El Papa Francisco pide un cambio radical de paradigma para todo el sector
Una invitación «a hacer resonar el grito de las numerosas familias que sufren a causa de las consecuencias de las actividades mineras» dirigió el Papa Francisco a los representantes de las comunidades afectadas por tales problemas, reunidos en Roma desde hoy, viernes 17 de julio, para un encuentro sobre el tema «Unidos a Dios escuchamos un grito». Organizados por el Consejo pontificio Justicia y paz en colaboración con la red latinoamericana Iglesias y Minería, los trabajos tienen lugar en el Salesianum hasta el domingo 19. En la sesión inaugural, durante la cual se leyó el mensaje pontificio, el cardenal presidente de Iustitia et pax tuvo también una conferencia en la Oficina de prensa de la Santa Sede, animada por los testimonios de algunos protagonistas.
En el mensaje pontificio se relanza el grito de los pueblos afectados «por la tierra perdida; por la extracción de riquezas del suelo que, paradójicamente, no ha producido riqueza para las poblaciones locales que siguen siendo pobres»; el grito «de dolor en respuesta a la violencia, las amenazas y la corrupción; de indignación y de apoyo por las violaciones de los derechos humanos, clamorosa o discretamente pisoteados en lo que se refiere a la salud, las condiciones de trabajo, algunas veces por la esclavitud y la trata de personas que alimenta el trágico fenómeno de la prostitución»; un grito «de tristeza y de impotencia por la contaminación de las aguas, del aire y del suelo; de incomprensión por la ausencia de procesos inclusivos y de apoyo por parte de las autoridades que tienen el deber fundamental de promover el bien común». Y al respecto el Papa Francisco pide, inspirándose en la Luadato si’, que todo el sector minero realice «un cambio radical de paradigma para mejorar la situación». No sólo, sino que expresa el deseo de que también a esto puedan «dar su aportación los Gobiernos de los países de origen de las empresas multinacionales y los de aquellos donde las mismas actúan, los empresarios y los inversores, las autoridades locales que supervisan los trabajos mineros, los obreros y sus representantes, las cadenas de suministro internacional con sus diversos intermediarios» y quienes «trabajan en los mercados de este ámbito», y los consumidores finales mismos.
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