La estrategia para desplazar a opositores y la mano dura de Tucho Fernández. La casta eclesial y la génesis de una Iglesia cismática. Casos mínimos de cabotaje.
Por Guillermo Villarreal.
Desde que Jorge Bergoglio fue elegido para llevar adelante una reforma integral de la Iglesia, el ala clerical ultraconservadora comenzó a cerrar filas para oponerse. La decisión del papa Francisco de profundizar los cambios y la llegada de Tucho Fernández desataron una guerra fría en el Vaticano entre la dupla argentina y los cardenales defensores de la doctrina inflexible.
La estrategia inicial del pontífice fue no responder a las críticas públicas de este puñado de purpurados e integrante de la Curia romana que embarraron la cancha del proceso reformador e inclusivo con la consigna “todos, todos, todos”. Un grupo reducido que le cuestionaban al papa su programa eclesial progresista y aperturista, hasta con insultos y lo acusaban de “progresista” y hasta de “hereje”.
El papa también apeló a la virtud de la paciencia, característica de los jesuitas, para que el paso del tiempo pusiera en la vereda de los jubilados a este grupo de cardenales desestabilizadores del poder papal y considerados en el Vaticano integrantes de la “casta” clerical; y que, con más de 80 años, pasaran al olvido y excluidos de un futuro cónclave.
Bergoglio apenas ensayó una respuesta a los teólogos que en 2016 le enviaron un planteo en formato de dubia, cuestionando su posición “demasiado flexible” sobre las personas divorciadas vueltas a casar.
El papa presidiendo una asamblea sinodal
Aquel documento público tenía las firmas de los cardenales Walter Brandmüller (Alemania) y Raymond Burke (EE.UU.) y los fallecidos Carlo Caffarra (Italia) y Joachim Meisner (Colonia – Alemania). El texto fue avalado después por Gerhard Müller (Alemania), Carlo Maria Viganò (nuncio italiano), Theodore McCarrick (EE.UU.) y Robert Sarah (Guinea).
A la movida antipapa también se sumó el arzobispo Georg Gaenswein, secretario de Benedicto XVI, a quien en junio de 2023 Francisco desterró sin cargo a su diócesis de origen Friburgo (Alemania), para designarlo recientemente nuncio en Lituania, Letonia y Estonia.
La mano dura de Tucho Fernández
Esta troupe de purpurados muy respetados en círculos religiosos ultraconservadores no iba a callarse. Insistió en no reconocer al pontífice como líder de la Iglesia y hasta lo calificó de "herético" y “tirano”.
Ante el ataque opositor cada vez con más saña y limitado por sus achaques de salud, Bergoglio decidió llamar a Tucho Fernández para que tal como viene contando Letra P sea formalmente su mano derecha y se haga cargo del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, ministerio clave para avanzar en la reforma francisquista.
Tras la llegada a Roma en septiembre del año pasado, el cardenal argentino no sólo respondió con voz firme a los cuestionamientos doctrinales de ese grupo de cardenales representantes de la ultraderecha eclesiástica y anti reformistas, sino que también puso en caja a clérigos y personas religiosas que desconocieron la autoridad pontificia.
Tucho Fernández, el escudero del papa Francisco Vatican Media
La última decisión de Tucho Fernández fue imputar por cisma al arzobispo italiano Viganò quien desafió al papa. El ex nuncio ante Estados Unidos, de 83 años, está acusado de este delito canónico por negar la legitimidad de Francisco; rechazar el Concilio Vaticano II, al que calificó como "un cáncer ideológico, teológico, moral y litúrgico"; y por definir a la Iglesia bergogliana de “metástasis".
El prefecto del ministerio doctrinal también le sugirió al pontífice precipitar la renuncia del obispo estadounidense Joseph Strickand, de 65 años, quien estaba al frente de la diócesis de Tyler (Texas). La destitución o expulsión del prelado tradicionalista, tal la lectura que se hizo de la medida en ambientes eclesiástico, llegó después de la intervención del obispado y a raíz de sus críticas a las reformas.
Iglesia cismática en gestación
Los casos de Viganò y Strickand no son los únicos, hay más decisiones del Dicasterio para la Doctrina de la Fe frente al levantamiento cismático de sectores eclesiásticos, como las monjas clarisas de Belorado, en España, excomulgadas y obligadas a dejar el monasterio, o la comunidad siro-malabar en la India acusada de convertirse en “una secta” alejada de la doctrina católica.
En ambientes eclesiásticos aseguran que estos cardenales y obispos “represaliados” o “misericordiados”, como se los denomina, y jubilados tempranamente de su misión episcopal, podrían unirse para comenzar a gestar una nueva Iglesia cismática como ocurrió en tiempos de la reforma protestante de Martín Lutero o la más reciente de los seguidores del arzobispo francés Marcel Lefebvre.
Casos mínimos de cabotaje
En Argentina, la oposición a la doctrina bergogliana tiene como exponente principal al antiguo arzobispo platense Héctor Aguer. También hay un grupo de obispos que dicen haber sido renunciados antes de cumplir los 75 años por sus cuestionamientos al programa reformista de su compatriota en el Vaticano: Oscar Sarlinga (Zárate-Campana), Pedro Martínez Perea (San Luis), Marcelo Cuenca Revuelta (Alto Valle) y Carlo María Taussig (San Rafael), entre otros.
En ambientes eclesiásticos no incluyen en este grupo a Gabriel Mestre, quien a los 55 años el papa le pidió la renuncia al gobierno pastoral de la arquidiócesis de La Plata. En este caso atribuyen su salida anticipada a “percepciones distintas” con el pontífice sobre lo sucedido en su antigua diócesis de Mar del Plata, tras su traslado pastoral.
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