. Por Claudio Avruj
Es un paso enorme celebrar la decisión que llevó a cabo el Estado argentino contra el antisemitismo, al adoptar la definición aprobada por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, (IHRA), en el año 2016.
Hagamos historia. La citada Alianza se creó tras la conferencia de Estocolmo llevada a cabo en enero del 2000. Allí estuvo presente nuestro país con una delegación liderada por el entonces presidente Fernando de la Rúa e integrada por dirigentes de organizaciones de la comunidad judía. DAIA, B’nai B’rith y WIZO estuvieron presentes.
En Suecia, Argentina se constituyó en país fundante de la mencionada Alianza. Hasta hoy, es el único Estado latinoamericano en formar parte.Y más allá de distintos enfoques y/o intensidad en la atención a la agenda que se impone, a lo largo de los años ha sido un compromiso asumido y respetado por todas las gestiones de gobierno. Una continuidad que se define como Política de Estado. La adopción de la definición es una ratificación de este compromiso.
Aquí es importante detenerse a pensar distintos aspectos del valor de esta decisión política. En primer lugar, es el reconocimiento cabal que el antisemitismo sigue siendo un problema serio en la sociedad mundial y que Argentina no está exenta de él. Ejemplos sobran sabemos que la pandemia ha potenciado el virus de la discriminación que busca chivos expiatorios por doquier, y en el que el antisemitismo es uno de los recursos a los cuales se le echa mano fácilmente
También es un paso más de aprendizaje y comprensión cabal de que el antisemitismo no es problema de exclusividad de los judíos y/o materia de estudio, trabajo y defensa de los judíos y sus instituciones. Por el contrario, es asumir claramente que el antisemitismo y los antisemitas son asunto de la sociedad en su conjunto. Y es el Estado el primer responsable en su persecución castigo y erradicación.
La adopción de la resolución implica un avance cualitativo en las relaciones internacionales. Colocar a la Argentina junto a los países del mundo que ya la han hecho parte. También, y no menos relevante, es un reconocimiento implícito a las instituciones de la comunidad judía. Desde sus comienzos, hace más de un siglo, han sostenido una irrenunciable tarea de combate al antisemitismo, muchas veces en soledad e incluso enfrentando comportamientos contrarios y arteros desde el Estado en diferentes épocas.
Hace pocos meses, en ocasión del recuerdo de la liberación de Auschwitz en Jerusalén que contó con la presencia del presidente Alberto Fernández, con énfasis se denunció que el antisionismo es la otra cara de la misma moneda. Antisemitismo y Antisionismo son lo mismo, para que no queden dudas.
Que la Argentina haya adoptado esta resolución es un rotundo mensaje para aquellos que esconden sus sentimientos antijudíos en el pretexto antiisraelí y antisionista.
Me siento honrado y orgulloso de este paso dado. Es muy importante en el presente en nuestra búsqueda de acuerdos y convivencia en paz.
Lo es hacia el futuro para continuar el camino de construcción de una sociedad sostenida en valores, de diálogo, encuentro, inclusión y libertad. Y lo es in memorian de aquellos que nos precedieron en la vida. Fundamentalmente quienes murieron por el antisemitismo, en la Inquisición, en la Shoá, en los atentados terroristas. Los perseguidos y estigmatizados, que en su fortaleza y su dolor sin descanso nos dieron el legado inquebrantable de luchar siempre por la dignidad judía y la defensa de los derechos humanos.
Sin dudas es una buena noticia para la inmensa mayoría de los argentinos que nos reconocemos como una sociedad plural y enemiga de la discriminación y la xenofobia.
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