La obra es tan espectacular que su construcción demandó 12 años. Mide 20 metros y se hizo, en gran parte, con aportes de la comunidad. Es un ícono de la zona y un atractivo turístico. Hoy se cumplen 10 años de su inauguración.
Pasaron ya 10 años de la inauguración, un 24 de octubre, del Templo Mirador Millennium, la obra religiosa emplazada sobre el Cerro de la Paz que se convirtió asimismo en un atractivo turístico e ícono de Puan.
En aquel entonces, cuando los padres italianos Pascual Di Saverio y Lamberto Francioni (radicados en la localidad) lanzaron la idea a la comunidad, muchos creyeron que estaban locos. Claro, hablaban de levantar una mole de 20 metros, sobre un cerro, en un pueblo que apenas superaba los 4 mil habitantes.
Encarar una construcción de tales características, por la cantidad de insumos que requería y de mano de obra, implicaba pensar en una suma de dinero, solo para iniciar, que parecía imposible generar en una comunidad chica del sudoeste bonaerense.
Sin embargo, todo camino empieza por un paso: y la decisión estaba tomada. Era una sugerencia de Juan Pablo II, de los obispos y del arzobispo de entonces, Rómulo García, quienes anhelaban erigir este signo visible en la tierra por el Jubileo de la Era Cristiana, marcada por el nacimiento de Jesús.
Así fue como, con este impulso, se formó una Comisión ad hoc que tuvo el desafío de generar el grueso de los fondos para encarar la obra.
Con entusiasmo un reducido grupo generó la adhesión de unos 500 Socios Benefactores que colaboraron mensualmente durante los 12 años que duró la obra. Al principio, la cuota era de 10 pesos mensuales para pagar a los albañiles que trabajaban allí.
A cambio participaban de sorteos mensuales y anuales tan destacados como un chalet a estrenar o 7 mil dólares, por citar los últimos.
Así, con el esfuerzo y aporte de tantas personas se fue levantando esta construcción que mide 20 metros -uno por cada siglo de la era cristiana- y que se emplazó sobre el denominado Cerro Grande o de la Paz, desde donde se tiene una vista única de las bellezas del lugar.
El monumento es de libre acceso todo el año y los fines de semana la iglesia está abierta.
La gente puede visitarlo, quedarse allí a pasar la tarde, tomar unos mates o hacer un picnic, disfrutar de las vistas y de sus distintos atractivos. En este momento, se deben cumplir los protocolos de distancia entre los visitantes y acceder con barbijo.
En el mismo cerro se encuentran la Gruta de la Virgen de Lourdes, una santería, una pequeña casita de piedra con una cascada artificial y el Jardín de las Naciones, con plantas representativas de la mayoría de las colectividades de distintos países que se encuentran en Puan.
Frente al Millennium, solo separado por la ruta, está el Cerro Chico o de la Fe, en el que se encuentra el Monasterio Santa Clara, de las Hermanas Clarisas, la Porciúncula –una capillita réplica de la de San Francisco de Asís- , la Cruz Monumental y el Vía Crucis.
La comisión que reunió los fondos sigue activa aunque muchos de sus miembros ya no están presentes. Está encabezada por Lucy Savizky, vecina de Puan, maestra jubilada –en actividad hasta los 70 años- y mamá de cinco hijos.
“Este año, teníamos proyectado hacer una celebración importante pero en este contexto –por la Pandemia- no queremos arriesgarnos a hacer una convocatoria. Solo recordaremos los 10 años del Millennium con una oración y un agradecimiento”, comentó.
La Comisión tenía lista una placa con los nombres de una treintena de personas que posibilitaron esta obra, pero será colocada más adelante.
Una construcción comunitaria
“El Millennium, esta obra que llevó tanto tiempo y que se hizo con tantas ganas se concluyó y ya cumple los 10 años”, reflexionó Savizky.
“En su momento, parecía una locura y hoy es una maravilla ahí arriba, algo que nos representa, un ícono de Puan”, destacó.
Por su parte, el padre franciscano Pascual Di Saverio, quien llegó a la Argentina en el año 1971, desde Italia, todavía se alegra al recordar aquellos inicios y al ver todo lo que la obra genera en las personas.
“Me decían que estaba loco porque el cerro era todo piedra y no había plantas, ni nada. Justo ahora estaba mirando la vitalidad que tienen estas plantas. Lo que es lindo y bueno, lo es para todos”, contó.
“La gente que viene siempre dice lo mismo, que nunca se van como han llegado. Dicen ‘Nos vamos distinto”. Simplemente por entrar a la capilla, mirar el panorama, sentir la paz. Es una cosa milagrosa”, dijo.
En la actualidad, el Municipio se encarga del mantenimiento de este espacio que no solo se usa para la práctica espiritual –se reza el Santo Rosario todos los domingos- sino también para esparcimiento y recreación.
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