El Gobierno de Irán rechaza toda responsabilidad sobre el atentado pese a que Jomeini le señalara como objetivo en 1989.
El portavoz del Ministerio de Exteriores de Irán, Naser Kananí, ha destacado en rueda de prensa que su gobierno sólo considera culpable del atentado sufrido "a él (Rushdie) y a sus seguidores", "a nadie más".
El portavoz iraní subrayó que Rushdie provocó la irá del público al insultar el islam y los musulmanes en su libro "Los versos satánicos", publicado en 1988: "Salman Rushdie provocó la ira pública al insultar el sagrado islam y a 1.500 millones de musulmanes", dijo Kananí.
Un argumento defendido públicamente por otra autoridad religiosa, en este caso, el papa Francisco quien justificó que no se puede provocar ni insultar la fe de los demás, y que la libertad de expresión tiene límites. Fue tras los atentados contra el semanario Charlie Hebdó en 2015: "Es verdad que no se puede reaccionar violentamente, pero si Gasbarri (el papa aludió a uno de sus colaboradores junto a él en el avión), gran amigo, dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!". Ahora el portavoz de exteriores de Irán usa exactamente el mismo argumento: "La libertad de expresión no puede justificar el abuso de religiones divinas y sus principios", dijo. "Pedimos que se aplique una libertad de expresión imparcial", añadió.
"Si insultan a mi mamá, pueden esperarse un puñetazo. ¡Es normal!"LD/Agencias
En aquel atentado, los terroristas islámicos asesinaron a doce personas e hirieron a otros once al grito de "¡Alá es grande!".
En esta ocasión, el portavoz de exteriores del Gobierno iraní no ha hecho ninguna referencia a la fatua que emitió Jomeiní pidiendo el asesinato de Rushdie en 1989 y de cualquier persona implicada en la publicación del libro, lo que obligó al escritor a pasar años en la clandestinidad.
En lugar de ello, Kananí rechazó vínculos con el asesino, nacido en Estados Unidos y de origen libanés, y cualquier responsabilidad iraní.
"Rechazamos definitivamente cualquier lazo con el atacante", remarcó el portavoz, quien afirmó que solo saben lo que ha salido en los medios de comunicación. "Nadie tiene derecho a acusar a Irán", añadió el diplomático. Tras el ataque a Rushdie, las autoridades iraníes habían guardado silencio hasta ahora y las reacciones públicas no habían sido unánimes.
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Por un lado, los medios de comunicación conservadores celebraron el suceso con titulares como "La divina venganza alcanza a Salman Rushdie del diario "Keyhan" o "El ojo del diablo ha sido cegado" del periódico "Jaam-e Jam".
A la vez, la indiferencia y el silencio fue la tónica general entre los ciudadanos, que consideran el asunto una cosa del pasado o directamente desconocen el nombre del novelista.
Los religiosos, sin embargo, sí celebraron el atentado. "El imán Jomeiní lo declaró apóstata, y cuando alguien es declarado apóstata está permitido matarlo", dijo ayer a Efe el importante clérigo Yalal Mohebí en el santuario Saleh de Teherán.
La publicación de la obra de Rushdie Los versos satánicos despertó la ira de los musulmanes chiíes, quienes la consideraron un insulto al Corán, a Mahoma y a la fe islámica y fue prohibida en la India, Pakistán, Egipto, Arabia Saudí y Sudáfrica.
A los pocos meses de su publicación, Jomeiní emitió una fatua pidiendo el asesinato de Rushdie, lo que obligó al escritor a pasar años en la clandestinidad.
Años más tarde, el entonces moderado presidente iraní Mohamad Jatamí se distanció a finales de los 90 de la fatua y afirmó que el Gobierno no buscaba la muerte de Rushdie
Sin embargo, el líder supremo de Irán, Ali Jameneí, reiteró la fatua en 2017: "El decreto continúa tal y como lo emitió Jomeiní". Dos años más tarde, volvería a subrayar que la fatua "es irrevocable".
El escritor británico de origen indio, de 75 años, fue apuñalado en un acto público en el Estado de Nueva York por Hadi Matar, a quien especialistas en radicalismo islámico identifican como simpatizante de Irán y de la Guardia Revolucionaria Islámica, considerada el ala dura del régimen iraní.
Rushdie continúa ingresado en estado grave, con daños en hígado, riñón y un ojo, que podría perder, pero está evolucionando positivamente y ya no necesita respiración asistida.
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