Análisis. ¿Habrá algún cambio en los temas que Bergoglio encaró durante su visita a Washington? En principio, su viaje ha servido para revitalizar a una Iglesia en crisis.
Por Paula Lugones
En una especie de show continuado desde que llegó al país, el martes pasado, todas las cadenas de televisión de los Estados Unidos transmitieron al Papa Francisco en vivo y en directo: largas misas de punta a punta, discursos, desplazamientos, visitas. En un sistema donde cada segundo vale oro, el interés del público no cayó ni un instante: un fenómeno al menos extraño en un país donde sólo cerca del 20% es católico. Es que el papa Francisco se ha convertido en un “líder moral” cuyas enseñanzas conmueven y atraviesan a todas las religiones.
Todos destacan aquí su coherencia entre cómo vive y lo que profesa, su lucha contra la pobreza, su manera de hablar clara y directa. Pero la misión de Francisco en Estados Unidos ha servido fundamentalmente para revitalizar a una Iglesia Católica que estaba golpeada por los escándalos de abusos sexuales de sacerdotes, destapados en 2002. En ese sentido cobra dimensión el gesto del Pontífice de haber recibido ayer a las víctimas de los abusos, algo que no estaba dentro del programa, pero se esperaba con ansiedad. Las parroquias coinciden que desde la asunción de Bergoglio al trono de Pedro los jóvenes se han acercado más a la Iglesia y el paso del pontífice por este país acentuará ese camino.
Estratega como es, Francisco no deja de tener en cuenta que el futuro del catolicismo en EE.UU. está en los jóvenes, pero sobre todo los hispanos, en su mayoría católicos. Por eso, además de sus convicciones humanas y religiosas, tuvo aquí un mensaje muy fuerte y claro a favor de la inmigración, un tema de debate candente en este país. Se lo planteó a los legisladores, se reunió con hispanos inmigrantes en Harlem y también el tema fue eje de su simbólico discurso en el sitio donde se declaró la independencia del país. También tuvo palabras contundente contra el calentamiento global ante el Congreso y en la ONU. Pidió que se ocupen de los pobres y que se dejen los fundamentalismos de lado. Además, avaló en el Capitolio y en la ONU los acuerdos de Barack Obama con Cuba y con Irán, que generaron desconfianza entre los conservadores. Pidió la abolición de la pena de muerte y el fin del comercio de armas.
¿Habrá algún cambio en estos temas tras el paso de Francisco? Es difícil pensar que los republicanos cambien de un día para otro su posición sobre temas tan arraigados en la población como la pena de muerte. Pero ante la dimensión universal y moral que ha adquirido el Papa –y la simpatía que despierta en el 70% de los estadounidenses de todas las religiones, según las encuestas— es probable que influya en algunos temas que sí tienen aval popular. Por ejemplo, el blanqueo de la situación de 11 millones de inmigrantes, algo que los republicanos no quieren dar el brazo a torcer en el Congreso pero tarde o temprano tendrán que hacer.
En ese sentido, los más conservadores cuentan con una carta importante: Francisco tuvo el cuidado de no mencionar ninguno de los temas que enfurece a las bases republicanas, como el matrimonio gay, el aborto o los anticonceptivos. Habló de la importancia de la familia y del amor, pero no avanzó sobre nada urticante. Si bien se sabe que el Pontífice no es un revolucionario en la doctrina, cualquier gesto podría haber encendido la furia conservadora que lo tilda de “izquierdista”. Francisco, uno de los grandes políticos de estos tiempos, se fue de EE.UU. y dejó contentos a todos.
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