San Juan Clímaco nace en Palestina, en el año 525.
Recibió una muy buena educación, y por ello le fue dado el título de ‘escolástico’, que se reservaba para hombres de mucho saber.
Teniendo 16 años se fue a vivir solo, en las cercanías del monte Sinaí, donde moraba un número considerable de eremitas. Pero San Juan Clímaco buscó el sitio más solitario, más yermo, bajo la dirección del venerable Martirio. Allí vivía en silencio y en obediencia a su director espiritual.
Cuatro años estuvo San Juan bajo la dirección de Martirio, antes de hacer los santos votos.
Después de que murió Martirio, en el 560, San Juan Clímaco fue al desierto de Tola, viviendo en una celda que distaba tres leguas de la iglesia de los monjes, adonde iba sábados y domingos, para asistir a Misa y recibir la comunión.
A pesar de que quería permanecer oculto al mundo, su fama empezó a correr, como pasó con muchos santos eremitas. Un día le apareció un joven, llamado Moisés: el Santo recibió del cielo la inspiración de que lo aceptara como su novicio.
Milagros que curan almas
Otro día un monje le pide auxilio, pues la lucha contra las tentaciones de pureza lo tenía al borde de la desesperación. “Hijo mío, le dice Clímaco, el remedio está en el corazón, vamos a rezar”; y después de la oración, desaparecieron las tentaciones. Se decía entonces que tenía poder para curar las enfermedades incluso del alma.
La Cruz siempre está presente en esta vida, debe estarlo, el demonio también actúa, y no faltaron los monjes que lo calumniaron, pero de esas contrariedades venció la paciencia del santo.
En el año 600 fue elegido Hegumen (abad) de todos los monjes del Sinaí y alrededores. Tenía más de 70 años, pasados mayormente en el desierto.
Un día, en plena sequía, él simplemente rezó, y Dios mandó lluvia abundante. El propio San Gregorio Magno, Papa, le escribió una vez, encomendándose a sus oraciones, y enviándole una considerable limosna que fue usada para un hospital que había en las cercanías.
Juan de Raito, superior de un convento en el Mar Rojo, le pidió que escribiera una regla para la vida religiosa. Así lo hizo San Juan Clímaco, componiendo el ‘Climax’, que significa escala, y que dio para la Historia su apelativo, el de Clímaco.
También compuso unas instrucciones para superiores, donde exigía de estos pureza de cuerpo y de alma, trabajo constante, firmeza, coraje, y gran caridad e indulgencia contra las faltas humanas.
Después de 4 años de dirigir a los monjes del Sinaí, pidió ser relevado de ese cargo y va para el desierto de Tola, donde muere un 30 de marzo del año 605.
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