Cansados por la guerra, los judíos de Ucrania se reunieron el domingo para rezar a la luz de las velas con ocasión del comienzo de Janucá, la “Fiesta de las Luminarias”, desafiando los cortes de electricidad causados por los bombardeos rusos.
En la famosa plaza de la Independencia de Kiev, también conocida como Maidán, los fieles se apelotonaban unos contra otros para darse calor, en las inmediaciones de lo que, según las autoridades, es la mayor menorá de Janucá, llamada janukiá (candelabro de nueve brazos) de toda Europa.
Janucá se remonta a los turbulentos siglos tras la muerte en el 323 a.C. de Alejandro Magno, el antiguo líder macedonio que conquistó el Imperio Persa. Una lucha de poder se prolongó durante más de un siglo. Los victoriosos grecosirios seléucidas gobernaron muchos de los antiguos territorios de Alejandro, incluida Judea (en el centro del actual Israel). Los seléucidas ejercieron su influencia a través de la difusión del arte, arquitectura y religión de origen griego. Las comunidades locales, especialmente en Judea, se resistieron a esta transformación.
Horrorizados por la profanación del templo y la crueldad hacia el pueblo judío, un sacerdote llamado Matatías y sus hijos se rebelaron. Fueron conocidos como los Macabeos y lideraron al pueblo judío en muchas victorias sobre los seléucidas. En el año 164, recuperaron Jerusalén y restauraron el Templo. La Revuelta de los Macabeos, como llegó a conocerse, continuó hasta la total expulsión de los seléucidas de Judea en 160 a. C.
En el año 175 a.C., el rey seléucida Antíoco IV Epífanes intentó obligar a los judíos a unirse a la causa helenística. Capturaron el Templo sagrado de Jerusalén y lo profanaron erigiendo un altar al dios griego Zeus en su interior. Antíoco proscribió la fe judía y ordenó la adoración de los dioses griegos.
Janucá significa “dedicación”, y conmemora el milagro de luz que se produjo cuando Judá dedicó de nuevo el templo al dios hebreo. Según el Talmud (uno de los textos sagrados del judaísmo), tras la partida de los seléucidas solo quedó una ampolla de aceite intacta, suficiente para mantener encendido el candelabro del templo durante un día. Pero ardió durante ocho días – tiempo suficiente para conseguir más aceite- y el milagro se convirtió en la base de una fiesta para celebrar la victoria de la luz sobre la oscuridad.
El gran rabino de Ucrania y de Kiev, Moshe Reuven Azman, explicó que la historia de esa festividad invernal encierra “preciosas lecciones” para Ucrania, aplicables a su resistencia ante los continuos ataques rusos.
“Encendemos una pequeña vela, pero si la encendemos en la habitación más oscura, una vela pequeña expulsará mucha oscuridad”, señaló. “Le digo al pueblo ucraniano que cada día somos la luz y que estamos repeliendo mucha oscuridad”.
Los festejos del domingo en Kiev tuvieron lugar dos días después de una nueva oleada de bombardeos rusos que dejó varias ciudades sin electricidad, millones de personas sin calefacción ni agua corriente, en medio de unas temperaturas glaciales.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, anunció el sábado por la noche que se restableció la electricidad para seis millones de ucranianos pero que en muchas regiones seguía habiendo “apagones a gran escala” y problemas de agua y calefacción, aunque continúan trabajando en la restauración del suministro eléctrico. El domingo otros tres millones de ucranianos recuperaron el suministro de electricidad. (afp)
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