (akhlaq) que en el contexto islámico tiene que ver con la propia actitud creadora que, igualmente, alcanza la rahma. Como vemos ese consejo implica una gran responsabilidad, porque vemos que lo que late debajo no es una acción sin más, sino una gran trascendencia. Así nos lo recuerda Jarir Ibn Abdullah que hizo una promesa cierta a Sayyidina Muhmmad ﷺ en los siguientes términos:
Le prometí lealmente al Mensajero de Alá (ﷺ) establecer mi azalá perfectamente, pagar el azaque regularmente y dar buenos consejos a cada musulmán (Sahih Bukhari, 524).
Por eso, si alguien aconseja mal, consciente e inconscientemente, tiene un impacto muy nefasto e incluso podríamos considerarlo como una manifestación de la actitud de cafre. Y esto es porque el consejo llega a lo más hondo de la persona, le afecta, cambia su estado y su acción moldeando, igualmente, su moral. Acaso, queridas hermanas y queridos hermanos, ¿somos conscientes de lo que esto significa?
Por eso nuestro amado Mensajero nos decía que el que aconseja es el que tiene la confianza, porque sin confianza plena no habría aceptación del mensaje. Y por eso tiene tanto poder ese mensaje que emitimos con intención (niya). Cuando aconsejemos debemos hacerlos desde una actitud de justicia (‘adl) y de conciencia de Allah (taqwa).
Aún así, la actitud del consejo no es la del juicio, algo que vemos muy a menudo. No se busca juzgar y moralizar, sino intentar ayudar escuchando y dirigiendo al otro. ¿Por qué no nos preguntamos que a lo mejor eso que creemos tan cierto, quizás no tenga tanta fuerza? El juicio moral en vez del consejo es tan peligroso como un consejo erróneo. No se trata de decir lo que pensamos, sino de meditar cada palabra hasta hacerla nuestra, de contemplar al otro y hacer que comprenda que nuestro consejo es libre y sin apego, que es fisabilillah, un consejo que lleva al Altísimo.
Quizás nosotros deberíamos preguntarnos si cuando aconsejamos lo hacemos bien, si cuando aconsejamos somos dignos de confianza y si le transmitimos eso a quien lo necesita. No es tan sencillo, pero es muy importante. Un consejo puede cambiar la vida, puede hacer trascender o puede hacer caer. Quiera Allah, el Altísimo, darnos certeza (yaqin) y taqwa(conciencia de Allah) plena para que cada consejo sea una llave para acceder a una ‘ibada sincera y sentida. Que seamos quienes pongamos en la senda de Allah a otros. Que al final esos consejos sean rahma tangible y sin miedo. Quiera Allah darnos Allah. Amén.
Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).
Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.
Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.
Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.
Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el señor de los mundos.
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