No hay nada más lindo que empezar la semana sabiendo que no estamos solos en el camino, porque Jesús nos promete andar plenos, andar colmados de alegría, siempre y cuando lo dejemos hacerse presente en nuestras vidas.
Estamos en presencia de otra de las curaciones que realiza Jesús y sin duda, el centro de este evangelio sigue siendo la fe. Fijate el evangelio de hoy, había un centurión romano, un hombre que tenía un problema grave, entonces te invito a que tratemos de orar juntos algunos puntos.
Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún.Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho.Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: “El merece que le hagas este favor,porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga”.Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa;por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: ‘Ve’, él va; y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘¡Tienes que hacer esto!’, él lo hace”.Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe”.Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano. Lucas 7, 1 – 10
En primer lugar, la prepotencia no te lleva a nada
Este centurión es un funcionario público, es dirigente, tiene gente a su orden, tiene prestigio, tiene fama, es una persona carenciada para la sociedad y sin embargo busca a Jesús. Sabe en su interior que Jesús tiene algo que nadie le puede dar, es más, se presenta a la distancia, con respeto, no es prepotente, manda gente que hable por él, pero no por un acto de cobardía, sino porque de verdad reconoce que Jesús es grande. Estos detalles pueden ayudarte a verte hoy también, cómo estás acercándote a Jesús, de qué manera, sos prepotente o le vas mostrando al Señor todas tus medallas, todos tus logros. Dice la palabra que él había escuchado hablar de Jesús.
Humildad, porque siendo centurión y romano, que tenían en ese tiempo al pueblo judío dominado, no le ordenó a Jesús como si fuera un igual o una persona de menor rango. Todo lo contrario. Se humilló delante de Él y despojándose de su condición de dominador de las gentes, reconoció su condición de hombre necesitado de Él.
A veces nosotros tenemos problemas graves también y no hay que andar relativizando todo, es cierto, tal vez estamos en eso y a donde vamos estamos atravesando problemas, pero yo te pregunto a vos, ¿has escuchado hablar de Jesús? Si es Jesús el único que puede sanar tu corazón, es el Señor el verdadero y el único que puede darle sentido a tu historia. Hay que encontrarse con el Señor, no esperes más, encontrate con Jesús en el sagrario, en la eucaristía, en la oración, en la misa, en el servicio, en una charla, donde estés. Encontrate con el Señor y tené intimidad con él, pero siempre desde la humildad, no le exijas, proponele.
En segundo lugar, viví en generosidad
La generosidad es algo que podemos destacar en este centurión, vemos la grandeza de un alma generosa que recurre a Jesús no por una necesidad suya sino por la de un sirviente, ni siquiera pide por su familiar, pide por un sirviente. Este centurión tenía este amigo sirviente enfermo y necesitaba de Jesús. Fíjate qué lindo esto de la intercesión, porque claro, a veces solamente pensamos en nosotros mismos, en que somos el ombligo del mundo y que solamente somos nosotros los que la pasamos mal, cuando en realidad si levantamos un poco la mirada vamos a ver que estamos equivocados. Por eso, ¿qué te parece si hoy te animás a interceder en serio? No solamente tengo que buscar a Jesús porque yo lo necesito, sino mirar al costado y descubrir la necesidad de este mundo. No agotes tu oración con el pedido personal, animate a pedir por otro, insistir por otro, así que acepte este propósito. ¿Por quién vas a pedir hoy? No pida solamente por las personas que crees, pedí también por aquellos que te han lastimado, porque Jesús hace nuevas todas las cosas.
Por último, viví en la fe
La fe es lo que mueve a Jesús. Este centurión lo tenía claro, no se dirigía al Señor por pedigüeño nomás, sino que su fe lo lleva a comprender que el milagro se da cuando hay pedido, cuando hay fe y cuando hay confianza. Son como tres palabras que tienen lo mismo, el mismo sentido. Cuando Jesús accede a visitar a este hombre, Él manda decir Señor no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa, di una palabra y mi sirviente se sanará.
Fijate que estas mismas palabras las decimos en la misa antes de comulgar. Señor no soy digno, pero di una palabra, yo reconozco que vos sos más. Y eso le mereció el elogio de Jesús. Por eso, querido hermano, querida hermana, ¿qué te parece si dejas que el Señor te elogie encontrando fe en tu corazón? Señor yo ya sé que orando me vas a escuchar. Señor creo en vos, creo en tu fuerza, creo en tu poder. Yo sé que me vas a ayudar, que no me dejas solo. Creo Señor, pero aumenta mi fe.
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