Dos jóvenes musulmanas cuentan a ‘Público’ sus experiencias con el movimiento feminista dominante, la islamofobia en su día a día y los desafíos que enfrentan para desarrollar su identidad como mujer musulmana en España.
Inés Molenchan y Hidaya Moavine son dos jóvenes españolas de origen marroquí de apenas 20 años. Estas dos amigas rompen estereotipos solo con sentarse juntas. Las dos son musulmanas: Inés lleva hiyab, Hidaya no.
“En un viaje que hicimos a Mallorca, entramos las dos en el ascensor en un hotel, apareció una pareja alemana y la señora no quería entrar porque yo estaba dentro. Eso a Hidaya si va sola no le pasa”, cuenta Inés.
Escenas como esta en el ascensor no son excepcionales. Desde que Inés decidió ponerse el hiyab se ha vuelto habitual para ella recibir miradas, comentarios e incluso agresiones físicas, “en el mismo viaje a Mallorca íbamos caminando juntas por el paseo marítimo, nos cruzamos con tres señoras y una de ellas la empujó”, recuerda Hidaya.
La experiencia de Hidaya es completamente diferente, y aunque ninguna de estas dos jóvenes encaja fenotípicamente en la imagen estereotipada que se tiene de las personas marroquíes, el hiyab ha marcado la diferencia para Inés. “Yo me lo quería poner desde hace un montón, pero mis padres siempre me decían, no te lo pongas porque la gente es mala, vas a ir al instituto y te van a echar, te van a dejar de hablar o te van a hacer bullying. Pero yo estudio mi religión y sabía que lo quería hacer. Me siento cómoda así, me siento mejor con mi hiyab que saliendo sin él”, explica con naturalidad Inés.
Mientras habla, su amiga Hidaya la mira con orgullo y responde: “Yo no lo llevo, pero a mí me parece perfecto, es de ser una persona valiente, y que le da igual lo que piense la gente. En cambio yo soy lo contrario, soy super sensible, si me dicen algo malo, me lo creo y se me queda en la cabeza”.
Tanto el juicio sobre el uso del hiyab, como otras preconcepciones sobre su religión, han alejado a estas dos jóvenes del movimiento feminista español más hegemónico. Aunque no siempre fue así. Para Inés, “al principio eran todas las mujeres en contra de la desigualdad con los hombres, pero a medida que se van consiguiendo esas cosas, se empiezan a ver otros problemas, y uno de esos problemas somos nosotras”.
Tanto Inés como Hidaya ya no se plantean ir a marchas como las del 8M, se sienten rechazadas. “Antes no se criticaba ni cómo vestías, ni que pensabas, éramos todas mujeres, todas a una. Pero ahora ya no es así, yo no puedo ser yo y encajar. Yo creo que entre las mujeres también tiene que haber variedad. No todas tenemos que ser un prototipo”, reflexiona Hidaya.
Desinformación y estereotipos sobre la mujer en el islam
Inés y Hidaya creen que la mayoría de las personas en España han sido educadas culturalmente para rechazar el islam. En especial, el uso del hiyab a nivel simbólico tiene mucho peso a la hora de navegar las expectativas religiosas y culturales que se tienen sobre ellas.
Cuando nos ven con el hiyab, lo primero que piensa la gente es que estamos oprimidas
Para estas jóvenes son otras mujeres las que muestran mayor rechazo. En este sentido Inés explica que “tienen esa responsabilidad de liberarnos como si estuviésemos presas u oprimidas, como les encanta decirnos. Sienten que para estar bien tenemos que ser como ellas”. Pero ni Inés, ni Hidaya, quieren ser como otras, y tampoco esperan que otras mujeres sean como ellas “que cada una sea como quiera”, dicen al unísono, sonrientes.
Más allá del hiyab, que suele copar el debate social sobre la mujer musulmana y su identidad, estas amigas cuentan a Público que hay muchas otras ideas erróneas sobre su religión que no se cuestionan. “El divorcio está permitido, el aborto igual. ¿Qué más? La mujer puede trabajar fuera de casa, pero si la mujer de nuestro profeta era empresaria, ¿de dónde sacas tú que las mujeres no pueden trabajar?”, se pregunta Inés.
Inmediatamente Hidaya añade, “Anda, claro, estudiando 4 años de ingeniería para no trabajar, me lo tendría que replantear, ¿no? Yo en casa no voy a estar". Inés continúa: “Ah, y otra cosa: en la religión está prohibido totalmente casar a alguien obligatoriamente. La decisión la tenemos nosotras, si nosotras decimos que no, es que no.” Explica que culturalmente es diferente, pero que los límites entre lo cultural y lo religioso se confunden a menudo. La mayoría de los prejuicios se basan en esas prácticas culturales y no en las enseñanzas religiosas.
Feminismo y solidaridad entre amigas: existen otros referentes
Hidaya e Inés encuentran en sus amigas lo que no encuentran en el feminismo hegemónico. Ambas son activas en redes dentro de la universidad y también en movimientos activistas.
Estas dos amigas forman parte del proyecto europeo Empoweryouth, que reúne a un grupo de organizaciones y jóvenes con el objetivo de cambiar la percepción sobre la juventud musulmana, a través de un cambio narrativo liderado por esos mismos jóvenes. Ambas creen que ese cambio narrativo es urgente.
Los medios y las grandes producciones audiovisuales tampoco ayudan a deconstruir los prejuicios sobre las mujeres musulmanas. “Pasa un montón de películas que sacan a la típica chica que está oprimida en casa, que no habla, pero que conoce a un chico, se quita el velo y es libre”, explica Hidaya. Coinciden en señalar que la estandarización en las historias que se cuentan afecta sobre todo a las minorías. Los mismos prejuicios del romanticismo más tóxico aplican también para “salvar” a la mujer musulmana.
“Ojalá la gente nos preguntara más antes de juzgar”, desea Hidaya. Algo aparentemente sencillo, conversar con otras y escuchar puede tener un gran impacto. Encajar siendo joven no siempre es sencillo pero si además eres musulman puede llegar a ser todo un reto. Hidaya explica que a menudo le dicen, “es que eres joven, tienes que hacer ciertas cosas”. “Pero yo disfruto igual, me lo paso bien. Salgo con mis amigas, me voy de compras, voy de viaje, no hace falta tomar alcohol o vestir de cierta forma para pasárselo bien. Nosotros nos lo pasamos muy bien, ¿eh?”, recalca Hidaya, mientras mira cómplice a su amiga.
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