La decisión del Presidente de legalizarlo deja mal parado al Papa frente al sector más conservador de la institución. Sergio Rubin cuenta los entretelones de este roce que –según fuentes eclesiásticas- aleja aún más la visita de Francisco a la Argentina.
De Alberto Fernández no puede decirse que carece de experiencia política. O que ignora lo delicada que son las relaciones exteriores, en particular con El Vaticano. Tampoco que no aprecia al Papa Francisco. Más aún: consciente de su peso como líder moral mundial le pidió ayuda en todo lo que sea posible para sacar al país de la crisis.
Por eso, en la Iglesia no entienden por qué el Presidente insistió con su decisión de enviar al Congreso un proyecto para la legalización del aborto el mismo día en que el Pontífice daba un espaldarazo a su estrategia de renegociar la deuda externa en base al criterio de aliviar su pago para no perjudicar a los pobres.
Hay diversas hipótesis. Desde la más simple de que está usando el tema para distraer a la opinión pública, siguiendo por la necesidad de otorgarle algo a una parte de la sociedad en medio del ajuste, y hasta que está respondiendo a exigencias de organismos financieros internacionales para controlar la natalidad.
Lo cierto es que su insistencia en el tema lo deja a Francisco mal parado frente al sector más conservador de la Iglesia, que lo viene cuestionando por su actitud comprensiva ante los gays, los divorciados y las mujeres que abortan, entre otras cosas. Que se legalice el aborto en el país del Papa no lo ayuda.
Si es difícil de entender para la Iglesia la oportunidad que eligió Fernández, lo es también la necesidad de intervenir en la controversia presentando un proyecto. Porque el tema del aborto está bien instalado en el Congreso y sus partidarios, muy atentos y procurando los votos para su aprobación.
Eso sí, los obispos creen que el hecho de que el Presidente haya decidido presentar el proyecto le otorga nuevos bríos la iniciativa. De hecho, ese es su propósito porque lo considera un tema de salud pública. Y temen que el Gobierno presione a los legisladores para que lo aprueben.
Consideran que ya Néstor Kirchner los había presionado a los legisladores para lograr la sanción del proyecto de matrimonio igualitario. Además, pese a que Mauricio Macri se declaró prescindente al enviar el proyecto sobre el aborto, cuatro diputados se dieron vuelta.
Se trató de los pampeanos Melina Delú y Ariel Rauschenberger, ambos del bloque Justicialista; del puntano José Riccado, de la UCR, que había dicho que se abstendría, y Carlos Roma, del PRO de Tierra del Fuego. Creen que en los dos primeros casos hubo beneficios económicos para su provincia.
El caso de Roma, señalan, es el más sorprendente porque pocos días antes de la votación se había sacado una foto frente al Congreso con todos los funcionarios y legisladores del oficialismo que estaban en contra de la ley.
Sea como fuere, la insistencia de Fernández mete ruido a la relación del Gobierno con el Papa y la Iglesia. Y aleja aún más -consideran las fuentes eclesiásticas- la visita de Francisco a la Argentina.
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