Hoy no presentamos una khutba formal, creemos —desde el equipo de redacción de VerIslam— que era más necesario escribir sobre las inconsistencias. Las sobreexposición en redes sociales, la hiperrealidad en la información, el interés tras discursos interesados y, sobre todo, la fragilidad en la comunidad musulmana es algo preocupante.
Vivimos un tiempo tan complejo que el concepto de hiperrealidad, un experimentar la realidad aún más intensamente que la propia realidad, se ha quedado corto. El simulacro, en palabras del filósofo Baudrillard, es parte de nuestra vida y ni teniendo un din sólido podemos aferrarnos. Las redes sociales son el mejor ejemplo de eso: no son un espejo, sino una lupa o, mejor, un espectáculo de ilusionismo. Todo parece ideal, mágico, bello, aunque para conseguir una “foto de ensueño” hayamos tenido que echar al menos cincuenta. Sentimos que el mundo se resquebraja ante nuestros pies y poco podemos hacer. Lo bueno es que esta situación que vivimos no es exclusiva nuestra, siempre se ha dado; lo no tan bueno, y que debería preocuparnos, es que está demasiado amplificada en este momento por casi todas las esferas de nuestra vida. El resultado: un enorme desequilibrio.
Los musulmanes sentimos ese desequilibrio como inconsistencias. Inconsistencia en el pensamiento, en la acción, en el decir y en el hacer más cotidiano. ¿Cómo entender que algunos “prohíban” cosas que ellos mismos incumplen? ¿Cómo comprender rituales mecanizados que carecen de significado vivo para nosotros? ¿Cómo comprender que la cultura pese más que la universalidad en temas que atañen el din? Pues al final la idea prima y depende de la coherencia ético-moral y espiritual de la persona la inconsistencia se convierte en una voz resonante y destructiva.
El daño de todo esto es inmenso, genera frustración y ganas de romper algo. Y ese romper, sin duda, puede perjudicarnos. Algunos lo pagan con el din —y nótese que no decimos religión—, con el camino. Se desvinculan del rito, de la praxis, del gozo de cultivar su espíritu e indagar en la naturaleza y ellos mismos. Estos son los más vulnerables y, sin embargo, los que necesitan mayor acogimiento. Otros se obsesionan con lo exterior, con la moral —en perjuicio de la ética— y creen que el totalitarismo moral es la solución rompiendo con el gozo del din y focalizándose en lo mecánico del rito. Se asfixian en un camino sin sentido. Pero ambos son vulnerables, han caído, a su manera, en las redes de la ilusión, ha dejado de escucharse a sí mismos para escuchar a las inconsistencias.
Pero las inconsistencias son parte de la vida espiritual del creyente. El trabajo con el tawakkul y con la taqwa es precisamente ese: discernir y aferrarse a Allah, el Altísimo, frente a un mundo tan múltiple que a nuestros humildes ojos parece inconsistente. El dhikr nos obliga a oír una repetición de nombres del Altísimo que, después, acaba convirtiéndose en un oírnos a nosotros mismos. Por eso se hace tanto hincapié en el acto de recordar, así dice el Corán:
Tan solo se aferran a Nuestras aleyas aquellos que recuerdan con ellas, postrándose en el suelo y glorifican alzando loores a su Señor. Ellos no son arrogantes, ۩ pues levántanse de sus lechos para invocar a su Señor, con miedo y esperanza, y dan a otros con lo que Nosotros les proveímos, mas ningún ser sabe el oculto gozo para sus ojos que les aguarda por todo aquello que solían hacer. (Corán 32: 15-17).
Esto que hablamos del din es extensible a todas las esferas del mundo contemporáneo. Y ante esto solo hay un ganador: los cínicos. A un cínico, a un hipócrita de nada le vale el sufrimiento o la hipernormatividad del vulnerable, pues delante de uno dirá una cosa y detrás hará otra. El cínico, el hipócrita es un clásico, en el Corán se nos dice:
Os reveló a vosotros un Libro: «Cuando oigáis que no confían en las aleyas de Allah y se burlan de ellas, con ellos no sentéis excepto si cambian la conversación sino seréis como ellos». Allah congregará a los hipócritas y a los cafres, juntos, en la Gehena. Y esperan para ver que os ocurre. Si tenéis éxito, con la ayuda de Allah, os dicen: «¡Estamos con vosotros!». Mas si los cafres consiguen un éxito os dicen: «No pudimos venceros, pero os defendimos de los creyentes». Os juzgará Allah a vosotros el Día de la Alzada y no permitirá que los cafres superen en la senda a los creyentes. Aun los hipócritas intenten engañar a Allah, es Él quien los ilusiona. Cuando con pereza hacen la azalá, solo para ser vistos, poco recuerdan a Allah, todo el tiempo vacilante, no se decantan ni por uno ni por otro. Si Allah extravía a alguien, jamás encontrará el camino. (Corán 4: 140-143)
Esa hipocresía es la más dañina y la que más inconsistencias produce. Lo exterior no suele representar al interior y menos en tiempos donde las imágenes constantes, antesala del ídolo, reinan sobre cualquier otra realidad o percepción. Los hipócritas hacen que las inconsistencias parezcan consistentes para otros, mientras ellos saben que no lo son, cuando los otros llegan los dejan caer… Tan solo son realidades de humo que se desvanecen ante nosotros.
Sin embargo, el recuerdo (dhikr), la introspección, la comprensión y vivencias de los rituales como la azalá, el azaque o el ayuno puede minimizar la inconsistencia. La Sunna no es el manual de instrucciones de una lavadora, sino algo que debe ser revivificado una y otra vez para no ahogarnos en palabras y hacer que vivan en nuestro corazón cuerdo (lubb).
El din se comienza en nuestros corazones y se comparte, en ese compartir vemos que las inconsistencias, diferentes para unos y otros, no son tan destructivas. Esas inconsistencias pueden servir para hacer lazos de fuerza con los que sobrepasar la frustración y las ganas de romper algo. Ese es el sentido de la comunidad que va más allá de lo social para convertirse en espiritual. Ese es el sentido de una jama‘a, donde unidos y ayudándonos los unos a los otros podemos viajar hacia Allah con algo de coherencia.
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