En Jerusalén visitará el Muro de los Lamentos, pero también se reunirá con el primer ministro Benjamín Netanyahu, en plena guerra contra Hamas. En Roma asistirá a la canonización de la primera santa argentina y se reunirá con el Papa y con Georgia Meloni.
Sergio Rubin
En el marco de su progresiva conversión al judaísmo tras haber sido educado en el catolicismo, Javier Milei había dicho en la campaña que si llegaba a la presidencia quería hacer “un viaje espiritual” a Israel. Y ya como presidente anunció que también deseaba viajar al Vaticano para reunirse con el Papa Francisco por su dimensión religiosa a nivel mundial.Pero el periplo que está comenzando no se limitará a lo religioso, sino que tendrá connotaciones políticas de relevancia.
Por lo pronto, Milei llega a Israel en plena ofensiva de las fuerzas israelíes contra Hamas en Gaza y una gran tensión en todo Medio Oriente. Y si bien es cierto que en Israel Milei visitará el Muro de los Lamentos y el museo que evoca el horror del Holocausto, también tiene previsto reunirse con el primer ministro Benjamín Netanyahu para expresarle su solidaridad en la lucha contra el terrorismo e incluso prevé visitar uno de los kibutz atacados el fatídico 7 de octubre.
Claro que, si no dice una palabra sobre las víctimas civiles en Gaza, el mundo musulmán puede reprocharse su actitud. Además, habrá que ver si el presidente argentino insiste con su idea de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, siguiendo la senda marcada por Donald Trump. Una idea que se opone a la posición tradicional de las Naciones Unidas e incluso del Vaticano, que consideran a la ciudad multirreligiosa, no exclusiva de Israel.
En cuanto a la visita al Papa, Milei la hizo coincidir con la canonización de la primera santa argentina, Mama Antula (también Mauricio Macri como presidente había asistido a la canonización del primer santo argentino; el Cura Brochero). Pero su encuentro al día siguiente con Francisco conlleva un voltaje político evidente no sólo por las descalificaciones del libertario al pontífice y las filosas alusiones a él del propio Jorge Bergoglio.
Aquellos choques parecen haber quedado atrás desde los reiterados pedidos de disculpas de Milei y la conversación telefónica que mantuvieron 36 horas después del triunfo del líder de la Libertad Avanza en el balotaje, alejada de todo protocolo y muy cordial. A lo que se sumó una conceptuosa carta que el presidente le envió a comienzos de enero para invitarlo formalmente a visitar la Argentina, tal como lo había hecho la Conferencia Episcopal.
Ahora lo que cuenta en el vínculo entre el Papa y Milei es si el libertario proseguirá con su estilo de confrontación como se vio en el debate en la Cámara de Diputados de la Ley Omnibus, donde incluso varios de los inclinados a votarla, recibieron sus críticas, y sus descalificaciones a figuras varias a través de la red social X. U opta por evitar sumar más crispación a una sociedad ya muy crispada.
También cuenta la atención que el gobierno le brindará a los principales perjudicados por la alta inflación y el ajuste. Precisamente, un cambio en el modo de implementar la asistencia alimentaria a los miles de comedores comunitarios -se les dará una tarjeta para que compren los productos, previo reempadronamiento para transparentar la ayuda- conllevó una suspensión de su envío.
La suspensión acaba de suscitar una queja de la Iglesia, más allá de las buenas intenciones que pueda tener el gobierno con el cambio de sistema. Seguramente, la ministra de Capital Humano —el área que se ocupa de todo esto- tratará de llevarle tranquilidad al Papa acerca de la contención social porque integrará el grupo que estará en el tramo final de laaudiencia.
De hecho, en la carta de Milei al Papa invitándolo a visitar la Argentina exponía como grandes desafíos la necesidad de atender a los pobres mientras se procura dejar atrás la crisis y avanzar en la unidad de los argentinos. Y que, en pos de esos objetivos, se inspira en Francisco.
Solidaridad y unidad. Dos ejes que seguramente tendrá el encuentro entre el Papa y Milei. Dos personalidades con visiones diferentes, pero que podrían dar el ejemplo de convivencia, que debería ser imitada por la belicosa dirigencia argentina para bien del país.
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