El Sínodo pan-ortodoxo concluye con una encíclica y con un mensaje final “al pueblo ortodoxo y a todo hombre de buena voluntad” (Creta, 18 - 26 junio).
Eran enormes las expectativas que esta cita había levantado, preparada desde 1961 (es decir desde que se reunió la primera conferencia pan-ortodoxa convocada por el patriarca Atenágoras). El título ya es bastante significativo: “He called all to unity”(Ha llamado a todos a la unidad), tomado del himno de Pentecostés en el rito bizantino. Las diferentes Iglesias ortodoxas, de hecho, compartían el deseo de encaminarse hacia una sinodalidad y participación más explícita y de corroborar la unidad de la Iglesia ortodoxa, urgidas también por la necesidad de enfrentarse juntas a los nuevos desafíos del milenio.
Esta cumbre marcó el paso a nuevas aperturas: en el ecumenismo y en el diálogo interreligioso, a los hallazgos científicos y tecnológicos; dedicó energías en la cuestión ecológica, y en el drama de las migraciones y de los cristianos perseguidos en Oriente Medio; abrió “su horizonte al multiforme mundo actual”.
Aunque fue convocado por una decisión sinodal tomada a la unanimidad por los responsables de las 14 Iglesias ortodoxas, durante su reunión en Chambesy el pasado mes de enero, se ha visto marcado desde el principio por un gran dolor: la ausencia física de 4 de las 14 Iglesias. La Iglesia ortodoxa rusa no se ha expresado todavía a este respecto y espera la reunión del Santo Sínodo de julio para manifestar su valoración sobre el acontecimiento apenas concluido.
En el Sínodo estaban presentes también 15 observadores, delegados de varias Iglesias cristianas,que han podido participar en la sesión inaugural y conclusiva del Concilio. Y cristianos no ortodoxos, en todo el mundo, han acompañado con la oración este importante evento de la Iglesia ortodoxa: «Recemos todos también por el Concilio pan-ortodoxo, se lo confío como si fuera el Concilio de la mi Iglesia, porque es mi Iglesia en este momento», había dicho María Voce a un grupo de focolarinos de varias Iglesias reunidos en Rocca di Papa a finales de mayo.
Lo que más de uno ha subrayado ha sido, no tanto las deliberaciones finales, los seis documentos firmados por los patriarcas [sobre la misión en el mundo contemporáneo, sobre la importancia del ayuno, sobre la relación de la Iglesia ortodoxa con el resto del mundo cristiano, sobre el matrimonio, sobre la diáspora Ortodoxa y sobre la autonomía de las Iglesias], sino más bien la esencia misma del Sínodo, es decir, el hecho de que se haya realizado, y que esta ocasión de encuentro finalmente se haya dado. En la perspectiva de que este Sínodo no sea un evento aislado, sino que pueda repetirse como si fuera una praxis del camino de la iglesia.
Al regreso de su viaje a Armenia, al periodista que le pide una evaluación sobre el sínodo pan-ortodoxo recientemente concluido, papa Francisco respondió: «¡Una valoración positiva! Se ha dado un paso adelante: no al cien por cien, pero sí un paso adelante. Las cosas que han dicho para justificar, entre comillas, [las ausencias] para ellos son sinceras, son cosas que con el tiempo se podrán resolver». «El mero hecho de que estas Iglesias autocéfalas se hayan reunido, en nombre de la Ortodoxia, (…) es más que positivo. Yo doy gracias al Señor. En el próximo serán más. ¡Bendito sea el Señor!». Y hablando a la delegación ortodoxa presente para la festividad de los Santos Pedro y Pablo,Francisco cita el Concilio Pan-ortodoxo, para auspiciar “abundantes frutos para el bien de la Iglesia”.
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