Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
Estamos atravesando un tiempo de cambio climático a nivel planetario. Aunque todavía haya quienes toman la actitud del avestruz, no se puede negar lo que es patente a la comunidad científica. Además, no hace falta tener grandes estudios para afirmar esto por experiencia propia o de vecinos y familiares.
Los desastres naturales en varios países a causa de lluvias torrenciales nos traen imágenes dramáticas sucedidas en cuantiosas poblaciones. Agua y barro arrastran plantaciones, viviendas, vehículos.
Como contraparte de este proceso, en el Cono Sur nos afecta una sequía agresiva. La notable disminución de lluvias en el Mato Grosso ha provocado una merma crítica en los ríos Paraguay y Paraná, y en los arroyos que de ellos se derivan. Como hace tiempo no sucede, se asiste a mortandad de peces, pérdida de cultivos, falta de agua para los animales. Esto que se percibe en el Litoral también incide de modo grave en la Cordillera de los Andes. Hay una preocupante disminución sostenida de nevadas año tras año.
Para que seamos conscientes de la seriedad de la situación, en la provincia de San Juan estamos al 44% del promedio de los últimos 20 años. Es conmovedor ver las imágenes satelitales del volumen decreciente de los glaciares y zonas nevadas en la Cordillera (las encontrás en internet). Los estudios indican que el 2021 es muy malo y el 2022 será peor.
Lo que nos muestran las fotos traerán consecuencias importantes. Los chacareros están evaluando plantar menos superficies ante la dificultad de contar con riego suficiente para los cultivos. ¿Habrá que elegir qué regar y qué no? ¿Quién produce y quién no? ¿Será pareja para todos la disminución de superficies a sembrar?
El resultado se va a percibir en menos fuentes de trabajo y en la disminución de riqueza generada localmente. Otro efecto lo notaremos en la reducción de disponibilidad de agua en los domicilios. Debemos cuidar más el agua. No puede ser que para lavar una taza o un vaso se utilicen dos litros de agua.
En los últimos tiempos se han publicado unos cuantos artículos periodísticos que expresan con claridad la situación crítica que enfrentamos. Sin embargo, no parece que socialmente asumamos esta realidad.
Es necesario promover la implementación articulada de políticas públicas y privadas. Las decisiones no pueden ser arbitrarias ni solo de un sector.
En este ámbito como en otros, lo técnico, lo legal, lo político y lo económico, deberían ir de la mano. La amplia recepción que tuvo la Encíclica Laudato si’, acerca del cuidado de la casa común, estuvo dada por el vínculo entre la ciencia, la moral, la espiritualidad.
Desde la Iglesia queremos hacer nuestro aporte y ofrecer un espacio de intercambio de diversos sectores de la sociedad. Te invito al Conversatorio “Agua, fuente de vida” que estamos organizando con la Comisión Arquidiocesana de Justicia y Paz, y la Universidad Católica de Cuyo para el próximo martes 10 de agosto, de 10 a 12:30 y de 16 a 20 horas.
En el Vaticano, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral es un organismo que ayuda al Papa y a la Iglesia universal en el estudio de diversas problemáticas. En marzo del 2020 publicó el Documento “Aqua fons vitae (el agua fuente de vida). Orientaciones sobre el Agua: símbolo del grito de los pobres y del grito de la Tierra”.
En sus primeros números nos plantea una meditación a modo de oración a Dios Creador: “Mediante el agua (pensemos en los ríos, las aguas subterráneas, la lluvia y los mares) nos invitas a reflexionar sobre nuestros orígenes. Al considerar el papel fundamental del agua en la creación y en el desarrollo humano, sentimos la necesidad de darte las gracias con San Francisco de Asís por «la hermana agua», simple y útil para la vida como ninguna otra cosa en nuestro planeta”. (Nº 3)
“El Señor sigue pidiendo que se sacie su sed, su sed de amor. Nos pide que le demos de beber por medio de todos aquellos que tienen sed hoy en día, para decir por medio de ellos: «tuve sed, y me disteis de beber» (Mt 25:35). Que se nos conceda entender que en cómo respetamos y compartimos el agua mostramos (es un indicador) cómo estamos llevando a cabo la misión que Dios nos ha encomendado en el Génesis: cuidar del jardín terrenal. ¡Laudato si’ Dios Creador!” (Nº 4)
“Por lo tanto, estas condiciones implican también la gestión del agua, una gestión que garantice el acceso universal y sostenible a la misma, para el futuro de la vida, del planeta y de la comunidad humana.” (Nº 6)
Comentá la nota