Por Emmanuel Báez
Al terminar el documental Ore Ru, uno se entera de que la protagonista de una de las historias falleció hace varios meses. Su nombre era María Fernanda Rivas, una adolescente que padecía cáncer desde hace unos años, y se volvió noticia inspiradora para muchos cuando el Papa le dio su bendición en su último día de visita.
Sin embargo, a pesar de no estar al tanto de la noticia previo a haber visto el documental, no sentí tristeza alguna al saber sobre su partida, sino una calma y una sensación de agradecimiento. Esta no es solamente una historia acerca del Papa y su influencia en cuatro personas, es también la historia de cuatro personas y como estas pueden ser inspiración para muchas más.
La obra dirigida por Armando Aquino y producida por Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori entrelaza cuatro historias de vida de personas que esperan la venida del Santo Emisario a tierras paraguayas, un evento histórico que se dio luego de 27 años de una visita similar, cuando Juan Pablo II llegó al país e inspiró a muchos en una época en la que la esperanza escaseaba. El paso de Francisco por suelo guaraní no pasó desapercibido en todo el mundo, y realizar un documento audiovisual de esta calidad sobre esos inolvidables días fue algo muy acertado.
Las cuatro personas son Gaby, de 13 años, que vive en uno de los barrios más pobres de Asunción; Margarita, de 53 años, una indígena Aché con una lucha cultural muy importante; Tati, de 18 años, sobreviviente de la tragedia del Ycua Bolaños; y Mafe, que a los once años fue diagnosticada con cáncer. Las cuatro tienen luchas diferentes, y cada una ve el mundo de una forma distinta, pero son igualmente relevantes porque de una u otra manera aportan al sentimiento de esperanza y fe que es el propósito final del documental, que no solamente queda como un registro pulcro sino también como una invitación a un pensamiento positivo con respecto a la lucha diaria de muchos paraguayos.
El documental emociona porque la mirada con la que se acercan a la vida de estas mujeres y niñas es bastante humilde. No se siente en ningún momento como que hayan forzado una situación, sino aceptan ser testigos de cómo ellas van preparándose para la llegada del Papa, lo que también puede generar una sensación de que falta más por contar. De hecho, mi única queja es que realmente me hubiese gustado conocer un poco más acerca de estas personas y sus vicisitudes, pues eso fortalecería la cadena de esperanza que se siente en las historias, donde ellas reciben fuerzas a través de esta figura significativa en sus vidas, como lo es el Papa, y a la vez emanan una energía inagotable de confianza en el porvenir.
También me parece muy apropiado que hayan aprovechado el proyecto para permitir a alguien como el artista Koki Ruiz expresarse con respecto a su obra, el altar de maíz, que se convirtió en titular de numerosos medios de prensa internacionales. Así como las cuatro memorias contadas, Koki ofrece un mensaje necesario con respecto al arte del país, y como los individuos que trabajan en ella son una obra de arte en sí mismos, perpetuando la cultura y los buenos valores. Se siente como la única parte guionada del documental, pero su mensaje es pertinente y deja una marca.
Yo no soy una persona creyente ni mucho menos religiosa, así que me alegró bastante que se tratase de una obra que simplemente invita a experimentar unos relatos que son regalos de optimismo desde una posición terrenal de sencillez y serenidad, donde la creencia de sus protagonistas es casi anecdótica. Más allá del registro de la visita del Papa Francisco, es un testimonio conmovedor sobre cuatro personas entrañables que llevan consigo un faro de esperanza para cualquiera que acepte recibirlo, posibilitando una herencia de buenas emociones y sentimientos que solamente pueden hacer bien a la humanidad.
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