Una las cosas que siempre me ha fascinado del judaísmo es la forma en que se abre a cualquier tipo de sensibilidad y los miles de caminos que encontramos cotidianamente. La primera vez que estuve en una midrashá (internado religioso) me gustaba preguntarle a las jóvenes que también estaban ahí ¿cuál era su mitzvá (mandato) o tradición preferida? Y la respuesta siempre era distinta: para algunas era kashrut (leyes referente al consumo de alimentos), para otras tzniut (recato) y había quien amaba con todo el corazón Shabat. Lo que me encantaba de la pregunta en sí es que era una forma muy bella de conocerlas, cada una tenía una razón específica de por qué estaba ahí y por qué disfrutaba tanto la practica determinada. Me hacía ver a la Torá no como una ley punitiva sino como un vehículo para darle sentido a la cotidianidad, era una forma de encontrar belleza en el mundo; cada acción, cada detalle tenía sentido y eso me enseño que no hay mitzvá vacía, que todas son formas de estar presentes. Por eso cuando encuentro explicaciones a mitzvot poco conocidas me gusta mucho adentrarme a ellas.
Guid Hanashe. La prohibición de comer el nervio ciático de un animal
Una de las mitzvot menos conocidas sobre kashrut, las leyes que rigen el consumo y preparación de alimentos según la tradición, es la de “guid hanashe” (el nervio ciático). Cuando uno prepara la carne que va a consumir además de lavarla y salarla debe retirar por completo el nervio ciático del animal, pues está prohibido consumir esta parte de la carne.
La prohibición de comerlo aparece en Génesis 32 cuando Jacobo se enfrenta al ángel. En el pasaje Jacobo acaba de preparar a su casa y sus posesiones para el próximo encuentro con Esaú (su hermano) al cuál le teme por los resentimientos pasados; teme que lo mate a él, a sus sirvientes y su familia. Pasa la noche solo en el río y se encuentra con un hombre, que resulta ser un ángel, con el cual combate. El ángel lo derrota y le disloca a Jacobo la pierna; aún así Jacobo no lo deja irse hasta que lo bendiga. El ángel le da el nombre de Israel “pues haz luchado con lo divino, con lo humano y has prevalecido” (32:30). La narración del pasaje prosigue contando la llegada del amanecer, mencionando el nombre que Jacobo da al lugar y después se corta para aclarar que hasta el día de hoy los hijos de Israel no comen del nervio ciático pues el ángel “tocó el hueco del muslo de Yaakov en el nervio ciático” (32:33)
El pasaje es por demás enigmático en primer lugar todo el suceso es extraño: el cambio de nombres, los diálogos que hay entre Jacobo y el ángel, el hecho de que se revelé como un ángel hasta el final de la historia. En segundo lugar el suceso mismo interrumpe la secuencia natural de los eventos y la narración de la historia que la Torá está abordando en ese punto y finalmente qué implicaciones tiene el mandato por qué el suceso con Jacobo impactaría sobre nosotros hoy, qué implica que no comamos del nervio ciático del animal. Nos enfocaremos en responder la última pregunta a través de lo que escribió rab Hirsch en su libro de Horeb.
Simbolismo
Lo primero que rab Hirsch resalta al abordar esta mitzvá es la naturaleza misma que la Torá y el judaísmo tienen al aceptar que D-os da mandatos sobre Israel. Hay mitzvot que hacemos por el bien del projimo, que hacemos por el bien de nosotros mismos y que hacemos por justicia; sin embargo hay mitzvot que hacemos por el aprendizaje que trae sobre nosotros, como una forma de volver interno cierto conocimiento espiritual al cual queremos o debemos acercarnos. Esa es la naturaleza de los símbolos los símbolos en el judaísmo existen como recordatorios de los principios morales o creencias a los cuales nos acercamos al aceptar la Torá. Para rab Hirsch “Guid Hanashe” (el nervio ciático) es un símbolo que trae un aprendizaje, para entenderlo a profundidad debemos analizar el pasaje.
Esaú y el ángel
Rab Hirsch resalta dos elementos importantes de la narrativa: la visión que tuvo Jacobo en Bet-El y el momento en que el ángel se aparece, para rab Hirsch ambos están unidos. En Bet-El Jacobo se duerme sobre una roca y sueña con una escalera que llega al cielo por la cual suben ángeles. En el sueño D-os le promete que las familias del mundo serán bendecidas a través de su descendencia, le promete que lo acompañará y que regresará con vida a la casa de su padre. Es en este sueño que Jacobo descubre su responsabilidad con D-os de luchar por hace Su nombre grande, ve el rol que el pueblo de Israel tendrá en el mundo tanto en el mundo terrenal como en los aspectos espirituales de la vida. La lucha que tiene con el ángel, representa la lucha que tiene Jacobo en el terreno divino, la lucha que tiene con Esaú representa la lucha en el terreno material. En ambos casos Jacobo es derrotado.
Con Esaú ni siquiera lucha, sabe que no puede enfrentarlo, sabe que es más débil, sabe que no tiene un ejército tan poderoso, sabe que si se enfrentan militarmente Esaú lo aniquilará y teme terriblemente que esto suceda. Mientras que con el ángel pierde e incluso se queda cojo. ¿Cuál es entonces el aprendizaje? Para rab Hirsch implica no hacernos dependientes de poderes externos, Jacobo pierde sólo en apariencia, porque D-os cumple su promesa y Jacobo prevalece frente a ambos. Incluso llama al lugar Peniel “He visto a un ser divino cara a cara, y sin embargo mi vida ha sido preservada.”
Bet – El le enseña a Jacobo que debe servir a D-os, que lo hará a través de una nación que se dedique ello. El ángel le recuerda que es en ello que radica su verdadera fortaleza, en la misión que tiene dentro del mundo no en su inteligencia, ni en su fuerza física, sino en su voluntad de hacer grande el nombre de D-os y traer luz a través de la espiritualidad al mundo. El evento ocurre justo cuando se va encontrar con su hermano para recordarle a Jacobo que su poder y su fuerza no radica en ejércitos, ni dinero, sino en que decide caminar con D-os.
Nosotros
Ese mismo aprendizaje que Jacobo tuvo en Bet – El y con el ángel es el que debemos recordar nosotros al comer kosher. No comer del nervio ciático implica no comer de los poderes que son externos, no comer de la fuerza física, sino de la Torá: de la postura moral que tomamos frente al mundo y la forma en que buscamos santificar el nombre de D-os. También nos recuerda que D-os está siempre presente y nos acompaña incluso en los momentos de mayor vulnerabilidad.
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