Y podría sumarse un quinto. Las razones son diversas. Desde problemas con su clero, pasando por manejos inadecuados y hasta una conducta inapropiada. Las defecciones profundizan un proceso de renovación en la Iglesia argentina en tiempos de Francisco.
No son frecuentes las renuncias anticipadas de obispos. O sea, su dimisión antes de cumplir los 75 años, la edad para presentarla según las normas eclesiásticas. Sin embargo, en la Iglesia argentina se produjeron desde que Jorge Bergoglio llegó al papado -y, más precisamente, en los últimos dos años- cuatro renuncias de diocesanos envueltas en rumores varios sobre sus verdaderos motivos: desde enfrentamientos con el clero a su cargo, pasando por abuso de autoridad y manejos económicos poco claros hasta conductas inapropiadas.
Sería un error equiparar la gravedad de los casos. Como se ve las razones son diversas. Como también atribuir las salidas al hecho de que en tres de los cuatro casos se trataba de obispos con escasa sintonía con Francisco, nombrados –dicho sea de paso- antes de su elección. Pero lo cierto es que los conflictos, menores o mayores, existieron y las renuncias ofrecidas o pedidas se produjeron. Y profundizaron la renovación de un Episcopado con ya más de un tercio de sus miembros nombrados por el actual pontífice.
Veamos los casos:
La serie de renuncias comenzó en mayo de 2014 con el arzobispo de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan, enfrentado con su clero, que lo acusó de malos tratos. Pero Mollaghan –un experto en derecho canónico que nunca sintonizó con Bergoglio- tuvo nuevo destino por decisión de Francisco: pasó a desempeñarse en el área de estudio de las denuncias de pedofilia en la congregación para la Doctrina de la Fe.
Le siguió en noviembre de 2015 la salida del obispo de Zárate-Campana, monseñor Oscar Sarlinga, envuelto en un combo escandaloso de denuncias de malos manejos económicos y conductas impropias. Y desde siempre en la vereda de enfrente de Bergoglio, ligado a supuestas maniobras para desplazarlo al hoy pontífice del arzobispado de Buenos Aires en los tiempos del gobierno kirchnerista.
En mayo pasado renunció por razones de salud el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca, de una relación complicada con parte de su clero y criticado por su actuación en el caso Viroche, el sacerdote que apareció muerto en su parroquia, más allá de que para la Iglesia se trató de un suicidio y no de un asesinato producto de una venganza narco. No obstante, Zecca –de poca sintonía con Bergoglio- ocuparía un cargo en el área educativa del Episcopado por ser un experto.
Finalmente, en los últimos días dimitió el obispo de Orán, monseñor Gustavo Zanchetta, el único nombrado durante el pontificado de Francisco. Zanchetta también argumentó problemas de salud, pero estaba cuestionado por manejos económicos poco claros y abuso de poder, entre otras cosas.
No se descarta que un quinto obispo también pueda renunciar en los próximos días o semanas por no haber actuado con firmeza ante una denuncia de abuso sexual contra uno de sus sacerdotes.
Así las cosas, lo que era raro –la renuncia anticipada de un obispo- dejó de serlo en los últimos años. Mientras que otra Iglesia en el país se está modelando.
Comentá la nota